Estábamos convencidos de que el trovero Juan Tudela Piernas, nuestro Tío Juan Rita, iba a ser inmortal, al final resulta que sólo va a ser eterno. A la edad de 108, a este vecino predilecto de Totana y alma de la Cuadrilla de su natal Aledo, se le ha apagado el corazón, que era demasiado grande y joven para un cuerpo que ya no podía con él.

Su mente prodigiosa, imaginativa, rápida, bondadosa y creativa se ha mantenido en forma hasta el final. Hace un par de días, su nieto artístico y ojico derecho, Javier Andreo, estuvo hablando con el maestro, que ya apenas veía, ni podía levantarse, pero que seguía bromeando, como siempre, con la belleza de las mujeres, y contándole historias de cuando era zagal. Mira que suele ser amorosa la relación entre abuelos y nietos, pero no conozco otra tan grande como la de estos dos, por cuyas venas corre la misma sangre trovera.

Su vida no fue fácil, a los cinco años quedó huérfano de padre y tuvo que marchar de casa para trabajar de pastor. Dormía en el corral con las cabras y las ovejas y su único calor eran las palizas que le propinaba, como a Lázaro de Tormes, su patrón, el dueño del ganado. Años después, huyó de aquella mala vida y trabajó de leñador y hasta de minero.

A veces decía que su amor por el trovo le venía de su abuelo materno, pero el caso es que él empezó a jugar con las palabras y las ideas, encadenándolas en versos, en su adolescencia, codeándose con los más grandes a partir de los 30 años, hasta que se convirtió en un referente y, al final, en una leyenda viva de la cultura popular y de las tradiciones de nuestro país.

Es propio de las alabanzas póstumas el incidir en las bondades de quien hemos perdido, pero aquí no hay género literario que valga: Se ha ido un hombre bueno e idolatrado por todos. Nunca ha existido nadie en la Región de Murcia que haya suscitado tanto cariño, admiración y respeto como este brillantísimo creador de versos improvisados. Sus trovos le brotaban con rapidez, picardía, ternura y una jovialidad desbordante, siempre exenta de cualquier pizca de melancolía, como quien está rebosante de vitalidad y futuro, pese a ser, desde hace años, el gran abuelo y patriarca del trovo.

Claro, que el Tío Juan Rita, antes de abuelo también fue mozo, aprendió el folclore de ir pidiendo el aguilando, por los cortijos, y también se desenvolvía muy bien bailando. En aquellas noches de fiesta, aparte de las parrandas y demás palos del folclore tradicional, llegó a cantar y a dominar el flamenco.

La vida, como un encuentro compartido, alegre y festivo donde hacer felices a los demás, ha sido su norma siempre, y nunca perdió su buen humor ni el placer de saborear un buen coñac y un puro habano como fin de fiesta. De las muchísimas y deliciosas anécdotas del Tío Juan con las cuadrillas, me contaba Jesús Tejas Juncos cuando fueron a tocar a la televisión gallega, hace un par de años, y la azafata del avión le preguntaba que si no tenía miedo de viajar por primera vez en avión y él le contestó que a su edad el miedo ya no venía al caso, que tal vez ella sí, que era más joven y le quedaba más por vivir, podría tener miedo de ir con él. Luego, tras la actuación, estuvieron buscando un bar que les sirviese a las 2 de la mañana, los jóvenes querían tomarse algo y Juan Rita no quería perdérselo. Finalmente, ojiplático, el dueño de un pub no les quiso cobrar la ronda, en honor al cliente de 106 años, que se estaba tomando una copa y repartiendo alegría en verso.

Juan Rita deja una familia mucho más grande que la de sus hijos y nietos, porque hoy le llora la gran familia del trovo, las cuadrillas y la cultura tradicional. Son tiempos duros, los de la pandemia, para despedir a nuestros seres queridos y habrá que aplazar un gran acto multitudinario, que vendrá, para despedir al trovero más querido de todos los tiempos.

Ya desde que celebró los 100, cada cumpleaños suyo ha sido un acontecimiento inolvidable. Desde entonces no han faltado los homenajes, premios y reconocimientos a su persona. Se le ha dado su nombre a plazas, calles, museos y eventos, se le han otorgado distinciones en muchos ayuntamientos, se ha organizado una gran exposición fotográfica en el Archivo Regional, gracias, entre otros, a la iniciativa de Tomás García Martínez, se le han dedicado libros, como el coordinado por Juan Gris, se le ha dado la Medalla de Oro de la Región de Murcia y, sobre todo, se le ha obsequiado con el cariño unánime e inmenso de miles de personas cada vez que actuaba en todos los encuentros de Cuadrillas, como en el de Barranda, Patiño o en el Auto de Reyes Magos de su Aledo, donde la gente acudía, como ante un profeta, por si acaso ese año era la última vez.

Se nos ha ido el Tío Juan Rita a trovar en las alturas con su amigo El Patiñero. Se nos va el abuelo de todos, un artista inmenso, un hombre irrepetible, con un carisma muy especial y un don único para ponernos de buen humor. Se ha ido con la paz y el agradecimiento de saberse muy querido.

Había nacido, mira que le cuadraba, un día de los enamorados de 1912, vivió penurias y fiestas, guerras y alegrías, amores y pérdidas, sufrimientos y reconocimientos, y hoy ya es el espejo donde toda la Región quiere mirarse. Una leyenda de cultura viva.