Hace más de 30 años que nos juntamos en El Pirata, un lugar para la música y la amistad. Decorado con la fórmula de poemas (uno de ellos de Paco Rabal) y dibujos amables, con una escultura de desnudo central, los fines de semana llenaban este bar los vecinos de La Alberca (Pascual, Emilio o Paco L. Baeza) y de Murcia (Nasera, Manolo Morillas, María y Paco Vidal). En uno de los grupos donde tuve la suerte de convivir con Paco Díaz (en la percusión), junto a Pepe Montoya (guitarra y cantante), Jordi, a la batería, y la voz ronca de blues de José Miguel, El Maestro, primo de Felipe Saura y de Bea Lira; y al baile Rosana con Hilaria, de Venta Quemada, y Emilio.

Pepa, la mujer de Paco Díaz, cantaba cosas de Ana Belén, Nasera baladas árabes y canciones francesas de retorno a Édith Piaf. Los boleros y coplas eran de Loly Agüera, que, con sus ojos verdes (los suyos y los de la copla) abría por la noche una ventana de romanticismo intachable y luz propia, nuestra amiga Loly, esposa de Enrique, madre de dos hijas y un hijo, que, a mis amigos el sabio de Pepe López y al escritor y periodista Ángel Montiel hacía sobresaltarse en El Pirata, que era tanto como emocionarse con aquella copla, entre otras, que se llamaba Tatuaje, es un ejemplo.

Noches de viejos tangos, canciones de amor y esos boleros de Loly, sentaban en la guitarra de Pepe en El Pirata, así se llamaba el lugar (yo sólo he visto uno parecido en Coimbra, de fados, que se llamaba Diligentzia). Nadie olvidará aquella Loly Agüera, ahora que se nos ha ido con el covid y otros males terribles. Pero sabemos que la recordaremos mientras tengamos memoria, para vivir aquellos recuerdos de amistad, de cariño, de cultura y de voces diversas y distintas entre las que triunfaba todas las noches nuestra Loly.

Que en paz descanse y que sepa su familia que nos deja un amable y excepcional recuerdo de persona que unía a distintos grupos culturales y amistosos de teatro, música, pintura y otros del asociacionismo alberqueño, como fue el de las personas maduras, un magnífico lugar cultural de distintas y diversas actividades que ella ponía en sus programas con aquel grupo que formaron la directiva del asociacionismo más certero y popular.

Gracias por todo ello, y nuestro más sentido pesar por el fallecimiento de nuestra siempre amiga Loly Agüera, que habrá llegado al cielo de los artistas con tanta pena como nos deja y tanta gloria que se lleva como artista polífacética.

Adiós a su voz que cantaba a marineros de su Mar Menor y desde aquellos ojos verdes que tenía.