Luis Requena es uno de los médicos más veteranos de la Unidad de Cuidados Intensivos (UCI) del Área de Salud 2 de Cartagena, donde viven los peores momentos que recuerdan. Este doctor y sus compañeros quieren aliviar el dolor que sufren muchas familias durante estos días tan complicados. Reconforta saber que a los profesionales de esta unidad les preocupan sus pacientes hasta el punto de que han puesto en marcha una iniciativa denominada Santa Lucía HUCI (Humanizando Cuidados Intensivos).

La primera pregunta es obvia. ¿Cómo están?

Estamos muy llenos de pacientes. Toda la UCI está repleta de personas con covid. Todo el personal está muy centrado, muy animado, con muchas ganas de hacer las cosas bien, pero, lógicamente, con la preocupación de si vamos a poder dar a todos los pacientes lo que necesitan. De momento, lo estamos consiguiendo y nuestra intención es poner en marcha todos los recursos que haga falta para que a nadie le falte la intensidad de tratamiento que requiere su situación.

¿Es el momento para implantar un proyecto de humanización?

Es cierto que nos planteamos si es buen momento para hablar de humanización o solo tenemos que hacerlo de respiradores, de fármacos, de corticoides. Realmente, estamos convencidos de que sí, de que es el momento perfecto, porque, además, la humanización no es un postizo que podemos poner o quitar en función de cómo están las unidades. Nuestro ánimo con este proyecto de Santa Lucía HUCI es fomentar esta cultura de la humanización y que nos convenzamos, cada día más, de que la parte más importante de nuestro trabajo en la UCI es que sepamos que somos unas personas que cuidan de otras personas. En este sentido, pensamos que es el mejor momento para hablar de humanización, porque hay mucho dolor alrededor de la pandemia. Los pacientes sufren mucho, las familias sufren lo indecible y el personal sanitario también.

¿Cuándo y cómo nace el proyecto Santa Lucía HUCI? Porque puede haber gente que se plantea si es que los médicos no trataban a sus pacientes como personas. Evidentemente sí, pero ¿cuándo surge la necesidad de este proyecto?

El nuestro, el proyecto Santa Lucía HUCI, nació hace un año, en el mes de febrero de 2020. Lo que hicimos en el Área de Salud 2 de Cartagena fue unirnos a un movimiento que ya se ha consolidado y que inició en la UCI?del Hospital de Torrejón, en Madrid, el doctor Gabriel Heras. Era un médico intensivista que se unió a otros profesionales, a pacientes y familiares y se dieron cuenta de que las cosas no se estaban haciendo bien. Se estaba dando mucha preponderancia a la técnica, a la sofisticación, pero se estaban dejando un poco de lado los aspectos más humanos de la atención sanitaria, algo que, especialmente, ocurría así en las UCI. Hay una primera conferencia de este proyecto que dio el doctor Heras en Valladolid. La podéis encontrar en Internet y se llama ´El cuidado de lo invisible'. Hace un repaso de las cosas que se pierden cuando perdemos la humanización. A partir de entonces, los pacientes, los familiares y los profesionales fueron capaces de poner en marcha una revolución, que es lo que ha sido este proyecto. La preocupación es, por supuesto, el paciente, pero también la familia y los cuidadores, el personal sanitario. Llegaron a sistematizar toda una serie de medidas, dentro de un programa de humanización y, a lo largo de estos seis años, muchísimos centros y unidades de cuidados intensivos se han unido al proyecto. Nosotros lo hicimos el año pasado. Empezamos a organizarnos, pero justo en ese momento, a finales de febrero, tras hacer la presentación a la dirección del hospital y a todo el personal de la UCI, empezó todo este lío de la pandemia y no hemos podido desarrollar muchas de las ideas que teníamos. En el fondo, lo más importante era hacer más notable y visualizar la preocupación por el sufrimiento de las personas y estamos trabajando en ello.

Se trata de actuar sobre los pacientes, pero también sobre las familias, que viven con la misma incertidumbre e inquietud la enfermedad de un ser querido.

Realmente, la experiencia de una enfermedad crítica, cuando un paciente ingresa en una Unidad de Cuidados Intensivos, produce un cataclismo no solo en el paciente, sino en toda la familia. Es una situación muy especial, porque, cuando la enfermedad llega a un punto en el que necesitas ser trasladado a una UCI, quiere decir que la enfermedad va avanzando, que no está asegurado ya el buen curso de las cosas. Puede haber malas evoluciones y necesitas un mayor grado de tratamiento. Es un momento que se vive con miedo y gran preocupación en la familia. Muchas veces, los pacientes están graves y necesitan estar conectados a un respirador, recibiendo todo tipo de tratamientos, como diálisis o lo que necesiten. Pueden pasar dos o tres semanas completamente dormidos, sin sentir nada, sin tener dolor, sin preocupación ninguna, pero su familia, que está fuera, que no está con él y no lo está viendo continuamente, está viviendo todo el proceso desde la impotencia. Están esperando cada día las noticias de cómo va la evolución, si mejora o no y qué pronóstico hay. El paciente lo vive muy intensamente, pero las familias pueden vivirlo con mayor sufrimiento.

