Hace apenas 12 días, Johanna dio a luz a mellizos. Con 30 años, la cartagenera es madre joven de cuatro hijos: uno de 7 años, otro de 6 y los recién nacidos. «Con cuatro pequeños en casa, ahora mismo dedico 24 horas al trabajo en el hogar», cuenta a esta redacción, y se escuchan sollozos de fondo. Es a lo que se enfrenta ahora Johanna y su pareja: llantos, noches sin dormir, pañales que cambiar, atender a dos hijos en edad escolar y cumplir con las tareas domésticas. «Mi marido trabaja todo el día, por la noche es cuando nos ayudamos entre los dos», explica. Hasta ese momento, ella se encarga de todo ahora que está de baja por maternidad. Porque la joven cartagenera trabajaba en un salón de belleza a tiempo completo, algo que tendrá que cambiar cuando se le acabe el permiso maternal en febrero, momento en el que tendrá que cambiar a jornada parcial. «No puedo dejar de trabajar porque necesitamos dos ingresos», destaca, y señala que precisamente eso es lo que le hace sentirse «más realizada». «Antes las mujeres eran amas de casa al 100%, ahora también trabajan, y aunque acabas cansada te gratifica», afirma. «Con dos hijos era diferente, ahora con cuatro es otra cosa: quieres criar, quieres hacer la compra, mantener la casa y lo quieres todo y a veces sientes que no llegas», destaca Johanna. La cartagenera conoce lo que es tener un empleo fuera de la vivienda y también lo que supone solo dedicarte a ella y cree que la tarea del hogar «es más dura». «Trabajando fuera te distraes, en tu casa cuando no es una cosa es la otra y se hace más repetitivo», apunta. Por esta razón, apoya las reivindicaciones de las asociaciones de amas de casas: «En otros países se ha instaurado que cobren un pequeño sueldo o que coticen, no es algo imposible». Para ella es una labor que no se valora porque todo el mundo «da por hecho que las madres llevamos la casa para delante, se percibe como una cosa normal, y se olvida todo lo que hay detrás».