Érase una vez en España, en la posguerra civil, que nacieron un montón de críos y crías algo encanijados, con continuos mocos en la nariz, aquejados en pocos años por el sarampión, las paperas, el tifus o las fiebres paratíficas, diarreas cíclicas 'inexplicables', picaduras de chinches y piojos, rodillas cubiertas de costras, caras y manos enrojecidas por el frío o por las bofetadas o palmetazos que les daban en sus colegios o en sus casas. Niños y niñas de grandes ojos negros que vivían en casas pobres, pero muy limpias, en las que de vez en cuando se escuchaba hablar de Antonio, que murió en el frente de Teruel, o de Ernesto, que está en la cárcel, o de la Lola, que la pobre se ha tenido que meter a puta para sacar a sus hijos adelante.

Pero si había una frase habitual en aquellos tiempos, en aquellas casas, en aquellas familias, esta era 'hijo, tienes toda la vida por delante; si trabajas duro, mejorarás tu situación en la sociedad y podrás tener todo lo que no hemos podido tener nosotros'. Digamos que había un futuro por delante, había unas posibilidades de mejora, y, en cuanto crecían un poco, comenzaban esa carrera por conseguir pequeños o grandes avances en el ranking social. Y, como el punto de partida era bajo, el ascenso se daba habitualmente muy pronto, y el retrete se convertía en un cuarto de aseo, y el barreño con agua caliente pasaba a ser ducha, y ya se podían poner el 'hato de los domingos' (ropa reservada exclusivamente para los días de fiesta, para ir a misa o para visitar a los parientes) también los lunes, los martes o cuando quisieran porque ya tenía dos o tres o más hatos colgados en el armario, cuando antes solo había uno.

Se daban bastantes casos de personas que compartían trabajo con estudios más o menos reglados. Había muchas academias donde podían formarse en mecanografía y taquigrafía. A ellas acudía un porcentaje muy alto de chicas, pero también algunos hombres que aspiraban a pasar de un trabajo manual a uno de administrativo. También había academias de 'Corte y confección', estas solo para mujeres, donde también enseñaban a bordar y a zurcir. A menudo, chicas que trabajaban de dependientas en una perfumería o en una tienda de ropa, cuando acababan su horario, acudían a estas academias para intentar 'llegar más alto' en la escala profesional. En algún momento comenzaron a aparecer las academias de idiomas, sobre todo de inglés, donde mucha gente se apuntaba en septiembre, pero, poco a poco, iban abandonando hasta que quedaban unos cuantos en cada aula. Al septiembre siguiente se apuntaban otra vez, y solía repetirse la misma situación.

Por supuesto que había otros mundos y estaban en este, pero en la generación a la que me refiero, los que nacieron en la década de los cuarenta y principios de los cincuenta, eran en su mayoría lo que arriba he tratado de explicar. Los otros mundos, de los que salieron médicos, abogados, ingenieros, etc., eran una minoría en aquellos tiempos, a los que los medios familiares les posibilitaron de establecerse en esa capa social culta y con buenas opciones de vida. Más tarde, la sociedad se abrió a otras posibilidades para la gente sencilla, y la oferta estaba ahí para quienes quisieran aceptarla con más o menos esfuerzo.

Les he colocado esta historia del 'abuelo cebolleta' para llegar a lo que estamos viviendo en este año 2020 de los demonios. Sin lugar a dudas, el panorama que tienen los jóvenes de ahora no será tan duro y pringoso como el de la generación de la posguerra, pero la tasa de paro de los jóvenes españoles de hasta 25 años está en el 40%, mientras que la media de Europa es del 16%. Ya todos pueden tener la formación que deseen. Existen becas para quienes realmente quieran y puedan acceder a los estudios superiores. La clase media puede proporcionarles a sus jóvenes facilidades para estudiar, y se dice que nunca han estado los españoles mejor formados que en la actualidad. Pero, ya ven. Esta semana hemos sabido que el paro ha bajado mucho, y que ha habido muchas altas en la Seguridad Social. Pero el 90% en empleos temporales (el 7% profesores que despiden en junio y contratan en septiembre para no pagarles los meses de verano). Y así estaban las cosas antes, y así están ahora, amigos.