Sostienen los psicólogos de la asociación R-inicia-T que un hombre condenado por violencia machista puede ser reinsertado en sociedad. «Lo evidencian estadísticas y seguimientos del propio Ministerio del Interior, se logran tasas de no reincidencia superiores al 93,2%», subrayan Felipe Martín y Gustavo Tapioles Martínez, presidente y vicepresidente respectivamente de la asociación, que atienden a LA OPINIÓN entre charla y charla a penados (prefieren llamarlos así en vez de referirse a ellos como maltratadores). Concienciados con la violencia machista («es una realidad que millones de mujeres viven constantemente en todo el mundo»), destaca Martín, parte de su trabajo está en dar terapia al agresor.

¿Cómo se puso en marcha en la Región de Murcia el programa para asistir a condenados por violencia de género?

La puesta en marcha fue en gran medida gracias a la colaboración de las profesionales del CIS Guillermo Miranda, encabezado por Isabel, su directora, quien apreció la necesidad y urgencia del servicio y facilitó su gestión. Nosotros nos encargamos del tratamiento por agresores condenados por delitos relacionados con la violencia de género, en medidas alternativas en el área judicial de Cartagena desde 2018, a través de un convenio de colaboración con la Secretaría General de Instituciones Penitenciarias del Ministerio del Interior, convenio que ha sido publicado en el BOE recientemente. Aunque nos ocupemos del área judicial de Cartagena, recibimos penados de todos los puntos de la Región debido al alto número de denuncias y sus correspondientes condenas, cada vez más frecuentes, y con una muy importante incidencia como consecuencia del confinamiento y la restricción de movimientos que hemos tenido como consecuencia de la situación sanitaria. De hecho, la asociación R-inicia-T nació tras percibir carencias en nuestra zona relacionadas con la forma de perseguir el objetivo europeo de reinserción de los penados y lo consideramos como una forma de prevención primaria, ya que persigue cortocircuitar el ciclo en el que se mueven los agresores intentando que no vuelvan a agredir aprendiendo a resolver sus conflictos de otra manera y promocionando el cambio tipo 2, el más duradero, ya que no se le dice al penado cómo tiene que hacer las cosas en el futuro, sino que se le facilitan las herramientas para que materialice el cambio por él mismo.

Los psicólogos, ayer en su sede de Cartagena. Iván Urquízar

¿A cuántos maltratadores se ha atendido desde la puesta en marcha del programa?

Hemos llevado hasta ahora tres grupos de personas condenadas por delitos de violencia de género: más de 30 personas se han beneficiado del programa, en sustitución de los tradicionales trabajos en beneficio de la comunidad u otras medidas alternativas a la entrada en prisión que no conllevan ninguna carga formativa ni posibilidad de cambio en el penado salvo evitar una nueva condena. La cuestión está precisamente ahí, ya que pensamos se trata de un proceso de cambio a través de una intervención formativa de unos 11 meses de duración en los que se trabaja con todos los aspectos emocionales, sociales, conductuales y cognitivos que acompañan a los comportamientos violentos, a la vez que se reestructuran estereotipos de género y esquemas cognitivos tradicionales, con claros tintes machistas.

¿Cómo es la primera toma de contacto con un maltratador que quiere dejar de serlo?

La primera toma de contacto con los penados es grupal, hay una primera sesión en la que explicamos los contenidos del programa y las normas de comportamiento que deben respetar a lo largo del desarrollo del mismo. Hay de todo entre sus actitudes, lo normal es que lleguen expectantes, sin saber exactamente de qué va el programa y en algunos casos enfadados con la medida si no se han responsabilizado de sus acciones y echan la culpa de su situación a las víctimas y la evolución se aprecia en los primeros meses, ya que, después de esta primera sesión, tenemos tres sesiones individuales con cada uno de ellos, donde evaluamos su predisposición al cambio, entre otras variables y trabajamos en la acomodación al programa, algo fundamental de cara a conseguir los cambios deseados.

¿Se puede llegar a reinsertar un hombre así de violento?

