La primera vez que oí hablar de un tal José Molina fue en el otoño de 2019. Alguien –creo que José Antonio Rodrigo, de Economistas frente a la crisis- me contó que, unos meses antes, en el concurrido estreno madrileño de mi película Flores en la basura se había colado de puntillas un señor de Murcia que, por su cuenta y riesgo, había venido al estreno desde allí. ¿Por qué? Pues, sencillamente: porque había oído hablar de qué iba la peli y quería verla en primicia.

Siempre digo que uno de los mayores regalos que la vida me ha dado es el tratar de cerca a personas extraordinarias. Por citar sólo a algunos de los directamente relacionados con mi oficio: Luis Berlanga, Rafael Azcona, Pilar Miró, Lorenzo Silva, Agustín Amodóvar y... un largo etcétera … En esa lista de personas maravillosas ocupa un lugar destacadísimo José Molina.

Pepe (enseguida me dijo que podía llamarle así) y yo empezamos a ‘mailearnos’ y a charlar por teléfono a finales de 2019. Él me mandaba sus artículos periodísticos y otros enlaces de interés. Y poco a poco empezamos a hacer planes: que si una charla, que si una proyección, que si…

Por esos meses en mi productora organizamos muchos bolos -¡qué palabra tan bonita!- con Flores… en muchas ciudades de España: proyectábamos la película y luego había un coloquio con los espectadores. Por supuesto, Pepe se había puesto a organizar un bolo para su Murcia, para su Molina de Segura…

Y en esto… ¡llegó la covid! Y la frustración de tantos planes. Tras el shock inicial, nosotros pensamos que no podíamos ser ajenos a una (¡otra) crisis tan brutal, no sólo sanitaria sino también socioeconómica, y nos las apañamos para rodar una prolongación ‘covid’ de Flores… entrevistando a nuevos personajes que analizaban lo que estaba pasando y, sobre todo, contaban sus experiencias personales.

Invité a Pepe a participar y el resultado fue espléndido: unos minutos (grabados brillantemente por su propio nieto) en los que mezclaba análisis de la situación con la narración de vivencias entrañables. Apenas puedo volver a verlos ahora sin emocionarme: «Tengo un cáncer que realmente me va minando poco a poco, pero tengo energías para poder desarrollar estas ideas nuevas y...».

En el otoño de 2020 llegó la segunda ola de la covid y decidimos empezar a hacer pases online de la nueva version de Flores. ¿Quién se puso manos a la obra con entusiasmo? Pepe, por supuesto. Y menudo pase que organizó, junto a lasuniversidades de Murcia y Cartagena, el Ayuntamiento de Molina y otras entidades. Dentro de las Jornadas ‘Sociedades innovadoras para ciudades del futuro’ incluyó la proyección de la película más un coloquio. Fue, sin duda, el mejor pase que hemos tenido hasta ahora.

Poco a poco, Pepe y yo habíamos ido intimando. Y nos íbamos contando mutuamente pequeñas historias personales. Casi se podría decir que habíamos empezado a ser amigos. Y un día le dije: «Joder, Pepe, parece que nos conocemos de toda la vida y, sin embargo, nunca nos hemos visto presencialmente, como se dice ahora». Decidimos que eso habría que solucionarlo y que pronto, en cuanto pasara esto, nos tomaríamos juntos un vino, de su tierrra o de la mía, La Rioja.

Hablábamos de muchos proyectos: transparencia, proyecto Iris en los institutos, RED de Bibliotecas públicas, etc… Incluso últimamente le dábamos vueltas a la posibilidad de hacer una película juntos.

En los últimos tiempos yo le hacía la broma de que, como él participaba en tantos actos y saraos, necesitaba un representante/agente de actores. Y que yo me ofrecía a serlo. Él me respondió que sí, que me aceptaba como agente.

A mediados de enero me dijo que había dado positivo. Nos cruzamos varios WhatsApp en los siguientes días. El ultimo fue el 26 de enero:

-¿Qué tal el día, Pepe?

-Un día duro, pero luchando por salir.

- Vamos… que tú puedes.

Después…

Nuestro común amigo Longinos Marín (gracias, Longinos) me dio la noticia…

En la comida familiar brindamos por ti.

Doy gracias a la vida por el regalo de haberte conocido. Aunque… nunca nos abrazamos, Pepe.