Cuando llueve sobre mojado. Cuando una gota más no colma el vaso porque el agua de este hace ya tiempo que lo desbordó. Es solo entonces cuando la ayuda recibida te hace creer que verdaderamente existe bondad en el ser humano, y que por muy malas que vengan, siempre habrá alguien dispuesto a echar un vistazo para no dejar a nadie atrás. Esta es la encomiable labor que realizan los voluntarios de Cruz Roja Española, aún más resaltable en tiempos tan convulsos para todos como el actual, y por ello también más necesaria. La crisis del coronavirus ha golpeado de manera tremenda a personas que nunca habían pensado que algún día podrían verse en la situación tan agobiante como la que hoy atraviesan. ¿Y qué pasa entonces con aquellos a los que le había deparado un camino de espinas? ¿Cómo se levanta alguien del suelo cuando el peso es superior al que puede soportar? La ayuda siempre tiene nombres y apellidos, y en este caso se trata de Catalina Sánchez Abellán.

Voluntaria de Cruz Roja en Jumilla desde hace algo más de tres años, ´Cati' representa a la perfección el término ´solidaridad', al igual que el resto de sus compañeros. Esta socorrista terrestre no ha dudado en ofrecer su mano a los más necesitados durante este complicado periodo marcado por la crisis de la covid-19. Las labores de acogida se suman a las de reparto de alimentos para las familias más vulnerables o al transporte adaptado, entre otras. Estos últimos meses el voluntariado ha adquirido una relevancia mayor, si cabe. «El voluntariado siempre tiene importancia, solo por el mero hecho de que asumamos compromisos de solidaridad para cambiar realidades. Pero es cierto que en estos meses de crisis se hace más relevante que nunca, ya que ha sido -y sigue siendo- imprescindible para paliar situaciones muy tristes de muchas personas».

Durante estos meses de pandemia, las acciones de voluntariado de muchas personas han ayudado a cubrir las carencias del sector público y privado. Gracias al compromiso de esta gente se ha podido hacer frente a las necesidades a pie de casa, como por ejemplo llevar paquetes de alimentos a familias aisladas por covid-19. «Hemos podido ver como esa solidaridad de mucha gente ayudando y dándolo todo ha servido para mostrar la cara más bonita de la pandemia, y es que con la ayuda de unos y de otros, las malas situaciones se llevan de otra forma», explica ´Cati'.

La acción voluntaria debe nacer del compromiso personal de cada uno de querer aportar algo positivo a la sociedad. Catalina Sánchez afirma sin ningún error que «las personas que nos implicamos en estas tareas contribuimos al desarrollo de nuestros barrios, pueblos y ciudades». Como ella, muchas son las personas que están ahí «al pie del cañón», ayudando a quienes más lo necesitan. Para Catalina es un orgullo y una satisfacción representar una labor tan necesaria como el voluntariado, y la sociedad le da las gracias por ello.

Catalina, como tantas y tantas mujeres, tuvo que hacer frente hace años a la lacra de la violencia de género. Un «duro golpe» que provocó que su autoestima «quedara por los suelos». Cuando sus vínculos sociales no iban más allá de «alguna visita al psicólogo» o «una conversación con familiares o amigos», se marcó su camino. Y en lugar de sociales sería más apropiado apuntar que esos vínculos eran ´familiares', pues fue su hijo Moisés quien le hizo ver en el voluntariado de la Cruz Roja la oportunidad perfecta para sanar: «Puedo afirmar que perdí la ilusión, pero hubo un rayo de luz que vino a través de mi hijo. Él me mostró el voluntariado de Cruz Roja como la oportunidad no solo para ayudar a los más vulnerables, sino también una oportunidad para ayudarme a mí, que en esos momentos era una de las personas más vulnerables que la sociedad podía tener», afirma Catalina.

Fue a través de las experiencias contadas por su hijo, que lleva ejerciendo de voluntario durante 13 años, que Catalina comenzó a pensar en cómo podría formar parte de esta organización. Y ya son más de tres años los que ´Cati' lleva ayudando a todo aquel que lo necesita.