Dicen que no hay nada más temido que aquello que se desconoce. La covid-19 irrumpió en nuestras vidas arrasándolo todo, y aún a día de hoy nos preguntamos cómo se le puede hacer frente con la máxima eficacia. Carmen Antolino Escribano, supervisora del Área de la Unidad de Cuidados Intensivos del Hospital Universitario Virgen de La Arrixaca, ha sido (y aún lo sigue siendo) una de las encargadas de velar por la salud de la población, haciendo frente a un virus que lamentablemente ha hecho aflorar los miedos más profundos del ser humano, pero que también nos ha permitido ser conscientes al resto de la sociedad del trabajo incansable de todo el personal sanitario.

La lejanía con la que se observaba en occidente el desarrollo del coronavirus hace exactamente un año se topó de bruces con la realidad unos meses después, que dio paso al descontrol y a una crisis sin precedentes en el sistema sanitario. Una de las razones por las que se entiende la virulencia con la que la covid-19 golpeó a todas las sociedades se encuentra en el carácter desconocido del propio virus, del que continuamente la ciencia sigue descubriendo cualidades. «Lo más duro a lo que nos hemos tenido que enfrentar durante este periodo de pandemia ha sido precisamente la incertidumbre de lo desconocido sobre esta enfermedad, no saber a qué nos íbamos a exponer», manifiesta Carmen Antolino, quien declara que «nunca he vivido a lo largo de mi carrera profesional como enfermera algo parecido»

Pese a la extrema dificultad y presión que acompaña a esta situación, los profesionales sanitarios se han mantenido en pie, como ese junco que se dobla pero no se quiebra, y es que parecen estar hechos de otra pasta. En su vocabulario no tiene cabida el término 'abandono', por muy torcidas que vengan.

Sin embargo, también el personal sanitario merece y necesita cuidados y apoyo profesional, más aún si cabe en situaciones tan complicadas y extendidas en el tiempo como la actual pandemia de coronavirus. Por este motivo, los equipos directivos de los centros sanitarios han trabajado también para mejorar la comunicación entre el personal y atender sus inquietudes, a través de talleres de control emocional. La ayuda ha sido una constante, y como afirma la supervisora de la UCI del Virgen de La Arrixaca: «En ningún momento nos hemos sentido abandonados o desprotegidos».

Sabedores de la profesión que ejercen y de todo lo que conlleva, los profesionales de la sanidad sí creen que la población sea consciente del esfuerzo y los riesgos que el sector sanitario asume durante esta pandemia, aunque también es cierto que «han notado una cierta relajación con respecto a la primera ola de la pandemia, y es muy importante que todos seamos responsables en estos momentos», explica Carmen.

Sin duda, uno de los daños colaterales más difíciles de digerir durante este periodo de pandemia ha sido la imposibilidad en muchos casos de despedirnos de aquellos seres queridos que, afectados o no por el virus, han acabado falleciendo en la soledad de una cama de hospital, con la única compañía del profesional de enfermería. Tratar a tantos pacientes de golpe, sabiendo que sus vidas penden de un hilo, ha generado una enorme ansiedad en los sanitarios, a quienes, como a Carmen, «les ha resultado enormemente complicado controlar ese factor emocional, tanto en el equipo de trabajo como con los familiares».

La soledad ha jugado, por desgracia, un papel protagonista y desolador en los últimos meses, en los que la prevención sanitaria ha negado por obligación las despedidas entre madres, padres, hijos y demás seres queridos. Por ello, desde la Unidad de Cuidados Intensivos del Hospital Universitario Virgen de La Arrixaca decidieron instalar recientemente un sistema de acompañamiento para los familiares de los pacientes con el objetivo de facilitar una despedida en una situación tan difícil como esta, «que en ocasiones y por desgracia es inevitable», afirma Carmen Antolino.