Vecinos de la barriada de San Antolín, en Murcia, se sorprendían recientemente ante el amplio despliegue que la Benemérita había organizado en su tranquila zona, en concreto en la calle Angustias. El operativo policial era parte de la denominada operación ‘Nodachi’, que se desarrollaba a la vez en la capital murciana y en las localidades de Cabezo de Torres y Corvera y se saldaba con tres personas detenidas y más de 200 plantas de marihuana decomisadas.

En diciembre, la Policía Nacional encontraba cerca de 300 plantas de ‘maría’ en un bajo de la calle Fotógrafo Tomás Lorente, en el barrio del Infante de Murcia. En el rellano del edificio se agolpaban entonces las cajas y bidones, que rebosaban de tallos verdes. Grandes ventiladores y placas para el cultivo del cannabis también aparecían en la casa.

Ni San Antolín ni el Infante son barriadas acostumbradas a ser escenario de redadas contra el tráfico de estupefacientes, algo que desde hace años está más vinculado a zonas como La Paz y el Espíritu Santo, en el caso de Murcia, y a Lo Campano y Los Mateos, en el municipio de Cartagena.

La pandemia de coronavirus ha traído aparejada una crisis social y económica que ha dado lugar a que muchas personas vean reducidas, sino finiquitadas, sus fuentes de ingreso. Con sectores como la hostelería en los que la mayoría de empleados sufren un ERTE, o han sido despedidos, desde las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad se han percatado de que una de las formas de buscarse la vida que tiene la gente es vendiendo drogas blandas a pequeña escala a sus allegados, manifiestan fuentes policiales. 

Guardia Civil y Policía Nacional en la Región se dejan la piel en la lucha contra el narcotráfico.

De esta manera, en zonas ‘bien’ de las ciudades aparecen pisos en los que «se sabe que se puede ir a pillar, porque se lo ha dicho el amigo de un amigo, que es de confianza», detallan las mismas fuentes. Estos domicilios no suelen ser problemáticos y el resto de residentes en el edificio, detallan agentes de Policía de la Región, no se alarma, pese a ser conscientes del trasiego de personas, porque no se trata «de gente con malas pintas ni de garitos marginales, los prejuicios hacen mucho también ahí». Los vecinos no se quejan si lo que pasa en el piso en cuestión no les afecta.

«Una persona que se droga no es una persona acabada o marginada por la sociedad, puede ser alguien con un trabajo, una familia, una vida ordenada. Al igual que ya un camello no es un delincuente peligroso que viva al margen de la ley: está delinquiendo, sí, pero convencido de que no está creando un daño grave», detallan.

Influye, asimismo, la realidad de que la marihuana la puede cultivar cualquiera comprando legalmente las semillas, fertilizantes, una toma de luz, una lámpara de sodio, extractores y un regadío, ya que la ‘hierba’ se cultiva durante todo el año.

Desde las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad también precisan que las penas por cultivo de marihuana, al estar considerada una droga que no perjudica gravemente la salud, tienen un castigo casi simbólico: de uno a tres años de prisión. Además, si las partes pactan y se conforman, la pena final acaba quedando en meses. «Es muy raro que pillen a alguien pasando marihuana y del Juzgado de Guardia vaya a la cárcel: a veces no llega ni al Juzgado de Guardia», detallan fuentes policiales.

Delito llama a delito

Alberto García Vilas, secretario regional de Jupol Murcia, pone el acento en que el trapicheo de drogas blandas muchas veces es la puerta de entrada para la comisión de delitos más graves. 

Y es que «estos delitos (los de cultivar ‘maría’) derivan en otros delitos cometidos por los propios traficantes, como enganches ilegales de luz u ocupaciones de inmueble», manifiesta.

La compra y venta de sustancias estupefacientes, comenta, puede dar lugar a que «crezca el numero de delitos en otros aspectos», y cita la comisión de robos para conseguir dinero con el cual adquirir la droga. La marihuana, alerta el experto, «en muchos casos es el inicio a otro tipo de drogas mucho más duras».

«La crisis hace que cada vez haya más gente que busque el dinero fácil», apunta Alberto García Vilas, quien comenta que «en tiempos de crisis observamos un aumento de los casos de gente que, a la desesperada empieza a consumir marihuana, al ponerse nerviosos por la situación».

Asimismo, pone el acento en que faltan medios humanos, por lo que «debido a la escasez del numero de agentes, se tarda más en esclarecer este tipo de delitos ya que se da prioridad a los delitos que afectan a las personas, como violaciones, robos con violencia».

Lamenta el responsable de la organización policial que «debido a la mala información, el consumo de marihuana cada vez esté más normalizado, habiendo aumentado exponencialmente las personas que se quejan al ser identificadas, manifestando que es consumo propio y que es algo normal». «A más consumidores, más demanda para personas que vendan», precisa.