¿Por qué tenemos la necesidad de querer acceder hasta el último punto del Mar Menor? La pregunta es bien sencilla y su intención es dar a comprender que no tenemos derecho a impactar en el medio ambiente para mejorar la accesibilidad o buscar un revulsivo económico aparentemente positivo. Esta cuestión la plantea Gustavo Ballesteros, doctor en Geografía por la Universidad de Murcia y coordinador del Proyecto LIFE-Salinas, que ha analizado todas las propuestas que hasta ahora se han realizado para conseguir un acceso directo al norte de La Manga.

Una carretera entre el norte de la Manga y la población de San Pedro del Pinatar cruzando las Encañizadas, una pasarela peatonal o un túnel submarino que conectaría la autovía AP-7 con la zona residencial Veneziola son algunas propuestas que tanto ayuntamientos como los distintos Gobiernos regionales han planteado como forma de dinamizar y hacer más accesible el turismo a la zona norte de la Manga del Mar Menor. Estos proyectos también los han solicitado vecinos y empresarios de La Manga durante años y han recibido el impulso de organizaciones como la Asociación de Empresarios de Hostelería y Alojamientos Turísticos de la Costa Cálida (Hostetur) en 2012 o la Asociación de Comerciantes y Empresarios de La Manga en 2015.

Todos estas infraestructuras han acabado en dique seco, y la conclusión a la que llega el investigador de la UMU tras estudiarlas, por si acaso vuelven a estar encima de la mesa, es que los impactos ambientales y económicos en el territorio que tendrían que atravesar estas conexiones podrían ser superiores a los beneficios económicos previstos para La Manga.

De por medio está el Parque Regional de las Salinas y Arenales de San Pedro del Pinatar y toda la biodiversidad que guarda. Con una superficie de unas 856 hectáreas distribuidas a lo largo de siete kilómetros de costa, arenales, dunas, salinas y marismas (Las Encañizadas), el impacto de la construcción de cualquier tipo de acceso supondría una amenaza para los tres hábitats marinos, nueve hábitats terrestres y sobre las 65 especies de aves acuáticas y otras aves asociadas a humedales que residen en las salinas o las Encañizadas.

«Las propuestas de conexión norte pueden significar la unión de dos territorios con una elevada población, que atravesaría a diario un espacio de gran valor ambiental y muy sensible a las alteraciones, pudiendo favorecer un efecto sinérgico, con pérdida de servicios ecosistémicos, que a la larga podría repercutir de forma negativa en el teórico desarrollo económico esperado», señala el análisis, que parte de una investigación realizada por Andrina Gincheva, graduada en Geografía y Ordenación del Territorio en la UMU.

Mejorar «el turismo precario»

«Hace tiempo que ningún empresario del entorno de La Manga ha vuelto a mencionar alguno de estos proyectos», reconocen desde Hostetur. El último en mencionar los beneficios económicos que supondría construir un acceso norte en La Manga fue el empresario Ángel Martínez, expresidente de la Cámara de Comercio de Murcia y de la FREMM, en una entrevista en este periódico.

Juan José López, presidente de Hostecar, señala que el turismo en el norte de La Manga «es precario» y que se podría plantear un acceso desde las Encañizadas equilibrando la protección ambiental y el impulso económico: «Tendríamos que saber llevar ambos aspectos a un punto intermedio».

Ballesteros remarca que «antes que plantear estos proyectos, la mejor forma de mejorar la calidad turística de La Manga es recuperar espacios demoliendo estructuras que ocupan el dominio público marítimo terrestre o desurbanizando el norte del Mar Menor». Según los datos que maneja el geógrafo, cada año 350.000 personas visitan el parque de Las Salinas, y la repercursión sobre este ecosistema con carreteras o pasarelas que conecten con La Manga también repercutiría en el turismo de salud que se desarrolla en las charcas de los Baños de Lodo. La actividad pesquera en las Encañizadas también se vería comprometida. En resumen, la construcción de una carretera, por ejemplo, expulsaría a los visitantes que cada día recorren el camino de los Molinos Quintín y Calcetera hasta las marismas.

El acceso norte afectaría también a la superficie donde se localizan las colonias del chorlitejo patinegro y el

charrancito común, «dos especies con poblaciones reproductoras relevantes en el contexto nacional y que, a su vez, presentan una tendencia mundial decreciente», refleja el estudio. «Podemos acceder a todos los rincones del Mar Menor y al único que no podemos y que se mantiene virgen se ve amenazado periódicamente con estas propuestas», concluye Ballesteros.