Por la celebración del Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, el 25 de noviembre, LA OPINIÓN ofrecerá cada fin de semana un reportaje sobre los recursos que tiene la Dirección General de la Mujer para atajar esta lacra. En esta ocasión, una mirada por los centros que se convierten en un oasis de salvación.

Tal y como explican desde entidades que gestionan estos recursos, en relación a violencia de género, en la actualidad, existe una red de recursos para atender a las mujeres víctimas, que recientemente ha sido ampliada y hace que las plazas actuales que hay en la Región de Murcia sean suficientes para cubrir la demanda de viviendas. La Dirección General de Mujer y Diversidad de Género financia un total de 13 casas de acogida para mujeres víctimas de violencia de género con sus hijos e hijas, si los hubiese.

La Asociación Columbares gestiona en la actualidad dos de las 13 viviendas destinadas a tal fin gracias a la financiación recibida del Pacto de Estado a través de dicha Dirección General. La asociación Beto se ocupa de otras casas. La ubicación es confidencial, para que los maltratadores no puedan encontrar a las mujeres que han escapado de su violencia.

En los recursos que atienden a las mujeres víctimas de violencia de género, cavis, Centro de Emergencias y Viviendas de acogida tanto de administraciones como de asociaciones, se trabaja con equipos multidisciplinares que atienden a las mujeres que se encuentran en extrema vulnerabilidad.

Aída Mª Rabadán, de Columbares, en un parque de Murcia. Israel Sánchez

«Cuando una mujer víctima de violencia de género entra en una casa de acogida, viene de haber vivido un proceso doloroso. No sólo provocado por la situación de maltrato, lo cual es dramático, sino por la situación de desarraigo que sufre, al quedar apartada de su entorno por motivos de protección». Así se expresa Aída Mª Rabadán, que coordina los recursos de acogida de Columbares.

¿Cómo se hace para canalizar el miedo con el que llegan las mujeres a este lugar?

Algunas mujeres llegan con síntomas de estrés postraumático: ansiedad, insomnio, estado de alerta y necesitan un proceso de adaptación para poder sentirse en calma y volver a confiar en la vida. Nuestra intervención ahí para canalizar ese miedo consiste en ofrecerles una acogida lo más humana y cálida posible en la que puedan sentirse de verdad a salvo. Y posteriormente, poco a poco, acompañarlas en su proceso individual para ayudarlas a gestionar sus emociones, a desarrollar herramientas de empoderamiento personal y que vuelvan a tomar las riendas de sus vidas.

En la recuperación de estas mujeres, ¿tiene más peso el aspecto psicológico o el social?

En nuestra opinión, son dos aspectos que han de trabajarse paralelamente, ya que actúan con fuerza recíproca entre ellos. Por un lado, se hace necesario conseguir autonomía económica, recomponer su parte social que ha quedado asolada, intentando restablecer vínculos sociales (hacer amigos), familiares (volver a contactar), adaptarse a un nuevo entorno y, en muchos casos, hasta la tarea de ‘conocer el mundo’. Por otro lado y como comentábamos, de forma paralela, incidir en el aspecto psicológico, basado en el tratamiento del dolor emocional causado por la violencia recibida, consciente o inconscientemente, para trabajar los mecanismos psicológicos de defensa que han desarrollado, de forma que puedan sanar la herida, el dolor, trabajar el empoderamiento individual que les lleve al desarrollo de su autoestima y les ayude a enfocarse en su situación social y laboral.

¿Ha ocurrido alguna vez que un maltratador ha localizado el centro e intentado acceder al mismo?

En el tiempo en el que llevamos gestionando estos recursos, en la Asociación Columbares, no se nos ha dado el caso. No obstante, llegado el momento, el dispositivo de protección existente en la región, cuenta con la una red de recursos y con la colaboración del Cuerpo de la Policía Nacional, que hace factible la reubicación inmediata y evitar así todo este tipo de situaciones.

¿Cuánto tiempo de media pasan las mujeres en el centro hasta que salen recuperadas?

Cuando una mujer no tiene hijos ni hijas a cargo, suelen independizarse antes, ya que tienen más posibilidades y facilidades de tener acceso al alquiler de una habitación o de una vivienda compartida, trasladarse a casa de alguien conocido…En estos casos la estancia suele ser de unos seis meses. La media, siete meses.

Teresa Meseguer, en su despacho de la fundación. Israel Sánchez

Temehi es un centro de carácter socio-sanitario dirigido a mujeres mayores de edad con adicciones que, además, pueden sufrir violencia género y que expresan voluntariamente el deseo de ingreso en la comunidad. Teresa Meseguer es su directora.

¿Es doblemente vulnerable una mujer víctima de violencia de género y además adicta que otra que no lo es?

Sí, por supuesto. Una mujer víctima de violencia de género y adicta presenta un doble factor de riesgo, y en la mayoría de casos, se considera que el maltrato predispone la adición a la víctima. Durante el desarrollo del programa de rehabilitación y deshabituación de adicciones en mujeres, se observa, que las usuarias normalizan que se les agreda si presentan conductas adictivas, incluso ‘comprenden’ y justifican que sus compañeros sentimentales se tornen más agresivos cuando están bajo efectos de sustancias. Sin embargo, esta compresión no la tienen hacia ellas mismas, por lo que, por medio del programa, se pretende que las usuarias tomen consciencia de la normalización que utilizaban hasta el momento para explicar la violencia que han recibido y empoderarlas para construir relaciones sanas. Esta normalización de la adicción por parte del género masculino y la persecución y estigma que sufre la mujer consumidora, está relacionada con el cumplimiento de los roles de género impuesto para cada sexo, así como la transgresión de género que supone ser mujer y sufrir una adición de sustancias.

¿Está la sociedad receptiva a la hora de reintegrar a este tipo de mujeres?

Nos encontramos de todo, pero en la sociedad siguen presentes estereotipos y poca sensibilidad hacia este colectivo, pues se considera la drogodependencia como un problema social, y como tal, se genera alarma social y rechazo en la sociedad. Sin embargo, seguimos luchando por la reinserción social plena de las usuarias, y la erradicación de falsos estereotipos.

¿Hay lista de espera para acceder a este centro?

Por motivos de la covid se paralizaron los ingresos de las usuarias como medida preventiva de propagación del virus. Una vez que dicha restricción fue ejecutada, aumentaron los ingresos, y a día de hoy contamos con una numerosa lista de espera, que esperamos poder cubrir cuanto antes, ya que nos gustaría dar la mayor cobertura posible y ayudar a toda mujer que requiera del servicio.

En España hay muy pocos centros como este. ¿A qué cree que se debe?

Suponemos que puede deberse a la poca sensibilidad para aplicar un enfoque de género a los programas de drogodependencia. Además, puede deberse también, a la mayor invisibilidad del consumo en la mujer y al daño sufrido en la propia imagen, ya que las mujeres adictas perciben un mayor rechazo social en comparación con los hombres drogodependientes, en los vínculos familiares o las dificultades añadidas en el caso de ser madres.