Miguel Martínez Bernal es licenciado en Derecho y gerente de Construcciones Marsac y desde el año 2010 vela por los interesas de más de veinte mil empresarios de Fuente Álamo, Mazarrón, La Unión y Cartagena.

P ¿En qué momento nos encontramos y cuál ha sido la labor de la Cámara de Comercio en este contexto?

R Las consecuencias de esta pandemia están siendo más dramáticas de lo que pensábamos, y así lo expresan todos los indicadores económicos. Eso supone una catástrofe, además de sanitaria, económica y por tanto social; sobre todo en España y en la Región por su estructura económica, porque todos sabemos que los principales sectores han sido el de servicios y los dedicados al turismo y es precisamente ahí donde se está cebando la crisis.

La Cámara de Comercio ha estado abierta desde el primer momento de la pandemia como servicio esencial que es, al servicio de las empresas, asesorándolas (tramitación de ERTES, asesoramiento jurídico, fiscal), ofreciendo soluciones e incluso nuestras redes sociales para promocionar sus productos y servicios, todo ello de forma gratuita, y tramitando lo relativo al comercio exterior que tenemos asignado por ley estatal, facilitando el certificado de origen. De manera paralela hemos mantenido reuniones con los Ayuntamientos de Comarca y en la Asamblea Regional con los distintos partidos políticos. También hemos estado presentes en la mesa que formó la Consejería de Empresa aportando medidas que consideramos necesarias.

P Entre esas aportaciones, ¿cuáles destacaría?

R Somos conscientes de que los recursos económicos son limitados, lo que demandamos en primer lugar a la clase política es consenso, que se echa en falta. En España se hicieron los Pactos por la Moncloa en un escenario muy adverso, y no vemos esa clase de unidad en todos los departamentos gubernamentales, autonómicos y estatales. Consenso y ayudar a las empresas, como generadores de riqueza y empleo que son.

En la Asamblea hemos reclamado medidas legislativas. En el sentido de incentivar fiscal y legalmente la reactivación de determinados sectores, que pueden ser propensos a coger el relevo del sector servicios; y lo podemos conseguir fomentando la digitalización en las empresas y apostando de verdad por la implantación de la Industria 4.0 ó la economía circular. Hay sectores que pueden generar mucho empleo como el de la construcción y aunque algunas cosas se han hecho, son necesarias muchas más medidas que favorezcan el planeamiento, el urbanismo o la recuperación de cascos históricos, y eso se puede hacer con incentivos, modificaciones totales, exenciones en licencias de obras o acortando plazos; y sobre todo, lo que hemos pedido es simplificación administrativa. Más que el dinero, lo que necesitamos los empresarios es un escenario claro, con seguridad jurídica.

P ¿La pandemia ha borrado reivindicaciones históricas de Cartagena?

R Las infraestructuras van a ser las grandes perdedoras; no se va a invertir en ellas, y se suma así a un retraso ancestral que hay en la Comarca, bien sea por el ferrocarril, o la ZAL, o el Puerto. Esas inversiones son productivas y ahora están durmiendo el sueño de los justos, pero habrá que encontrar una manera de despertarlas, porque pueden reactivar muchos sectores; la ZAL, por ejemplo, reactiva el sector logístico, un ferrocarril y una línea acorde, porque la que hay es del siglo XIX, o un tren de cercanías, pueden ser un revulsivo para el transporte de mercancías y pueden crear zonas metropolitanas.

P ¿No se está pensando en los empresarios?

R Las ayudas y las subvenciones son necesarias, pero lo que queremos los empresarios son esas acciones legislativas que favorezcan la creación de empresas, facilidades, seguridad para las inversiones, la consolidación del tejido empresarial que existe, y la unión de empresas para que ganen en fortaleza; porque ésa ha sido una de nuestras debilidades, éste es un país y una comunidad de micropymes. Y esa fusión empresarial debe incentivarla la clase política, pero creo que los políticos están muy acomodados, ellos han seguido cobrando sus sueldos íntegros, mientras que las cuentas de resultados de los empresarios están temblando. Todo esto es imprescindible si queremos afrontar con un mínimo de garantía esta crisis.

P ¿Y está llegando el soporte de las entidades financieras?

R Aquí se junta el hambre con las ganas de comer. De la crisis anterior ha surgido la concentración bancaria, y ahora mismo si se quiere incentivar la construcción es muy difícil porque el Banco de España ha pedido a los bancos que las empresas promotoras consignen el doble, y esto supone una penalización a la hora de emprender una promoción. E insisto, dentro de la construcción hay subsectores con mucho potencial, como la renovación de edificios, y cascos históricos o lo relativo a la eficacia energética del parque inmobiliario.

P ¿Lo peor está por llegar?

R Me temo que sí, los ERTES finalizan y se van a convertir en ERES, en despedidos, y la situación a corto plazo sólo puede agravarse. Y mientras no llegue la vacuna, como siempre se dice, el dinero es cobarde, necesita una estabilidad sanitaria, jurídica; ahora es complicado atraer las inversiones de fuera, y habrá que impulsar las de aquí, no tanto las públicas porque el déficit se ha disparado, sino el ahorro y la inversión privada que habría que canalizar de alguna manera, por ejemplo, a un sector potente en este momento que es el primario, la agricultura, al que habría que financiar para reflotar la industrialización. Es el momento de añadir más valor añadido a la agricultura. En este sentido, no puede dejar de mencionar la necesidad de las infraestructuras del agua dirigidas a proteger el regadío. Sin la estabilidad de agua, podrían destruirse 40.000 empleos sólo en el Campo de Cartagena.

P ¿La agricultura, como un bastión a proteger hoy más que nunca?

R Tenemos que intentar que el ciclo productivo de la agricultura no se queda en la mera exportación, que haya también transformación, que se quede aquí. Para ello hace falta inversión en la ZAL. Pero no nos detengamos aquí, faltan unidades judiciales en Cartagena y eso acaba afectando al empresario. El sentimiento que percibo entre los empresarios es de desamparo.