La polémica suscitada en las redes sociales por el caso de una enfermera que dio positivo en coronavirus y sus compañeras de piso, que la conminaron a irse de casa, ha puesto sobre la palestra la realidad de las miles de personas que comparten vivienda en Murcia, a veces con inquilinos completamente desconocidos. Lo que pesa, ante todo, es la incertidumbre por no saber cómo evolucionará la pandemia. Y, ante esa inseguridad, se hace necesario adoptar nuevos hábitos a la hora de compartir piso en la Región, ya sean trabajadores o estudiantes.

A. P., estudiante del máster de Marketing Digital y Analítico en la Universidad de Murcia (UMU), convive con dos chicas más. Cuenta a este medio que su compañera de piso les alertó cuando empezó a tener fiebre, por lo que tuvo que guardar cuarentena hasta que le llegaron los resultados de la PCR. Mientras tanto, las otras dos convivientes realizaban vida normal fuera del piso. Por solidaridad le hacían la comida y la llevaban a la puerta de su habitación. El piso cuenta con dos baños, por lo que uno de ellos se lo reservaron a la enferma de covid. «Lo que le pasó a ella le puede ocurrir a cualquiera. Teníamos que ayudarla», manifiesta la estudiante. Finalmente, la contagiada se marchó a la casa de su novio, quien también dio positivo, saltándose todas las recomendaciones de confinamiento por infección.

Por otro lado, Jose Carlos Martínez, un enfermero del Hospital Reina Sofía, declara que lleva a su piso, compartido con un amigo íntimo y su primo, los hábitos que aprende en su trabajo, como llevar la mascarilla o el uso del gel hidroalcohólico: «Son actos que como los tienes tan automatizados en el hospital los trasladas a tu vida diaria». El enfermero confiesa que lo primero que hace al llegar a casa después de un turno en el hospital es «ir a la ducha directamente». Cuenta que en la entrada hay un spray desinfectante «para que todo aquel que entre a nuestra casa, se lo eche en el calzado». Respecto a las normas, Martínez advierte que limita el aforo en su vivienda en la medida de lo posible y desinfectan constantemente la cocina y el salón, «donde estamos más».

En circunstancias parecidas se encuentra Arturo Caracena, un alumno en prácticas de una clínica de fisioterapia en Mazarrón. Comparte piso con un compañero del trabajo y cuenta que procuran mantener la casa siempre limpia, desinfectándola de manera continua y cambiando las toallas. Confiesa no tener miedo al virus porque siempre extrema las precauciones de higiene y las distancias sociales: «Hay que vivir con normalidad, pero siempre respetando las normas de seguridad». Cuenta que su círculo social es cerrado y que por eso está «más tranquilo». Caracena acordó con su compañero de piso que antes de llevar a gente a casa se lo consultaría para no coincidir con el otro que también tiene a otras personas.

En la misma línea, María Hernández, de Nerpio, estudiante de psicología en la UMU, que convive con otras dos chicas, reconoce que las normas de limpieza y el límite de aforo lo llevan «a pies juntillas». La joven de 18 años revela que «aún limitando el número de visitas al piso, nos llevamos un susto porque uno de nuestros invitados dio positivo». A colación del contagio de su amigo admite que han extremado «más aún» las precauciones «por si acaso». Lo mismo sucede en el entorno de otra chica, Marta Hernández, quien recientemente ha acabado el máster universitario en Análisis Político Aplicado en la UMU. Marta apunta que las dos compañeras con las que comparte el piso eran unas completas desconocidas cuando empezaron a convivir: «Hacemos vida normal dentro de las restricciones externas. Aquí no hemos puesto normas porque vamos todas a una, somos un bloque. Somos concientes de que si una se contagia nos contagiamos todas». Recalca que tienen un cículo social muy íntimo y que por eso se siente más segura.

En cambio, Omar Pino, estudiante de Ciencias de la Actividad Física y del Deporte (CAFD) en la extensión de la UMU en San Javier, señala que este año prefirió no compartir piso y quedarse en su vivienda familiar en la pedanía de Guadalupe por «cómo están las cosas». La UMU da la posibilidad de dar las clases online: «A l final opté por no compartir para prevenir un posible contagio y conectarme a las clases virtuales desde mi propia casa».

Ante esta situación de incertidumbre se ha creado la cláusula ´anticovid´ en los contratos de alquileres tanto de locales comerciales como residenciales, especialmente entre pisos destinados a la población universitaria. Se trata de una disposición que prevé cómo adaptar el contrato en caso de que se produzca un nuevo confinamiento. Se ha convertido en una tendencia que se empieza a extender en la Región, según explicó a este diario María Dolores Alcover Aguilar García, presidenta del Colegio de Agentes de la Propiedad Inmobiliaria (API) de Murcia. «Si hubiese un nuevo confinamiento, perjudicaría a todas las partes: propietario e inquilino», sentenció Alcover.

Por ello, una posible solución puede ser acordar una reducción de la renta durante el periodo que pueda prolongarse un posible nuevo confinamiento, con el fin de que los estudiantes sigan en el piso de alquiler para continuar con la docencia online.