La economía regional atraviesa una etapa crítica como consecuencia de las medidas adoptadas para controlar la covid-19. Lamentablemente, uno de los escasos puntos de encuentro alcanzados por quienes nos gobiernan en cualquiera de las administraciones públicas es la gravedad del desplome económico. Coinciden los especialistas, cuyas discrepancias, leves, se centran en la cuantificación del mismo. Recientemente, la AIReF estimaba una disminución interanual del PIB regional del 16,2% en el segundo trimestre, y para el conjunto del año aquellos la sitúan en el rango de 8 a 11 puntos porcentuales.

Pudiera empeorar a la vista del fracaso en la gestión sanitaria de la pandemia durante los meses de verano, incapaz de evitar que la segunda oleada de la enfermedad, esperada, en su caso, entrado el otoño o en el invierno, haya irrumpido cuando gran parte de la población aún estaba de vacaciones. La pérdida de producción es muy cuantiosa y el deterioro social, grave. No lo ha sido más por las medidas extraordinarias de apoyo a las rentas, inaplicadas en crisis económicas precedentes, adoptadas en el marco de los ERTE.

¿Cómo afrontar este escenario económico? La incertidumbre es enorme, acrecentada por el reciente empeoramiento de la situación sanitaria que parece descartar una rápida recuperación. Y descorazonadora la falta de cooperación entre las administraciones para combatirla con rigor y eficacia. Porque, es una de las pocas certezas, cualquier previsión de futuro parte del éxito en el control de la enfermedad, bien mediante una vacuna, bien mediante un tratamiento curativo eficaz. Las noticias que recibimos sobre la vacuna son alentadoras, pero llevará tiempo distribuirla a un porcentaje importante de la población.

Se conseguirá, no tengo dudas. Por ello debemos pensar en un futuro económico post-pandemia, en el que se pongan en marcha estrategias para el relanzamiento de una economía que, en algunos aspectos, será diferente. Anteponiendo el talento al cemento. Manteniendo, modernizando y potenciando lo que ya hacemos bien, y pienso en sectores como la agricultura y la alimentación que han reafirmado durante estos últimos meses el carácter de esenciales que se les atribuyó. E impulsando otro tipo de actividades que tienen la capacidad de acelerar el desarrollo global de la economía, como la industria más tecnificada e innovadora.

Desde luego, es primordial la remisión de la enfermedad. No se consigue. Antes se podía justificar por desconocimiento, ahora es ineficiencia. Los expertos sanitarios ya habían advertido de las medidas necesarias para ello: mejorar los recursos humanos y materiales del sistema sanitario, en especial en atención primaria y salud pública; igualmente los del sistema público de servicios sociales, el refuerzo del control de los privados y fortalecer la coordinación entre los servicios sanitarios y sociales; incorporar más rastreadores para detectar posibles personas contagiadas; medios para facilitar la conciliación de la vida familiar y laboral€ Las cifras actuales de la epidemia revelan que algo ha fallado, por lo que es ineludible y perentoria la auditoría de gestión reclamada por investigadores y epidemiólogos.

Ahora bien, se ha de pensar a largo plazo: cómo acelerar el desarrollo regional y corregir la desigualdad de bienestar respecto a España. Quizá, antes debiera ser imprescindible resolver problemas singulares de especial trascendencia en la Región de Murcia. Son de sobra conocidos: la infrafinanciación de la CARM, generada tanto por el actual sistema como por los precedentes; la recuperación del Mar Menor, objetivo estratégico, sin duda, por su propio valor para el patrimonio natural pero también por su trascendencia económica; y corregir la escasez de recursos hídricos. Se sabe en general las medidas adecuadas para resolverlos. Probablemente, incluso la financiación necesaria. Quizá haya fallado hasta ahora voluntad política, solidaridad entre las regiones, concertación entre las administraciones. Pero una parte no desdeñable de nuestro desarrollo regional dependerá de que seamos capaces de encontrar la solución.

Al margen de ellos, citaré otros ámbitos que debieran sostener una estrategia orientada a la recuperación económica y social. No soy original, no constituyen novedad. Nos lo vienen diciendo desde hace muchos años expertos en diferentes campos, incluido el CES regional en sus memorias socioeconómicas y laborales. Y tenemos evidencias de éxito en otros países de nuestro entorno.

El futuro económico requiere un impulso decidido a la investigación y la innovación, la digitalización de la economía, convertir la educación en un pilar básico de la sociedad, acelerar el desarrollo de las energías renovables y favorecer su uso empresarial, mejorar las infraestructuras de telecomunicaciones, robustecer el tejido empresarial€ No olvidemos a las personas: como las anteriores, esta crisis acrecentará la desigualdad, elevará de nuevo los niveles de pobreza y exclusión social; el objetivo último de cualquier proyecto económico es mejorar el bienestar de los ciudadanos, y por ello las medidas económicas deben ser complementadas siempre con acciones orientadas al fortalecimiento de la cohesión social.

¿Podremos lograrlo? Seamos optimistas. Algo nos favorece: la respuesta de la Unión Europea a esta crisis, dispuesta a acometer un esfuerzo presupuestario sin precedentes y con altas dosis de solidaridad en cuanto a su financiación, lo que supone abandonar los criterios de rigor presupuestario y recortes de gasto que contribuyeron a agravar otras precedentes. También nos favorece que la UE tiene muy claro cuáles deben ser los objetivos prioritarios a los que se ha de dedicar los 140.000 millones de euros que en principio se estima podrían corresponder a España: digitalización, descarbonización y formación. Acceder a ellos nos obliga a proponer proyectos de calidad y rigurosos, porque es probable que una parte de esa financiación se determine en procesos de concurrencia competitiva.

No será suficiente con los recursos financieros provenientes de la Unión Europea para sanear las cuentas financieras de la CARM, ya con elevados déficit y deuda pública antes de la pandemia y sin duda agravados por ella. Será preciso también un esfuerzo solidario que permita mejorar la generación de ingresos y la recaudación fiscal. Una vía a potenciar es el refuerzo de las actuaciones coordinadas entre las diferentes administraciones para combatir la economía sumergida. Es imprescindible, no solo por los ingresos que puede aportar; tan importante como eso es evitar la competencia desleal.

La otra opción se encuentra en el ámbito de los tributos. Es difícilmente sostenible emprender las mejoras necesarias para reforzar el estado del bienestar, cuya fragilidad ha sido puesta en evidencia con la crisis social y económica derivada de la pandemia, potenciar la competitividad empresarial e impulsar el desarrollo sin mayores ingresos. Es preciso valorar cómo generarlos y mejorar la capacidad recaudatoria de la hacienda regional. Existen posibilidades para ello, por ejemplo, en materia medioambiental, reforzando la progresividad en impuestos que no graven los costes de producción y evaluando la eficiencia de las deducciones y otros tipos de beneficios fiscales. La solidaridad es un valor esencial de nuestra sociedad, más necesaria que nunca en tiempos de crisis.