En España, el sistema agroalimentario consume el 30% de la energía primaria total, computando la energía que se utiliza en todo el proceso de producción de alimentos: sector primario, industria transformadora y distribución. El sector agrario, en su labor esencial de proporcionar alimentos, únicamente estaba incorporando un 11% del total de las emisiones de gases de efecto invernadero, un dato que se va reduciendo anualmente de forma más que notable; gracias al uso de fuentes renovables, a la creciente eficiencia en las prácticas agronómicas y a la adecuada gestión del territorio.

Además, nuestro colectivo está aportando un valor esencial en la lucha contra el cambio climático, al trabajar decenas de miles de hectáreas de suelos para que sean capaces de actuar como sumideros del exceso de carbono presente en la atmósfera. En poco tiempo aspiramos a alcanzar la neutralidad del sector agrario y, posteriormente, pasaremos a ser un pilar esencial para ganar la batalla climática, porque nuestra actividad servirá para neutralizar las emisiones de otros sectores y lograr así la consecución de los objetivos comunes: una Europa climáticamente neutra en 2050.

En la Región de Murcia hemos sabido obtener el mejor rendimiento posible de nuestra tierra y de nuestro clima, hemos sido capaces de aprovechar cada palmo de terreno y cada gota de agua. Ahora ha llegado el momento de sacar el máximo beneficio de nuestro sol: con 3.000 horas de sol al año, tenemos un potencial de luz extraordinario que podemos transformar en energía gracias a la madurez de la tecnología fotovoltaica.

La energía se utiliza de muy diversas formas en agricultura y ganadería: bombeos de agua en el regadío o en drenajes, maquinaria de laboreo, tratamientos o recolección, calefacciones en invernaderos, transporte de los productos desde las fincas a los centros de transformación y comercialización o hasta los centros de consumo; procesos de transformación de productos agroalimentarios, conservación de productos alimentarios en cámaras de frío o atmósferas controladas, etc.

Los agricultores y ganaderos estamos acostumbrados a ser muy diligentes en nuestros procesos, tradicionalmente hemos sabido ser muy eficientes, por eso no somos ajenos a la revolución fotovoltaica: fuimos agricultores y ganaderos -que tenemos apego al territorio y no somos amigos de las inversiones especulativas, sino de las tangibles, las que generan progreso y empleo- los pioneros en la instalación de los primeros huertos solares de Europa, miles de familias de nuestros entornos rurales destinamos nuestros ahorros a este fin, en una inversión ética que luego fue destrozada por sucesivos recortes retroactivos. Nuestros desarrollos fotovoltaicos de hace quince años fueron esenciales para que, actualmente, no exista ninguna otra tecnología de generación que produzca energía tan barata y sin emisiones de gases de efecto invernadero. Nuestro esfuerzo ha contribuido a bajar en un 90% los costes de instalación de la fotovoltaica, para ofrecer precios de la energía cercanos a los 30 euros/MWh, algo que resultaba impensable hace unos pocos años.

A pesar de ello, en este camino, las familias pioneras de la fotovoltaica estamos soportando draconianos recortes retroactivos en las retribuciones que nos fueron garantizadas por el Estado por cumplir con esta misión, una cuestión que aún está pendiente de ser resuelta por el Gobierno. Sin el esfuerzo inversor que hicieron 62.000 familias españolas para madurar la tecnología de generación fotovoltaica -junto con otras tantas miles de iniciativas particulares por toda Europa-, estaríamos indefensos frente al cambio climático: cautivos de la generación fósil, contaminante y cara, con la única alternativa de reducir los consumos energéticos y, con ello, mermar nuestro progreso y el bienestar social. Las familias fotovoltaicas españolas hemos transformado un horizonte desolador en un presente energético de ilusión y esperanza, que alumbra un escenario sostenible y competitivo para la economía productiva y, muy singularmente, para el sector agrario.

La fotovoltaica se ha convertido en un activo irrenunciable para nuestros entornos rurales y puede servir para complementar las rentas de los que habitamos en los pueblos de la Región. El sector agrario puede sacar un doble beneficio de la fotovoltaica: generando en pequeños parques para suministro a través de la red y autoconsumiendo de forma individual o colectiva.

El autoconsumo es una formula óptima para reducir nuestros costes de producción. Además, la modularidad y los nuevos diseños de estructuras nos están permitiendo combinar cultivos con paneles, de manera que se comparte luz y suelo y se beneficia la propia producción vegetal de la sombra de dichas estructuras, a esta tendencia se le llama ahora ‘agro-fotovoltaica’. Ni que decir tiene que los paneles fotovoltaicos son una solución perfecta para quienes no tiene cerca tendido eléctrico, evita el uso de generadores de combustión y, con baterías, tenemos la posibilidad de tener energía eléctrica también durante las horas nocturnas.

Por otra parte, la superficie que tenemos en los entornos rurales sirve para instalar parques fotovoltaicos para la venta de energía a las ciudades a través de la red de distribución, lo que sería un beneficio para las zonas rurales; por ello, debemos promover parques pequeños en manos de pymes y autónomos, puesto que se integran mejor en el entorno. Debemos intentar que una parte importante de lo que genera nuestro sol en nuestros suelos se quede en nuestra Región, generando un círculo virtuoso en nuestras economías locales; no podemos resignarnos a que nos pongan decenas de mega parques de cientos de hectáreas y de propiedad extranjera, para que nuestra riqueza solar se vaya a otros países.

Además, los parques de gran tamaño son menos eficientes, dado que han de transportar la producción, con sus correspondientes pérdidas y costes. Las pérdidas totales de energía que generan las macroplantas, en su transporte y distribución hasta el consumidor, llegan a alcanzar valores cercanos al 20%, y este coste el Sistema lo asigna al consumidor final; mientras que el coste que por este mismo concepto generan las pequeñas plantas -de hasta 5 MW- se reduce enormemente, beneficiándose el consumidor de esta mayor eficiencia.

Tenemos muchas oportunidades ante nosotros y queremos aprovecharlas, para ello pedimos facilidades a las administraciones, regulaciones claras, estables y que fijen riqueza en la Región. Nuestro futuro está en el sol, la tierra y el agua, luchemos por nuestros derechos.