El debate social sobre la obligatoriedad de las vacunas se ha intensificado en los últimos meses, tanto en España como en el resto del mundo. En 2017, Italia impuso 10 vacunas obligatorias y Francia 11 para enfermedades inmunoprevenibles, la mayoría infantiles. Ambas decisiones se justificaron en su día por el acusado descenso de las tasas de vacunación. Según diversos informes del Comité de Bioética, la Sociedad Española de Salud Pública y del Consejo de Colegios Oficiales de Médicos, la situación en España es distinta, con tasas de vacunación elevadas, por lo que la mayoría de los organismos oficiales sanitarios no recomiendan medidas coercitivas, ya que precipitar cambios normativos podría provocar el efecto contrario al deseado. Aun así, en caso de que se produzca un fuerte descenso de la tasa, hasta el punto de comprometer la protección del efecto rebaño, aconsejan retomar el debate.

El coordinador de CORECAAS, Abel Novoa, apuesta por convencer a la población con transparencia y rendición de cuentas, ya que la obligatoriedad «tendría un efecto paradójico, generando más desconfianza». El jefe de Cirugía del Hospital Universitario Fundación Jiménez Díaz, Damián García, tampoco es partidario, «no hay que tomar a los ciudadanos por idiotas y cuando les ofrezcas garantías, estoy seguro de que tomarán la decisión correcta; lo mismo pasó al principio con la gripe, y cuando todos fueron testigos de la disminución de la mortalidad en la población mayor se acabó el debate». García Olmo apuesta por la educación, «y cuando las publicaciones y la comunidad científica refrenden la seguridad de las vacunas», está convencido de que no habrá problemas, «las democracias modernas, con información adecuada, normalmente no tiene que utilizar sistemas asiáticos de imposición».