En el suelo, en el mar, y también en el aire. Investigadores de la Universidad de Murcia y Universidad Politécnica de Cartagena han llevado a cabo un estudio pionero en la Región al analizar la presencia de partículas de plástico en suspensión procedentes de la actividad agrícola, en concreto en el Campo de Cartagena.

La falta de legislación ambiental en este campo no permite establecer controles de calidad ni conocer a ciencia cierta a partir de qué cantidad es perjudicial para la salud aspirar estas partículas sintéticas, pero las muestras analizadas detectan que el tamaño de estos microplásticos es inferior a 10 micras, las conocidas como partículas PM10, consideradas un contaminante del aire importante que alcanza el sistema respiratorio y puede agravar patologías previas.

Hasta ahora los estudios llevados a cabo por diversos grupos de investigación habían avanzado en el conocimiento sobre la presencia de microplásticos en suelos, costas y mares de la Región, y entre las últimas referencias están datos como el hallazgo de 53 microplásticos por kilo de arena en las playas del Mar Menor o que las depuradoras de aguas residuales de Murcia pueden llegar a retener entre un 70 y 90% de los microplásticos.

El aire era un terreno aún por explorar en la comunidad murciana y en eso se han centrado los departamentos de Química Analítica de la UMU e Ingeniería Química y Ambiental de la UPCT, uno de los más punteros en el análisis de microplásticos. Centraron su atención en el uso de plásticos como el poliestireno en instalaciones agrícolas del Campo de Cartagena, como por ejemplo los semilleros que emplean mucho este material.

«Por el uso continuo de estos plásticos en la actividad agrícola sabemos que su degradación generaba concentraciones de partículas PM10 que logramos detectar en el aire», señala Rosa Peñalver, investigadora de la UMU, quien junto a su compañera Isabel Costa de la UPCT pudieron monitorizar el aire mediante aparatos con filtros instalados a tres metros del suelo, en un tejado de la diputación cartagenera de La Aljorra. «Como promedio se obtuvo una presencia de 35 nanogramos de poliestireno por metro cúbico analizando un flujo de aire de 720 metros cúbicos por día», subraya la experta en Química Analítica, que destaca que en un principio se pueden considerar estos niveles como bajos, pero incide en que la falta de trabajos y métodos analíticos impide que se pueda legislar y establecer unos criterios ambientales para ponerle un límite a la presencia de microplásticos en el aire.

En otros estudios previos relacionados con la agricultura, la UPCT también había descubierto una concentración de plásticos relevante en las heces de ovejas que se alimentan en zonas de agricultura intensiva en la Región de Murcia. La técnica del acolchado empleada en la agricultura intensiva provoca que este material permanezca en el medio aunque se retire la mayoría al degradarse en partículas más pequeñas que son absorbidas por el suelo.

«Con una ráfaga de aire las partículas permanecen en suspensión. Hace falta aumentar el número de muestras realizadas y continuar con los análisis de otros materiales como el polietileno, muy presente en invernaderos agrícolas», remarca Peñalver.

Drama ambiental y de salud

La investigadora remarca que los microplásticos han comenzado a generar dos dramas: uno ambiental y otro a nivel de salud. «Preocupa especialmente el salto en la cadena trófica de estas partículas, ya que se concentran en animales marinos como los moluscos o peces y acabarán llegando en concentraciones importantes a los humanos con su consumo». Peñalver señala a los sectores industriales, de la construcción o la agricultura como las actividades profesionales que más partículas sintéticas pueden generar e introducir en el aire.

Junto al Centro de Edafología y Biología Aplicada del Segura (Cebas), Peñalver buscará darle continuidad a estas investigaciones analizando qué microorganismos (bacterias o gusanos son un ejemplo) tienen la capacidad de degradar estos materiales.