Podemos encontrar innumerables citas sobre el fracaso, pero pocas tan agudas como la que suele atribuirse a Thomas Alva Edison: «No he fracasado. He encontrado 10.000 soluciones que no funcionan». Una idea que sugiere que el verdadero fracaso es otra cosa, quizá, como afirmó Elbert Hubbard, un fracasado no es quien comete un error o no alcanza su objetivo sino el que es incapaz de convertir ese resultado en una experiencia productiva.

El catedrático de Cirugía en la Universidad Autónoma de Madrid, y jefe del departamento de Cirugía de la Fundación Jiménez Díaz (Grupo Quirón), Damián García Olmo (Murcia, 1958) entiende el fracaso de la misma manera. Conseguir una terapia con células madre efectiva para tratar la inflamación pulmonar vinculada a la covid en los casos más graves no fue precisamente fácil, como recuerda García Olmo. Esta terapia celular nació hace casi 20 años como tratamiento antiinflamatorio en la fístula de la Enfermedad de Crohn.

La investigación arrancó bien, «estábamos en el ojo del huracán», pero, como suele ocurrir en un país que ´arde en el fuego de la envidia' como escribió Cela, y donde para decir que algo es bueno se dice: ´Es envidiable', como recordó Borges, perdieron toda la financiación cuando se abrieron los sobres y comprobaron que los resultados del primer ensayo clínico de fase 3 no eran buenos; hubo un considerable escarnio público, cierto regocijo general, «nos acusaron de vender humo», lamenta.

Pese a todo, en cuanto se despejó la tristeza, aquel fracaso sirvió para estudiar a fondo qué había pasado, «por qué nuestros enfermos no habían ido mejor».

Encontraron las claves de lo sucedido y volvieron a proponer a los inversores trabajar en ello. Tras aceptar un nuevo intento, los resultados fueron esta vez positivos «y nos convertimos en los primeros del mundo en lograr terminar el ensayo clínico en fase 3 con éxito». García Olmo cree que ese fracaso fue clave, «si nos hubiera ido medio bien, hubiéramos seguido haciéndolo mal; los experimentos se hacen para saber si son positivos o negativos, si supiéramos que son positivos no los haríamos».

Ese conocimiento fue transferido en marzo a otro tipo de inflamación, la que provoca la covid en el pulmón en pacientes graves. El desafío estaba en cómo hacer llegar estas células al área afectada y que actuaran de la manera correcta una vez allí, «algo que resolvimos durante la primera ola», sostiene Damián García.

Este profesional fue un pionero con este fármaco tanto en su aplicación para la Enfermedad de Crohn como para la covid, y su idea se ha extendido por todo el mundo. A finales de noviembre de este año, la farmacéutica suiza Novartis anunció un acuerdo con la empresa australiana Mesoblast por cincuenta millones de dólares para comprar la licencia y los derechos de manera exclusiva de esta terapia celular con sello murciano.

Todavía recuerda que la primera clase que recibió como estudiante de Medicina en Murcia, en el año 1975, fue impartida por el profesor José Antonio Lozano Teruel, «no la olvidaré nunca; aquello marcó para siempre mi interés por la ciencia básica». Cuando hoy le veo en fundaciones que estimulan la difusión del conocimiento científico, como la Fundación de Estudios Médicos (FEM), no puedo sentir más que agradecimiento, porque la población debe conocer lo que está haciendo la ciencia, que el dinero público invertido supone desarrollos y avances científicos».

Para este profesional, en España quizá no haya mucho dinero para investigación, pero «hay mucha chispa, lo que los ingleses llaman ´serendipity', y en mi Murcia hay mucho talento de esa clase, mucha imaginación, se lanzan a unas hipótesis extraordinarias, y creo que hay una especial condición para inventar; otra cosa es que luego nos falten medios para llevarlas a la práctica».

Aunque lleva cerca de 30 años fuera de la Región, su cariño por esta tierra no ha desaparecido, «ni siquiera he perdido el acento, el otro día subí a un taxi en Madrid, y sólo con decir la dirección, el conductor me preguntó si era de Murcia».