El Instituto Oceanográfico Español recogió en su informe sobre la ‘Evolución y estado actual del Mar Menor en relación al proceso de eutrofización y sus causas’ remitido este año al Ministerio para la Transición Ecológica los efectos colaterales que el estado del Mar Menor ha tenido sobre el Mediterráneo, comenzando por los niveles de salinidad. Al mantener la laguna un rango de salinidad de entre 42 y 47 gramos de sal por litro, supone tener entre 2 y 7 puntos de salinidad por encima del agua mediterránea. Los flujos de agua de la laguna hacia el exterior, especialmente a través del canal del Estacio, pueden ocasionar un estrés hipersalino a los ecosistemas del Mediterráneo, sobre todo en su afectación a la ‘Posidonia oceanica’.

Además, se ha constatado una mayor influencia del nitrógeno por las elevadas concentraciones detectadas en el agua que sale del Mar Menor. La combinación tanto de salinidad como de nitrógeno en cantidades importantes «provocaron en las plantas de Posidonia un estado de estrés fisiológico energéticamente muy costoso, que no tenía un efecto a nivel de la estructura de la pradera pero sí en el tamaño de las plantas, siendo estas considerablemente más pequeñas que las de las praderas del entorno de la Isla Grosa». La influencia del Mar Menor sobre el mar Mediterráneo también se ve reflejado en la concentración de pesticidas en sedimentos próximos a la Isla Grosa, según un estudio científico de 2017.

A partir de la proliferación fitoplanctónica de 2016 en el Mar Menor, la masa de agua que salía por el Estacio transportaba no solo una alta salinidad y concentración de nutrientes característica de la laguna, sino también «altas concentraciones de productos turbidíticos y clorofila que podrían haber intensificado el estrés sobre la pradera de Posidonia y causar alteraciones significativas del hábitat», subraya el IEO.

Precisamente a partir de 2016 se observó una rápida reducción de la densidad «de haces en una serie de parcelas permanentes situadas en la zona de influencia frente al Estacio, monitorizadas cada año desde 2012». Hasta entonces, señala el instituto, esta pradera mostraba una dinámica igual a la de la zona de la Isla Grosa, pero a partir del 2016 el deterioro en la pradera se hizo patente y las plantas llegaron a desaparecer por completo en la mayoría de parcelas monitorizadas.

Este cambio, explican, se atribuyó a la reducción de la luz causada por la turbidez del agua del Mar Menor, y su acción combinada con los componentes de estrés ya existentes, que son «la hipersalinidad y el exceso de nutrientes». Para comprobar que esto no era un fenómeno local y que estaba relacionado con la ‘pluma hipersalina’, en 2020 se volvió a realizar un muestreo. Se demostró que las zonas donde se produce una reducción significativa de las praderas es entre la bocana del Estacio y la Isla Grosa. «En el caso de la densidad de haces, la zona más alterada se localiza en un área asociada a la bocana del Estacio, pero en el caso de la cobertura esta área alterada es mucho más amplia y se extiende hasta las proximidades de la Isla Grosa».

En el caso de la densidad de haces de Posidonia se ha estimado una reducción de más de 100 haces por metro cuadrado en 56,4 hectáreas y de más de 300 haces por metro cuadrado en 28,5 hectáreas.

El IEO señala que hay que reflexionar sobre las consecuencias colaterales que puede tener sobre los hábitats marinos fuera de la laguna la alteración de los flujos de intercambio entre el Mar Menor y el Mediterráneo, o los vertidos masivos de aguas de la laguna hacia este último.