Y es importante ver que los médicos, quienes cuidan de su familiar, muestran preocupación y les dan explicaciones sobre la situación.

Lo que vemos, después de muchos años de experiencia en tratar con pacientes críticos, es que somos capaces de detectar ese sufrimiento en cada una de las etapas del ingreso en UCI. Por eso, una de las medidas que pusimos en marcha cuando empezó el proyecto fueron unas sesiones de acogida. De este modo, cada día, el personal de enfermería de la UCI reunía a los familiares de los pacientes que habían ingresado el día anterior y les explicaba con detalle en qué consiste la atención en la unidad, qué se van a encontrar en el momento de ir a visitar a los pacientes, para que no se preocupen por ver tantos aparatos: monitores, respiradores, tubos en la boca de los enfermos... Es una forma de intentar suavizar esa experiencia, que sabemos que es traumática, porque los que trabajamos dentro de una UCI estamos acostumbrados, pero si nunca has tenido ese contacto, es un momento doloroso. Tratamos de ponernos en el lugar de las familias y hacerles más llevadera la experiencia. Esa es la filosofía de todo el proyecto, tratar de localizar los momentos más traumáticos y, en la medida de lo posible, suavizarlos. Lógicamente, con la pandemia del covid, la dificultad de un ingreso en UCI?se ha puesto más patas arriba todavía. Todo es ahora más difícil, porque los familiares no pueden venir a ver a los pacientes. Algunos pueden llevar con nosotros tres semanas y su familia no ha podido visitarla en ese tiempo. Y están todo el rato pendientes de una llamada que les hace el médico responsable para explicarles la evolución, para saber cómo está respondiendo al tratamiento, las nuevas medidas a tomar. Son situaciones que se están viviendo mucho más dramáticas que las de un ingreso en UCI?convencional.

Comenta que están habituados a trabajar en una UCI, pero el proyecto HUCI también va dirigido al personal de la unidad, desde el médico hasta los trabajadores de servicios.

Lo bonito de este proyecto es que entiende la unidad como el conjunto que forman los pacientes, las familias y los profesionales. Estamos conviviendo en un espacio en el que compartimos emociones muy intensas y mucha ansiedad. Y afrontar esta situación no es algo que dependa solo de los médicos o de los enfermeros. Esto es un trabajo de todos. Muchas veces llega más la palabra de ánimo de la persona que está limpiando el box, o la del celador que te ayuda a recolocar al paciente. Todos estamos implicados y todos tenemos esa capacidad de detectar las necesidades de los demás y la posibilidad de salir un poco de nosotros mismos para intentar ayuda y aliviar el sufrimiento.

Uno de los puntos marcados para plasmar el proyecto recoge la necesidad de utilizar palabras como ´Buenos días', ´Buenas tardes', ´Gracias' o ´Por favor'. Son las palabras mágicas que les enseñamos a nuestros niños, que parecen sencillas, pero que, a veces, nos cuestan una barbaridad.

Al final, lo importante somos las personas. Podemos ser un pilar para el otro si buscamos las cosas que le puedan agradar y que le puedan aliviar el sufrimiento. Y ahí todos podemos participar, desde el director del hospital hasta el último contratado.

¿Qué les motiva para implantar este proyecto? ¿Por qué lo hacen?

Porque todos hemos sufrido dolor y queremos ayudar. Y porque conocemos el valor de una mirada y de una sonrisa sincera. Sabemos el poder que tenemos en nuestra cara y en nuestras manos. Queremos hacer un mundo un poco mejor a nuestro alrededor.

El proyecto también incluye el llamado ´síndrome postcuidados intensivos', tratar después del alta del paciente. ¿Cómo se lleva a cabo?

Es un síndrome que se ha estudiado en los últimos años. Se ha visto que el paso de las personas y sus familiares por una UCI no es indiferente, sino que les dejan una serie de secuelas físicas, cognitivas y psicológicas que requieren dedicación. Aquí, en Cartagena, la doctora Lola Rodríguez es la que ha puesto en marcha la consulta PICS, de pacientes postcuidados intensivos. Las llamamos consultas PICS. En ellas se valoran las secuelas que han podido tener los pacientes que han estado más graves y se tratan de mejorar.

Imagino que con todo lo que están viendo no hay un día que no se rompa o no llore.

Simplemente, con un caso, con cualquier paciente que tratas, con uno solo, ya vives con la máxima intensidad todo lo que están pasando los pacientes ingresados y sus familiares en casa. Con un caso es suficiente para que nos ocupemos de estos asuntos.

¿Tiene pesadillas?

Pues lo cierto es que no. La verdad es que consigo descansar bien, porque es importante que nos cuidemos. Formamos parte de un equipo, y siempre es importante cuidarse por un objetivo común. Eso es algo que hemos aprendido mucho desde marzo, cuando empezamos con bastantes titubeos a ponernos los EPI. Nos hemos cuidado unos a otros. Ya sabe que cuando uno se pone el EPI, lo vigila un compañero, que comprueba y confirma que se lo ha puesto bien. Y, sobre todo, al quitárselo, que es cuando más riesgo hay de contagiarse. Desde el principio de esta pandemia nos cuidamos unos a otros. Todos estamos en el mismo barco y ahí intentamos seguir.