Se cerraron parques y playas. Se prohibió salir a la calle. Pero ellos comenzaron a transformar los salones de sus casas, que se convertían en espacios de juego por la tarde en los que había libertad para sacar los juguetes; y por las mañanas, esos mismos salones eran las aulas del colegio: en unas ocasiones daban clases telemáticas con sus profesores, y en otras, eran los padres o hermanos mayores los que se convertían en sus maestros. Los pasillos de los hogares se transformaban en campos de fútbol, los que tenían un pequeño jardín o patio tuvieron más suerte. Jugaron como nunca con la familia a juegos de mesa, los dispositivos informáticos eran una buena forma de entretenimiento para pasar las largas horas encerrados en casa, y se acostumbraron a hablar con los primos y los abuelos a través de videollamadas. Pero nunca se quejaron, entendieron que la situación requería su esfuerzo y entendimiento.

Los niños son los héroes de las casas. Unas veces con capa, subidos en el sofá, y otras dando ejemplo de madurez a pesar de sus cortas edades. Entendieron a la primera que para superar esta pandemia había que hacer esfuerzos y cumplir las normas, hasta tal punto que, a la hora de montar el belén, Juan Antonio, de ocho años, exclamaba a sus padres: «¡Los Reyes Magos no pueden ir tan juntos! Hay que separarlos para guardar distancia de seguridad». Son el mayor ejemplo de concienciación.

Los niños y niñas estuvieron encerrados durante más de 40 días, tiempo que les permitió conocer lo que tenían a su alrededor, un paisaje sobre el que no habían reparado. Es el caso de Pablo Duro García, quien disfrutó del balcón de su casa más de lo que lo había hecho hasta esos días. Ahí, frente a ese espacio de su hogar, encontró a unos ´nuevos' vecinos mucho más mayores que él, tras las ventanas de la Residencia San Francisco de Águilas. Eran los abuelos residentes, con quienes comenzó a compartir saludo. Todos los días salía al balcón varias veces para saludarlos: «Desde mi casa veo seis o siete ventanas y a los abuelos sentados, yo los saludo a cualquier hora y ellos me responden con otro saludo», cuenta Pablo, un gesto que comprendió que era gratificante para sus vecinos, ahora ´amigos'.

Cuando el Ayuntamiento de Águilas instaló los arcos y adornos de la iluminación navideña en la avenida Juan Carlos I, uno de los laterales de la residencia, Pablo se dio cuenta de que los abuelos cuyas habitaciones dan hacia esa avenida sí podían disfrutar del decorado. Sin embargo, aquellos ancianos con vistas a la calle Candelaria, no alcanzaban a ver esa iluminación navideña. Por ello, decidió enviar un escrito a la alcaldía pidiendo que pusieran «luces en la calle Candelaria, donde está la entrada principal a la residencia», explicaba Pablo, para que «los abuelos que están frente a mi balcón también las puedan ver». Una petición que fue recibida por el consistorio aguileño y que, a pesar de la premura de tiempo con la llegada de la Navidad, con toda la iluminación instalada, ha reforzado de una forma importante toda la iluminación y decoración navideña de la Residencia San Francisco. Así, todos los abuelos pueden disfrutarla, como pedía Pablo, quien también ha querido colaborar llenando de luces navideñas el balcón de su casa como nunca antes había sido decorado.

Ahora hemos vuelto a ver a los niños por las playas, por los parques, y posiblemente, ni a los llamados ´más revoltosos' han tenido que pedirles que se pusieran la mascarilla, ni que respeten las distintas normas que a los adultos nos ha costado acostumbrarnos. Porque, en muchos casos, los más pequeños nos siguen dando lecciones de responsabilidad, una lección diaria de cómo afrontar esta pandemia. Incluso tras su regreso a los colegios, en los que se encontraron con parámetros totalmente distintos: señales en el suelo para guardar la distancia de separación, dispensadores de gel hidroalcohólico, vallas, diferentes entradas y salidas, nuevas reglas en los recreos... siguen siendo sus colegios, pero algo diferentes.

El regreso llegó a anhelarse demasiado, para poder reencontrase con sus amigos y profesores, a pesar de no poder jugar como antes. Con tanta madurez y responsabilidad se han adaptado a la nueva situación. Si a los padres el regreso al colegio les creaba dudas, los niños han demostrado que cumpliendo las normas se puede seguir con una actividad ´casi' normal. Ahora llega la Navidad, una época muy especial que este año será diferente para todos. No podremos reunirnos como antes, nos quejaremos y protestaremos ante las normativas de las autoridades, pero volverán a ser los niños, los héroes de la casa, los que vuelvan a dar una lección de comportamiento y responsabilidad a los mayores.