El empresario Ángel Martínez, que fue presidente de la Cámara de Comercio de Murcia y de la FREMM, defiende en su último libro, titulado Las desigualdades regionales. El Arco Mediterráneo español, la vieja aspiración de la provincia de Cartagena, que convertiría a la Región en «una comunidad biprovincial, con dos diputaciones y dos provincias».

En esta nueva entrega de su extensa obra, en la que recopila las principales reivindicaciones históricas en infraestructuras de comunicación, desarrollo económico y financiación autonómica, el antiguo dirigente del PP murciano recuerda que la Región, con un millón y medio de habitantes, ha alcanzado «una población superior a la de Aragón y Extremadura, que tienen varias provincias con menos habitantes».

Sostiene que la biprovincialidad «aportaría ventajas» a la Región, como la posibilidad de contar con una representación mayor en las Cortes y de recibir más ingresos del Estado. A su juicio, «recuperar la provincia de Cartagena, con su realidad actual y su cultura, y configurar la Región con dos provincias, Cartagena y Murcia, y dos diputaciones, es una cuestión que corresponde decidir a los diputados».

Ángel Martínez vincula «la potenciación de Cartagena y su reconocimiento como provincia» con la construcción de El Gorguel y señala que las instalaciones del puerto actual «podrían servir de base para la salida y llegada de cruceros, estableciendo líneas regulares con el norte de África y potenciando la territorialidad de Cartagena y su comarca».

Su propuesta es «recuperar la única provincia marítima que la reforma provincial de Javier Burgos no confirmó» cuando diseñó la configuración provincial en el siglo XIX, que sigue vigente.

Por otra parte, considera que el reparto de La Manga del Mar Menor entre los ayuntamientos de Cartagena y San Javier ha impedido la consolidación de este enclave turístico, que define como «un tesoro que hay que poner en valor». Defiende la necesidad de dotar a La Manga de «una Administración propia, bajo la tutela de la Comunidad Autónoma, con competencias plenas para desarrollar una política pactada y unitaria de desarrollo urbano y promocional».

También apunta que esta articulación territorial debería completarse con la construcción del acceso norte a La Manga, otra vieja aspiración, que siempre ha chocado con los impedimentos ambientales. Por el contrario, Ángel Martínez asegura que «en Europa y en todo el mundo» pueden verse soluciones capaces de resolver el impacto que ocasionaría al Mar Menor la construcción de la polémica conexión con el municipio de San Pedro del Pinatar.

Para evitar la entrada de residuos minerales que llegan al Mar Menor procedentes de las antiguas explotaciones de La Unión propone «repoblar con urgencia la sierra minera con especies autóctonas y recuperar el manto de protección», de forma que en caso de lluvias torrenciales, «haya una mayor retención» y se eviten los arrastres que se vienen produciendo.

La situación de las infraestructuras ocupa gran parte del libro, como suele ser habitual en los textos de Ángel Martínez. En lista de obras pendientes se mantienen las conexiones ferroviarias de la Región con el Corredor Mediterráneo y también el desdoblamiento y la electrificación de la línea de Murcia a Albacete, que ofrecería una alternativa para viajar a Madrid evitando el rodeo del AVE por Alicante y por La Mancha.

También defiende el proyecto de Ferrmed de desdoblar el Corredor Mediterráneo con un ramal paralelo a la A-7 desde Monforte a Santomera, «desde donde se bifurcaría hacia Cartagena por la línea actual, que debe quedarse para mercancías, mientras que continuaría hacia el norte de la ciudad de Murcia hasta converger con el corredor de Albacete».

Tras la terminación de la Variante de Camarillas, considera urgente el recrecimiento del pantano del mismo nombre, una vez que la línea férrea se ha alejado de la presa. Recuerda que el recrecimiento de los márgenes permitiría ampliar la capacidad del embalse «de los 30 hectómetros cúbicos a los 300».

No obstante, Ángel Martínez dice que ha llegado el momento de apostar por «el conocimiento» y la industria digital para superar las desigualdades que arrastra la Región, junto con las infraestructuras. Entre sus reivindicaciones figura la recuperación de «la deuda histórica» que ha generado «la falta de infraestructuras y el consiguiente retraso en su desarrollo», así como «la generada por el déficit de la insuficiente financiación».