La serenidad, la compostura y hasta el flematismo de una ciudadanía que favorece la moderación contrastan con el clima de excepcionalidad generado por los acontecimientos sísmicos abrumadores que se han aborrascado en el año más crítico de la reciente historia de España, y con la crispación y la discordia que han prevalecido en el ecosistema de la vida pública española.

El año 2020 ha aglutinado, superpuestas, varias crisis sin precedentes: la sanitaria fruto del coronavirus, la más contractiva recesión económica desde la Guerra Civil, la necrosada y continua tensión territorial en Cataluña, y la crisis reputacional de la Monarquía. A su vez, y concomitante, la ausencia de mayorías en los parlamentos nacional y regional han dificultado la gobernabilidad y el desarrollo institucional: este es el entorno estridente y anómalo en el que el Observatorio Español de Estudios Demoscópicos de la UCAM (Obede) ha preguntado en diciembre a más de 800 murcianos sobre sus preferencias políticas, y sobre sus perspectivas vitales.

Si tomamos como referencia los resultados de las elecciones autonómicas de mayo 2019 prepandémicas, los murcianos no han alterado de forma drástica sus afecciones políticas. Sin embargo, oscilaciones moderadas en la intención de voto posibilitan nuevos realineamientos, tanto como ofuscan o ciegan ciertas alianzas: por ejemplo, en la variación de voto respecto a 2019, los murcianos favorecen a Vox, que crece un significativo 3,9%; premian al Partido Popular (PP) y a Unidas Podemos (UP), que acrecientan su apoyo un 1,6% y un 1,3% respectivamente; mientras que el PSOE padece la fatiga de una desmovilización coyuntural (-2,1%); y Ciudadanos se muestra exánime en una travesía del desierto marcada por la recomposición de su liderazgo y el alquitranado de su proyecto.

Estas varianzas en la intención de voto se substancian en el Parlamento regional de manera especialmente relevante para aquellas agrupaciones con las hechuras para construir una mayoría de gobierno, como PSOE o PP.

El PSOE, que no destruye adhesión de una manera ostensible, no revalidaría el triunfo en las elecciones a día de hoy, y tampoco podría gobernar. Pasaría de los 17 escaños con los que ganó en 2019 a 15, y ninguna alianza con UP -que crece un escaño- y con el eventual concurso de Ciudadanos -que adelgaza tres- le permite optar a la formación de Gobierno. Esta situación de cul de sac es reversible si Diego Conesa, su líder, envigoriza a sus votantes apáticos, casi 16.000 de ellos (7,4%) se han declarado abstencionistas.

Por cuanto toca al PP, que en nuestra demoscopia suma únicamente un escaño respecto a 2019, con sus 16 diputados en el Parlamento autonómico y el desplome de su socio actual en el Gobierno regional (Ciudadanos), queda a merced de un partido, Vox, con el que la fraternidad de camaradas de antaño se ha visto subvertida por fratricidas desencuentros de familia desde el 22 de octubre, efeméride de la moción de censura de Abascal contra Pedro Sánchez en el Congreso.

En relación a UP y a Ciudadanos, el primero es irrelevante a pesar de que crece (un escaño), y el segundo deja de ser relevante y bisagra, debido al empuje con que decrece (tres escaños). Los tres escaños de UP no ayudan al PSOE a construir una opción de gobierno; los tres escaños que cede Ciudadanos lo hacen doblemente irrelevante para el PP -con el que hoy gobierna-, como para el PSOE -con el que podría gobernar en la etapa Arrimadas, pero con el que tampoco suma-.

En nuestro estudio, el presidente regional López Miras no sólo es el político más conocido por la opinión pública (86,2%) también es el más valorado (5,4), y el único que aprueba. Diego Conesa, del PSOE, es conocido por el 67,7% de la ciudadanía, y se queda corto del aprobado por cuatro décimas (4,6). Martínez Vidal, consejera de Empresa y líder de Ciudadanos desde el 28 de septiembre, es conocida por el 44% del electorado y recibe un 4,1 de valoración; ambos datos indican que puede aspirar a más.

El líder regional menos conocido de nuestra encuesta es el de Vox, y el menos valorado Javier Sánchez, de UP. Antelo, que le resulta familiar a un 37,5% del electorado, tiene en su favor ser el líder más valorado por sus propias bases (recibe la aprobación de un 73% de los votantes de Vox) pese a suspender con una nota de 3,8. Javier Serna puede aducir en su beneficio que es más conocido que Antelo (41%) y casi tanto como Martínez Vidal, y que, si recibe la peor valoración del conjunto de líderes de nuestra encuesta, tal vez se deba a la circunstancia sorteable de que desarrolla su vida profesional en el Congreso de los Diputados y al cisma irreversible provocado en la formación por el autodefenestrado líder precedente, Oscar Urralburu -que transitó a Más País-.

Todos los partidos tienen en su contra el descrédito social (junto a los sindicatos, la institución menos valorada por la ciudadanía), el masivo desplante juvenil y la lacra de la fuerte desafección de una estoica ciudadanía que observa con incredulidad la falta de entendimiento de una clase política sorda. Como nosotros en nuestro barómetro, esperamos que también ellos tomen nota y escuchen.