El curso académico de la pandemia ha puesto a prueba el consenso que se debe alcanzar en el seno de los órganos de representación y toma de decisiones dentro de una universidad. Hasta ahora, cogiendo distintos ejemplos dentro de la Región de Murcia, esto se ha logrado y otras veces no. En este último caso, las consecuencias acaban por afectar a una parte de la comunidad universitaria.

Si durante el mes de enero la Universidad de Murcia ha tenido que enfrentarse a uno de los debates más importantes a cuenta de los exámenes presenciales u online por la pandemia del coronavirus, la Universidad Politécnica de Cartagena también ha tenido su mal trago. En este caso, el impulso de la evaluación continua, el desarrollo de los exámenes parciales durante el primer cuatrimestre del curso, las pruebas online, el sistema de semipresencialidad o la coordinación entre el rectorado y la dirección de las escuelas de la UPCT con el Consejo de Estudiantes y las delegaciones de alumnos han sido los baches en el transcurso de los últimos cinco meses.

«Reivindicar y que no nos escuchen ha sido, y sigue siendo, lo que ha primado en cierta medida en este curso 2020/2021, y estando aún a mitad del camino de este curso, puedo decir que, o cambiamos la forma de pensar y dejamos de trabajar cada uno por su lado, o la comunidad universitaria va a continuar sin ser 'comunidad'». Esta reflexión se puede leer en la carta de despedida de la hasta ahora presidenta del Consejo de Estudiantes de la UPCT, María del Rosario López, que tras un año natural en el cargo decidió renunciar, por motivos profesionales y también por el descontento originado en un año atípico para la universidad al no haber logrado la representación estudiantil un consenso en determinadas cuestiones con el profesorado y con el rectorado.

Los motivos del desencuentro

La principal motivación por la que la UPCT atraviesa una crisis en su relación con los estudiantes han sido los exámenes: no solo por la modalidad en la que deben llevarse a cabo, que también ha influido, sino por cómo se ha implantado este curso la evaluación continua, un impulso que el anterior equipo rectoral dio para equipararse al resto de universidades españolas que ya tenían en marcha este sistema de evaluación.

La evaluación continua pretende ir realizando pruebas de forma periódica a lo largo de un curso esquivando el sistema por el cual se acumula materia para examinar en dos o tres puntos concretos del año académico, lo que son las convocatorias de exámenes. La implantación, en opinión de los estudiantes, ha fallado en el primer cuatrimestre. «En el primer año de evaluación continua no hemos llegado a la optimización de este método con la situación de la pandemia», reconoce la expresidenta del CEUPCT. La carga de trabajo no se redujo y dicen los alumnos que, pese a que se realizaron exámenes parciales en noviembre, no se eliminó materia para la convocatoria de enero. La evaluación continua también implica obtener calificaciones mediante trabajos o presentaciones de proyectos, algo que, indican, tampoco los profesores han sabido implantar. «El profesorado no ha sabido adaptarse», reconoce López.

Sergio Amat, vicerrector de Estudiantes de la UPCT, reconoce por su parte que la evaluación continua «ha sido una apuesta nueva que hemos puesto en marcha en el año más difícil. Hablar de evaluación continua cuando los estudiantes no van a todas sus horas de clase presenciales lo complica aún más». Añade que este método de calificación, además de requerir de una planificación periódica de actividades de evaluación, «debe venir acompañado de una rutina de estudio más distribuida durante cada cuatrimestre y menos concentrada en el periodo de exámenes. Es un modelo que tiene distintos grados de aceptación en cada universidad y que nosotros lo hemos acompañado de una posibilidad adicional cada curso para superar la asignatura, en lugar de las dos oportunidades que se ofrecen en otras universidades».

Amat cree que la «distancia física» entre alumnos y profesores es lo que ha motivado la falta de consenso y coordinación entre ellos: «Los equipos de dirección en rectorado y centros siempre han hecho partícipes de sus decisiones a los representantes estudiantiles».

Falta de representación

De las cinco plazas que los estudiantes tienen en el Consejo de Gobierno de la UPCT, ocupan cuatro de ellas. En el Claustro de la universidad, de casi 60 alumnos que representaban al colectivo en este órgano el pasado año, ahora son menos de 15. María del Rosario López reconoce que hay una crisis en la representación estudiantil en la UPCT, algo que lleva a la baja desde hace un par de años.

En contra, el interés mostrado por el estudiantado en las asociaciones y equipos universitarios de la UPCT ha ido al alza en los últimos años, creando más grupos. Amat precisa que no cree que haya una falta de interés en la representación estudiantil: «Las titulaciones de ingeniería son muy intensivas en esfuerzo para los estudiantes y es compleja su vinculación a los órganos de representación con el fin de aprovechar los muchos cauces de participación que ofrece la universidad».