Cada vez más adictos a las pantallas de los móviles, tabletas o televisiones. El confinamiento vivido hace unos meses sigue haciendo mella en los más pequeños de la casa y los psicólogos advierten de que las posibles consecuencias negativas del encierro en casa siguen siendo visibles ahora entre los menores.

Según un estudio realizado durante el pasado mes de octubre a nivel nacional, en el que participaron centenares de familias, se destaca que hasta el 85% de los niños de 7 a 15 años ha cambiado los amigos por estos dispositivos electrónicos y se ha aislado socialmente a consecuencia de las medidas que exige la crisis sanitaria del coronavirus.

Desde el Colegio Oficial de Psicólogos de la Región de Murcia, Juan Pedro Martínez, experto en psicología educativa, confirma que «el abuso de las pantallas y la dependencia a las mismas ha aumentado durante la pandemia», y señala que, entre los riesgos psicológicos, pueden estar la ansiedad, dificultades de aprendizaje en el ámbito escolar, inquietud cuando no se están utilizando y problemas de conducta ante el intento familiar de regular su uso».

Entre las posibles propuestas para paliar estas conductas negativas en los menores, están la regulación del uso de los dispositivos móviles con un máximo de tiempo de exposición, aprovechar el efecto reforzador de las pantallas, dejándoselas cuando hayan realizado las tareas escolares, nunca antes; o evitar su uso después de cenar, puesto que su luz tiene un efecto activador, entre otras.

En este sentido, Martínez resalta que los principales problemas psicológicos detectados en los menores tras el confinamiento son aquellos relativos a «un aumento de los niveles de estrés, problemas de sueño, dificultades para concentrarse, cambios negativos en las pautas y rutinas diarias, sintomatología depresiva, aumento de los síntomas asociados a los trastornos obsesivos-compulsivos o fobia social».

Síntomas depresivos

Respecto a la detección de la depresión en menores, el psicólogo advierte de que existe una amplia variedad de síntomas en los pequeños que deben poner en situación de alerta: apatía, aislamiento social, somnolencia o insomnio o falta de apetito, aunque una de las más preocupantes es la desesperanza, «es decir, una perspectiva negativa sobre su futuro, sin planes, sin proyectos de vida», señala Martínez.

«Los síntomas son muy amplios e idiosincrásicos por lo que no vale una fórmula unitaria. Es preciso consultar con profesionales de la psicología para un diagnóstico certero y una respuesta lo más precoz posible. A mayor rapidez en la intervención, mayor efectividad», puntualiza.