«Alguno sí ha venido, que se ha pensado que al ser confitería se podía», admite una de las empleadas de una cafetería y pastelería del barrio de San Pedro, en Murcia, donde se pueden coger cafés para llevar, pero tanto la barra como las mesas están precintadas. A falta de bares abiertos, ir de compras o coger la bici eran opciones. En la Plaza de las Flores y la de Santa Catalina caminaba la gente entre la tristeza de no tener una terraza donde tomarse una caña y una marinera.

Comiendo pasteles de carne estaban ayer José Antonio y su familia en un banco. «Hemos salido a dar una vuelta, no somos mucho de bares, pero hace tiempo que no nos tomamos un pastel de Bonache y aquí estamos», comenta este vecino de Murcia. Enfrente, en El Secreto, dos trabajadores adecentaban el local no para abrir, sino para hacer un parón de quince días.

«Anoche (por el viernes) es que no dio tiempo a limpiar, estamos aprovechando hoy y ya para casa», comenta Francisco López, uno de los empleados. «Esperemos que sean quince días», desea, al tiempo que rememora que el viernes, en la despedida de los bares «hasta vino la Policía, con dos furgones», dado que «a las once y veinte había gente todavía» en la puerta.

En toda la Región, la gente, que echará de menos a los bares, aplaudió a rabiar en el hasta luego, que todos, hosteleros y clientes, esperan que sea lo más breve posible. En la calle Santa Teresa, la vida seguía como un sábado por la mañana más, con colas en la carnicería y la pescadería. Solo faltaban las terrazas.

En la Gran Vía de Murcia, mientras tanto, afluencia de personas con bolsas de tiendas de ropa en las manos. A falta de terrazas, «te entretienes viendo maquillajes o ropa, y algo cae, si se puede», apostilla Carmen, de 29 años. A la pregunta de a qué van a dedicar sus fines de semana, ahora que no hay aperitivo ni tardeo que valga, muchos murcianos coinciden en que «habrá que tomarse el aperitivo en casa, aunque sean unas olivas y unas patatas con la cerveza en el balcón».

«Tampoco te creas que hay mucho dinero para ir saliendo de bares», comenta Rosa, de 50 años, que trabaja como autónoma. «Quedaremos en las casas», destaca Mar, que considera que no hace «daño a ninguna otra persona ni mato a nadie» por «tomarme una cerveza con mi madre, con mis amigas o con mi novio», y deja claro que entre sus planes no está «hacer un botelleo con desconocidos», sino «hacer vida normal, que dentro de mi casa no perjudico a nadie.» «Dicen que la hostelería no es esencial cuando es la principal fuente de ingresos del país», opina Francisco Gómez, que cree que los hosteleros «tendrán que ir a las colas del hambre, porque los ERTE no dan para mucho».