Se sentaba este viernes en el banquillo de los acusados de la Audiencia Provincial de Murcia, en una vista que arrancaba en el salón de actos de la Ciudad de la Justicia, para mantener la distancia de seguridad, por la pandemia de coronavirus. Y reconocía los hechos que se le imputaban. El sujeto, de nacionalidad letona, Nauris S., está procesado por quitar la vida por accidente a un amigo suyo, de nombre Manuel y 57 años de edad, al que, tiene claro la Fiscalía, ató de pies y manos en su casa de Espinardo, diciéndole que era un juego sexual, pero con la verdadera intención de que el hombre quedase inmóvil mientras él robaba en su vivienda.

La Fiscalía pedía inicialmente para él penas que sumaban siete años de cárcel, por robo y homicidio imprudente, pero la acusación particular iba más allá: quería que se le procesase por asesinato. Con la conformidad, la pena se queda en una docena de años entre rejas.

Era agosto del año 2017. Ahora, más de tres años después, el acusado se ve delante del tribunal que ha de juzgar su caso. El jurado popular fue constituido ya ayer, jueves. Al comienzo de la vista, se anunciaba que las partes habían llegado a un acuerdo. No obstante, al ser un procedimiento con jurado, el juicio seguirá, aunque con el compromiso de Nauris de admitir los hechos.

«La legalidad me obliga a acusar a Nauris de un delito. Su obligación en este asunto es dictar sentencia ajustada a la ley. Tenemos la necesidad y la obligación de aplicar la ley. Hemos alcanzado las partes, tras más de tres años que llevamos tramitando este acuerdo, un principio de acuerdo de conformidad. Esto no es un cambalache ni un mal arreglo, y yo se lo quiero explicar", dijo el fiscal, Antonio Maestre, a los miembros del jurado.

Apuntó que la pena pactada son doce años en la cárcel. «Van a tener ustedes la suerte de encontrarse con un veredicto no suficientemente complicado, con la confesión y el reconocimiento de hechos», explicó.

Asistido en todo momento por una traductora, el acusado se limitó a contestar 'sí' a todo lo que le fue desgranando el juez.

Lo inmovilizó con unas bridas de plástico. Cuando estaba así, «comenzó a preguntarle por sus claves bancarias». Así lo relató el magistrado, y Nauris dijo que sí. Como Manuel no le daba los datos que buscaba, él siguió presionándole, hasta que le causó la muerte.

Manuel falleció «como consecuencia de una insuficiencia cardiorrespiratoria aguda producida como consecuencia de la inmovilización mantenida en el tiempo, boca abajo y tendido en el sofá, en una postura en la que apenas podía moverse, del sofocante calor reinante en la ciudad en ese día, la ausencia de climatización de la vivienda y, en cualquier caso, a la angustiosa sensación de desamparo en la que se vio», tiene claro la Fiscalía y relató el juez.

Admitió que intentó deshacerse del cuerpo, que lo envolvió en dos mantas y lo sacó al lavadero, que fue donde lo dejó. Nauris huyó en la moto del difunto. Lo pillaron en un pueblo de Valencia: se le buscaba por un hurto denunciado por el propio Manuel.

«Dice que lo siente mucho, que no puede volver el tiempo atrás, lo reconoce. Pide perdón a la familia», apuntó la traductora.