Es evidente que sí y lo evidencian estadísticas y seguimientos del propio Ministerio del Interior, se logran tasas de no reincidencia superiores al 93,2%. Normalmente, nadie nos enseña a relacionarnos de manera adecuada y de solventar este tipo de problemáticas, ni en la escuela, ni entre amigos, ni muchas en veces en familia, ya que en ocasiones es tema tabú y cada uno se forma con experiencias propias y ajenas, medios de comunicación y entornos con los que interacciona. Al final todos queremos ser felices y sentirnos bien, y conocen a través de este programa formas diferentes de gestionar sus relaciones, sus emociones, sus pensamientos, y por lo tanto sus conductas. Descubren en muchas ocasiones que tenían esquemas de pensamientos anticuados y establecían sus relaciones de pareja de forma asimétrica, imposibilitando su propio bienestar dentro de la relación. El perfil del agresor por violencia de género es muy diverso, por lo tanto intervienen muchas variables en su completa reinserción en la sociedad, pero es esperanzador ver que cada día hay más agresores condenados que probablemente no volverán a serlo, no generando nuevas víctimas y haciendo una sociedad un poco más igualitaria...

La terapia con estos individuos, ¿es para toda la vida?

Como en toda terapia, en todo programa de intervención, que los aprendizajes perduren en el tiempo depende del propio receptor de la acción en gran medida, pero es lógico pensar que si aprenden una forma distinta de gestionar sus relaciones y sus conflictos, dentro y fuera de la pareja y esto les lleva a vivir mejor y más felices y acercarse a sus familias, quieran conservar los cambios que le han llevado a ello, no obstante, no es una regla fija, aunque los estudios y seguimientos hechos y publicados son esperanzadores.

"Suelen ser personas inestables"

A este programa, PRIA-MA, «acuden aquellos hombres cuya condena judicial por violencia de género supone una pena inferior a dos años de cárcel, siempre que no tengan antecedentes o su condena sea inferior a los dos años», detallan los impulsores de este iniciativa. En lugar de ir a prisión, el juez impone al penado medidas alternativas a su entrada a prisión enviándolos a una terapia psicológica (grupal e individual) que dura aproximadamente once meses y que llevan a cabo distintas organizaciones según cada comunidad. Todas ellas deben estar homologadas por Instituciones Penitenciarias, que es quien remite a los usuarios.

Preguntados por cuáles son los sentimientos que predominan en los maltratadores que les llegan, los psicólogos Felipe Martín Naranjo y Gustavo Tapioles Martínez indican que «son tan diversos como los participantes, de la misma manera que la evolución en esas emociones que traen al principio, van desde el rechazo a todo lo que tenga que ver con el feminismo o las mujeres hasta el arrepentimiento y la aceptación de tener un problema que pueden solucionar».

En este sentido, apuntan que «la evolución se hace explícita en el desarrollo de las sesiones, como corroboran estadísticas realizadas con posterioridad a la realización del programa a penados, con seguimientos de hasta cinco años, donde se establecen tasas de no reincidencia superiores al 93,2%, siendo este tipo de delitos los que albergan mayor probabilidad a reincidir».

Acerca de qué dicen ellos, por qué alegan que tuvieron esta conducta con sus parejas, los expertos manifiestan que «los motivos son muy variados, pero básicamente y simplificando muchísimo se trata de una forma distorsionada de interpretar la realidad que les rodea».

«Cada uno de nosotros formamos nuestros esquemas mentales desde que tenemos uso de razón y a lo largo de toda nuestra vida, siendo estos esquemas los que actúan de filtro para la interpretación de todo lo que nos pase en la vida:si los esquemas mentales están cargados de estereotipos de género anticuados, distorsiones cognitivas variadas o rasgos machistas, es fácil entender que interpreten como faltas de respeto actitudes de la víctima que claramente no lo son y sentirse atacado por ellas, con su correspondiente defensa», detallan.

Los maltratadores, además, «suelen ser también personas inestables emocionalmente hablando y con un escaso control de impulsos, por lo que es común que justifiquen al principio sus acciones, extremo que va cambiando a lo largo del programa: van progresivamente responsabilizándose de sus acciones y dejando de justificarlas, hasta la completa responsabilización de las mismas en la mayoría de los casos, aprendiendo y reforzandoherramientas relacionadas con la autoestima, desconfianza, resolución de conflictos, control de impulsos, etcétera», remarcan.

Insisten los expertos en que la reinserción, gracias a programas como el que desarrollan, es una realidad: «se han hecho estudios para evaluar la eficacia de los programas de rehabilitación de agresores y los resultados no dejan lugar a dudas».