Ni España ni la Región de Murcia teletrabaja, al menos es lo que se deduce de los datos ofrecidos por el CIS, de estudios como el de la empresa de recursos humanos, Randstad, o de los últimos informes de movilidad que Google publica periódicamente en decenas de países, entre ellos España. Según Google, a principio de diciembre, los desplazamientos al trabajo sólo se redujeron un 14 por ciento con respecto a la media resultante de cinco semanas entre los meses de enero y febrero. Este porcentaje se redujo extraordinariamente durante el estado de alarma (confinamiento domiciliario nacional) hasta llegar casi al 70 por ciento.

En cuanto al último informe del Centro de Investigación Sociológicas, un 74,5 por ciento de los consultados aseguraba no haber trabajado nunca o casi nunca desde casa, antes de la irrupción del coronavirus en el mes de marzo. Tras el estallido de la covid, este porcentaje se redujo pero sólo al 68,3 por ciento, de estos, el 28,3 afirmaba no hacerlo por la naturaleza de su trabajo, la política de su empresa o por preferencia personal, mientras que el resto, un 40 por ciento, se limitaba a afirmar que lo hacía sin especificar motivos.

Según el estudio de Randstad de septiembre de 2020, existen tres millones de ocupados de nuestro país que teletrabajan de manera habitual, lo que representa sólo el 16 por ciento de los trabajadores.

Ciertamente, la pandemia ha transformado la percepción del teletrabajo; las autoridades lo recomiendan de manera constante, se ha aprobado su regulación en el Congreso y, durante tres meses se convirtió en la norma. Pero las características de la economía española ponen límites a la profundidad de su implantación.

Según el decano de la facultad de Economía y Empresa de la Universidad de Murcia, Juan Samuel Baixauli, para que se abra camino el teletrabajo, «se tienen que dar unas condiciones básicas, en primer lugar que las características del tipo de trabajo lo permitan; el tamaño de la empresa es un factor determinante; cuando son de muy reducido tamaño, su capacidad para implantar nuevas tecnologías y emprender la digitalización es menor». Como ventajas, el decano entiende que desde el punto de vista del empresario, «está la reducción de costes (menor necesidad de espacio), la mayor productividad como consecuencia de los beneficios que recibe el trabajador en términos de flexibilidad horaria, de conciliación familiar y de reducción de estrés». Considera Baixauli que se ha hecho un gran esfuerzo actualmente, con el uso de ciertas plataformas para el trabajo en remoto, pero las empresas se enfrentan a inconvenientes, por ejemplo, no tener forma de medir el desempeño del trabajo. «Buscamos más productividad, pero si no tengo los instrumentos para medir o controlar el rendimiento, realmente no percibo esa ventaja», asevera el decano.

El catedrático de Economía pide que no olvidemos las dificultades que entraña la organización del equipo a distancia. «En estos medios, el aprendizaje grupal o colaborativo se reduce. Todo esto hace necesarios cambios en la organización empresarial para que todos estos inconvenientes no bloqueen el desarrollo del teletrabajo» asegura.

Para el decano se trata al final de una cuestión de prioridades. «Si lo importante es fijarse en el control visual de los trabajadores, el control del cumplimiento de los horarios y no la consecución de objetivos, el teletrabajo lo va a tener muy complicado», sostiene Baixauli que entiende que si queremos un cambio más importante «es necesario implantar mejores medidas de control por objetivos, en definitiva, ser capaces de tener bien identificados cuáles son nuestros indicadores clave para poder evaluarlos».

De alguna forma, la transición hacia el la actividad laboral remota ha sido forzada por la crisis sanitaria, por lo que la recomendación de Juan Manuel Baixauli es aplicar cambios más graduales. «No podemos pensar en tener un modelo donde no estábamos valorando nada por objetivos, donde no teníamos indicadores clave para determinados puestos, y pretender pasar a una situación de teletrabajo integral», explica. Pese a todo, apuesta por un futuro donde se verán porcentajes de teletrabajo cada vez mayores mediante modelos híbridos, «eso ofrecerá un equilibrio entre ventajas e inconvenientes. Hay espacio para el teletrabajo, porque partimos de porcentaje muy bajos en aquellos sectores susceptibles de implantarlo».

"Somos manada, y por eso necesitamos el contacto"

"Somos manada, y por eso necesitamos el contacto"El subdirector general de la Fundación Incyde, Jose María Párraga, destaca que el teletrabajo no es «una panacea» para el trabajador, «porque al final le obliga a estar más tiempo disponible». Párraga explica que hay muchos estilos de dirección empresarial, «si es jerárquico necesitas ver a la persona que está en su mesa trabajando, aunque esté pensando en las musarañas». «También hay un problema con la pertenencia a la manada. El ser humano tiene ese instinto de convivir, especialmente los españoles. Al igual que hay empresarios que necesitan ver a la persona, el empleado necesita no sólo a su jefe, sino interactuar con los compañeros, de lo contrario suele llegar a manifestar un sentimiento de soledad, de orfandad, y preguntarse: ¿estarán valorando el esfuerzo que hago?», sostiene José María Párraga, que sobre la resistencia a implantarlo en España considera que se trata de un «un tema cultural».

La inseguridad de las autorizaciones VPN, el movimiento de equipos en horarios parciales, o el daño a las empresas auxiliares que se nutren de la actividad presencial, entre los inconvenientes que nombra Párraga quien cree que no hay que demonizar al empresario, porque existe mucha casuística a tener en cuenta, «a veces es el propio trabajador el que no quiere teletrabajar. Somos manada, necesitamos el contacto, necesitamos un tiempo para habituarnos». En cualquier caso, «esto ha venido para quedarse, no le quepa la menor duda. No hay vuelta atrás», sentencia.

¿Cómo teletrabajan en el extranjero?

  • En Holanda, el trabajador tiene derecho a solicitarlo. Holanda era el país de la UE que más teletrabajadores tenía a finales de 2019; el 40 por ciento de los empleados realizaban su trabajo a distancia de manera habitual. Según la firma de servicios PKF Attest, la clave de este éxito radica en una ley de 2016 que provee al trabajador del derecho a pedir una jornada que incluya la modalidad a distancia. En esa legislación las partes pueden acordar un modelo de trabajo por objetivos sin fichajes ni horarios.
  • Suecia, todo un referente, sin legislación nacional. El teletrabajo entre los suecos se encuentra en el 32 por ciento, lo que convierte al país escandinavo en un referente del viejo continente. Curiosamente, pese a este buen dato, casi no dispone de legislación nacional que ordene o regule el trabajo en casa. Allí son los propios sectores, a través de las diferentes fuerzas sindicales, los que han regulado y concretado las modalidad remotas en sus respectivas normativas.
  • Belgica obliga a las empresas a pagar un plus por teletrabajar. Bélgica fue uno de los primeros países de Europa en ofrecer una compensación fija a los empleados con motivo de los gastos que les genera trabajar desde su domicilio. Esto ha obligado a las empresas a pagar un plus de 126 euros a los teletrabajadores en concepto de alquiler, internet y electricidad. Allí las tasas de trabajadores a distancia se acercan al 20 por ciento.