Antonio Acosta, cartagenero de 24 años de edad residente en Reino Unido desde verano del año pasado, recibía el lunes la vacuna contra la covid, algo «normal, como cualquier otra», explica el joven, que trabaja como enfermero en el Royal Devon Exeter, en el suroeste de la Gran Bretaña.

«Lo tienen todo muy calculado», comenta el sanitario a LA OPINIÓN horas después de ponerse la vacuna. «En el hospital hay un edificio para poner las vacunas, voluntarios y un sistema de sillas. Cuando se te llama, se entra y hay seis o siete mesas donde hay gente vacunándose, te pinchan y te dicen las contraindicaciones de la vacuna», detalla el joven. Especifica que, después del pinchazo, «tienes que esperar unos quince minutos y, si notas algo raro, levantas la mano».

En su caso, todo fue correctamente y marchó a su casa con una tarjeta que se acreditaba que se había vacunado, y la cual se recomienda que lleve siempre en su cartera, por si en algún momento tuviese que acreditar que ha recibido la vacuna, la de Pfizer.

Preguntado por si sintió tener, Acosta dice que no. «Yo no tuve miedo, pero junto a mí había gente más nerviosa, por todo lo que se ha dicho de los efectos secundarios», apostilla el chico. La vacuna, considera, «viene de una de las farmacéuticas más fuertes del mundo: con el presupuesto que han tenido, no creo que hayan sacado nada inseguro». Admite que «es verdad que los tiempos (un récord) en los que ha salido dan la razón a los escépticos, pero no creo que hayan aprobado nada que no se pueda aprobar».

«Los efectos secundarios pueden tardar años en aparecer: si es así, si tardan años, no tiene sentido retrasar más la vacunación», sentencia el cartagenero. «Yo soy procunas y espero que esto sea el principio del fin de todo esto», hace hincapié. Se ha demostrado, a su juicio, que «ni el confinamiento ni las mascarillas» han acabado con el coronavirus.

Sobre las condiciones laborales de los sanitarios en Inglaterra, comparadas con las de la Región de Murcia o España, el cartagenero admite que «en mi opinión, sí son mejores», dado que «aquí todo el mundo tiene trabajo, y puedes trabajar donde quieras y de lo que quieras». Además, «tienes carrera profesional, se te da la oportunidad de ascender». Valora el joven la formación que se da en la sanidad británica, ya que «en España te tiran a la piscina, aquí hay semanas de prueba; te cuidan bastante en ese sentido». Ahora, en tiempos de pandemia, «en Inglaterra faltan enfermeras en todas las unidades». Pese a esa estabilidad laboral y mejores condiciones, «en un futuro» sí piensa en regresar a su tierra natal.

Encontró el trabajo en la isla porque su hermana, que también es enfermera, «recibió una oferta de trabajo en la que buscaban gente en Inglaterra; yo acababa de terminar la carrera, veía el futuro un poco negro, se me daba bien el inglés? me presenté y me cogieron». Y ahí sigue.

La Navidad del coronavirus la pasará lejos de su familia, a la que no ve desde el verano, pues «la última vez que pude ir (a Murcia) fue en agosto y tuve que hacer quince días de cuarentena cuando volví» a Reino Unido. Ahora, con la cepa nueva, «no hay peor momento para intentar viajar», asume, por lo que pasará las fiestas «en casa, con poca gente» y esperando porque «el señor Boris Johnson saca nuevas restricciones cada día».