«Un verano muy dispar», así ha sido la temporada estival para el sector hotelero en la Región, según reconocen desde Hostemur.

«Un desastre total» si se mira a las principales ciudades, Murcia Cartagena y Lorca. «Sus ayuntamientos no fueron ágiles al comienzo del verano a la hora de tomar medidas para que los autónomos del sector pudieran hacer frente a las restricciones tomadas por las autoridades sanitarias», explica Jesús Jiménez, presidente de la federación de empresarios.

Las limitaciones al ocio nocturno, cerrado desde mediados de julio, y a las reuniones sociales en el Campo de Cartagena, Lorca o Totana dieron la «puntilla» al sector. En la capital del Segura, la ocupación de la planta hotelera abierta -que no toda abrió sus puertas- no alcanzó el 30%.

En el Mar Menor la ocupación fue «mejor de lo que se esperaba», aunque quedó en el 45% de las camas disponibles. Desde Hostemur lamentan que los precios «se han hundido» y que, por si fuera poco, los brotes de coronavirus a mitad de agosto obligaron a cerrar la temporada mucho antes. «Ahora solo queda entre un 5% y un 10% de la planta hotelera abierta en la costa.

Frente al verano «bastante aceptable» vivido en Águilas, la temporada en Mazarrón ha ido «fatal», destaca Jiménez, quien culpa al consejero de Salud, Manuel Villegas, de esta situación. «Alertó de un posible confinamiento en el municipio, lo que provocó que los hoteles se vaciaran en horas».

Turismo rural

El turismo de interior es el único que consigue sacar una sonrisa a los empresarios murcianos. «En pueblos del Noroeste y Ricote, por ejemplo, ha ido bastante bien».

Ahuyentados por el peligro de contraer el coronavirus en las aglomeraciones, miles de murcianos optaron por pasar sus vacaciones en el campo. «Todas las casas con piscina fueron alquiladas», reconoce Jiménez. El único 'pero' es que en la Región solo se cuentan con cuatro mil plazas de estas características.

Incluso los supermercados de los municipios del interior han notado la buena afluencia de turistas, que este verano han cambiado las salidas a restaurantes por comprar la comida y cocinarla en su casa rural.

Salones de celebraciones

Los más castigados este verano han sido los salones de celebraciones de la Región, que han visto cómo tenían que cumplir con un aforo máximo de treinta personas, mientras que en las comunidades vecinas podían reunirse cientos. «Se ha cancelado todo».