La crisis económica consecuencia de la covid ha afectado a un sector que antes de la pandemia estaba en alza en la Región: el negocio de los trasteros. Por un módico precio al mes, los vecinos podían disponer de un espacio en el que guardar cosas de las que no querían desprenderse, pero que no cabían en casa. Ahora, debido a los ERTE, el paro y la precariedad, muchos han prescindido de este gasto, ya que «tener un trastero es un bien de lujo», considera Adelina Sánchez, de SuperBox

A finales de 2019, los alquileres de trasteros crecieron un 75% en la comunidad murciana debido a la falta de espacio en las viviendas. Ahora, la gente a la que le cuesta llegar a fin de mes deja de «estar pagando por guardar cuatro muebles viejos de tu abuela, que pueden tener un valor sentimental», pero no es una prioridad, destaca la responsable de SuperBox, en Puente Tocinos. 

Los trasteros desocupados «se me han caído por gente que se ha quedado en paro, no les llega el ERTE... meten lo que tienen aquí debajo de la cama o lo tiran a la basura», comenta Sánchez.

Por ejemplo, entre sus clientes había bastantes laboratorios y «me están aguantando los que tienen farmacia y guardan muestras: a los visitadores médicos les han cortado el entrar en hospitales y centros de salud y aquí guardaban catálogos… se me han caído también», se lamenta la mujer.

La puntilla llegó cuando, a principios de este año, se dio de baja una filial de una multinacional que «tenía tres trasteros, 26 metros cuadrados alquilados». «Se me cayeron más de 2.000 o 3.000 euros al mes de la cuenta de ingresos, ha bajado un 25%», lamenta esta profesional, que en estos momento sufre «un impago de una persona que ha tenido problemas con el ERTE».

Por su parte, Álvaro López, responsable del Departamento de Comunicación y Marketing de Mudanzas y Guardamuebles La Seda, en Murcia, explica que sus clientes «antes de no poder pagar el alquiler, se llevan lo que tienen», aunque, antes de que esto pase «ofrecemos varias soluciones». En principio, «si no lo puedes pagar, se embarga. Se le bloquea la puerta al mes y se embarga a los tres», detalla. No obstante, «hay gente a la que le merece hasta dejarlo, que nos lo queremos» y abandona sus cosas.

Temor al contagio

El coronavirus ha afectado también al día a día de esta empresa, en la que «entramos con huella dactilar al acceso general, y muchos clientes no quieren poner el dedo» por temor a contagiarse de covid. «O vienen con sus guantes o nos llaman para que les abramos la puerta», comenta Álvaro López.

En el caso de esta compañía, ya dedicada antes a las mudanzas, «empezamos con los trasteros poco antes de que estallase la pandemia», por lo que no pueden ofrecer cifras de cómo era el volumen de trabajo otros años. En su andadura, ya tienen anécdotas que contar, como cuando llegaron personas que «nos preguntaban si había luz dentro del trastero y agua, y dedujimos que era para usarlo como vivienda».