A estas alturas de la pandemia ya es evidente que la economía global está sufriendo un desgaste agresivo. Las medidas del confinamiento en el mes de marzo, las limitaciones de aforo y ahora el cierre de la hostelería han hecho que muchos negocios se pongan de rodillas frente al virus. No obstante, estas mismas medidas han ayudado a prosperar a otros negocios como los servicios de comidas para llevar o a domicilio (take away).

En el caso de los bares y restaurantes de la Región, el sábado 7 de noviembre tuvieron que acatar la medida restrictiva de cerrar sus puertas al público para frenar el avance del coronavirus. Esto se sumó al cierre perimetral y al confinamiento de todos sus municipios.

«Desde aquel sábado ya se notó el incremento del 50% de ventas», declara Alicia, la encargada de uno de los Despachos Comidas Sole. Igual ocurre con el local de ventas de comidas caseras Marcha y Pasa, donde aseguran tener una subida de un 10%.

En la misma línea confiesa Isabel Rivera, dueña de La Olla: «Me da pena por los compañeros de la hostelería, pero sí es cierto que desde que ellos cerraron nuestras ventas han aumentado». En su caso han subido un 20% más.

La Olla es uno de los negocios que se ha tenido que reinventar a sus 38 años de historia para poder surfear la ola sanitaria: «Cuando empezó la pandemia, no había gente en la calle y se vendía muy poco porque nadie podía salir. A raíz de eso creamos el servicio a domicilio. Era la única manera de subsistir».

La Olla lleva funcionando desde el año 1982. El negocio lo abrió la madre de Isabel Rivera y ella desvela a este medio su método de trabajo que ahora con la pandemia le ha resultado bastante útil: «Desde hace 38 años nuestro sistema de trabajo es terminar el plato y envasarlo con termosellado». Esto hace que la caducidad de los potajes o los guisos se prolongue en el tiempo y «te lo puedes comer hasta tres o cuatro días después porque estará bueno». Los demás platos cuando los sacan del horno, los meten en «el calientaplatos, que es como una fermentadora que guarda el calor para que el cliente cuando llegue a casa al destaparlo vea que está jugoso y que esté como recién hecho». Así pues, en los tiempos pandémicos que le ha tocado vivir a este negocio le ha venido bien su sistema de trabajo porque «es más higiénico».

En general, los días con más ventas en los 'takeaway' son los fines de semana porque «la gente viene pidiendo tapas, pollos asados y cervezas», admite Alicia. No obstante, apunta que en los días laborables acuden más trabajadores como los albañiles, electricistas o incluso los chófers de los autobuses porque «no tienen dónde ir para comprarse aunque sea un bocadillo al haber estado todos los bares cerrados».

Algunos bancos de la ciudad se convierten en improvisados merenderos donde se reunen los trabajadores del sector de la construcción para almorzar. «Ahora nos toca tirar de las comidas para llevar» , cuenta a este medio Emilio, un albañil que estaba comiendo su pollo frito envasado junto a sus compañeros de trabajo.

Es preciso destacar que en los supermercados también han incrementado las ventas de los envases de comidas precocinadas. «En estos días ha subido la demanda de este tipo de productos hasta un 35%», enfatiza Marisol Suárez, gerente de una conocida cadena de supermercados de la capital murciana.