"Nosotros recordamos" es el mensaje que los descendientes de Max Kirschberg, un judío alemán superviviente del horror nazi, fallecido el 26 de enero en la Región de Murcia, escriben en un papel junto a una vela encendida y una fotografía de cada familiar muerto en campos de concentración poco antes del 27 de enero, Día Internacional de Conmemoración en Memoria de las Víctimas del Holocausto.

Con ello, los familiares de Kirschberg -cuyo padre desapareció en la Noche de los Cristales Rotos y cuya madre lo hizo en el campo de concentración de Auschwitz-Birkenau, donde fueron llevados en 1942- quieren recordar a los judíos víctimas de la barbarie nazi y alertar sobre el resurgimiento de la intolerancia, los partidos de extrema derecha y los populismos.

Su hija Alexandra, residente en Cabo de Palos, donde pasó sus últimos días Max, ha relatado que su padre perdonó a los autores del exterminio de casi toda su familia, aunque ella no comparte esa visión: "Yo, ni perdono ni olvido", ha declarado.

Max Kirschberg en Cabo de Palos

Max Kirschberg, nacido en una familia judía en 1925 en Breslau, actual Polonia pero que en aquella época era territorio alemán, es uno de los protagonistas de "El Proyecto Lonka. Número de Persona", en el que 250 fotógrafos de 30 países, entre ellos el colaborador de la Agencia Efe Marcial Guillén, han retratado a los supervivientes de la "Shoah".

El padre de Max desapareció la Noche de los Cristales Rotos, en 1938, tres años después de que la familia llegara a Berlín "pensando que vivir en una ciudad grande les evitaría problemas", según Alexandra, aunque fueron deportados a Polonia en junio de 1939, dos meses antes de la invasión alemana.

Max vivió en Varsovia, donde tuvo que empezar a portar una estrella amarilla que le identificaba como judío, y pasó después a Checnanow y al gueto de la ciudad de Plonks, para ser trasladado finalmente a Auschwitz en noviembre de 1942.

"Dos días después de llegar, y tras salvarse de la cámara de gas porque mintió diciendo que tenía 18 años -edad a partir de la que eran usados como mano de obra en el campo de concentración- vio entre un montón de ropa la bufanda que llevaba su madre. Se le acercó un muchacho eslovaco y le dijo 'ya se ha ido'", para explicarle que había sido gaseada, rememora la hija de Max.

Al final de la guerra, desde Auschwitz, y en un viaje inhumano de tres días, fue trasladado al campo de concentración de Buchenwald, donde fue liberado por el ejército estadounidense. Inició entonces un periplo que le llevó en 1946 hasta Bogotá (Colombia), donde vivía un tío suyo. En 1953 decidió volver a Alemania, donde abrió un negocio de lavanderías, pero regresó de nuevo a Colombia en 1975.

Alexandra, muy emocionada por la reciente muerte de su padre, ha explicado que su vida debe servir de ejemplo para luchar contra la discriminación, el racismo y el antisemitismo, actitudes, según ha advertido, que "nunca" han desaparecido de países europeos como Alemania, Polonia o España.

Max Kirschberg

La hija de Max, nacida en Alemania hace 62 años, ha recordado que, cuando estaba en Málaga recién cumplida la mayoría de edad, asistió horrorizada a una manifestación de neonazis en plena Transición, en la que uno de los participantes, cuando ella le reprochó su ideología, le espetó: "¡Qué lástima que no nos diera tiempo a eliminaros a todos!". "El odio siempre ha existido, pero ahora va avanzando", ha remarcado Alexandra antes de alertar del incremento del apoyo de las posiciones extremistas en Europa en los últimos años, y pone como ejemplo la manifestación en apoyo a la División Azul celebrada en Madrid hace unas semanas. "Veo a esa muchacha mostrando su odio contra los judíos, negando el exterminio y me pregunto: ¿qué educación ha recibido?", ha apuntado, antes de recordar que el actual gobierno polaco es antisemita y que los polacos trataron peor a su familia tras ser deportados que los propios alemanes. "Todos los populismos dicen a las masas lo que quieren escuchar", ha advertido, al tiempo que destaca que su padre fue un "inmenso luchador que no le ha hecho daño a nadie, que siempre tenía una sonrisa pero también la tristeza en el fondo de la mirada".

Tampoco comprende el rechazo a que las víctimas de la represión franquista puedan ser sacados de las fosas para tener un enterramiento digno. "Lo único que quieren es que se cumpla el deseo de sus familiares".

"Nosotros recordamos", ha concluido Alexandra, quien, parafraseando a su padre, enterrado en el cementerio judío de Madrid, ha pedido que la sociedad no olvide y no discrimine por raza, religión o cultura.