Esta semana se cumplieron 30 años del atentado que la banda terrorista ETA cometió con un coche-bomba contra la Casa Cuartel de la Guardia Civil de Cartagena en el que afortunadamente no hubo que lamentar víctimas mortales; sería el primero cometido por la banda en la Región. A las dos menos cinco de la madrugada del 11 de septiembre de 1990 se escuchó una fuerte explosión por la zona del Ensanche y dio comienzo una larga noche para el establecimiento de la Benemérita y los vecinos de alrededor que se encontraron sin quererlo en el ojo del huracán.

Todo comenzó la tarde anterior cuando dos terroristas se hicieron pasar por policías y pararon a Antonio Navarro, vecino de Portmán que se dirigía en su coche desde La Unión hacia su domicilio. Una vez detenido el vehículo, lo redujeron, lo maniataron y le introdujeron en el maletero no sin antes taparle la cabeza con una capucha. Desde allí se pusieron en marcha realizando varias paradas para cargar el material explosivo y la metralla hasta llegar a las inmediaciones de la mina La Gloria situada a medio camino entre La Esperanza y Portmán. Durante el trayecto le informaron de que eran de ETA y, según testimonio del portmanero, entre ellos hablaban euskera aunque a él se dirigieron en castellano.

Llegados a la mina, lo ataron de pies y manos con cadenas y lo abandonaron a su suerte, suerte que vino del hecho de encontrar su documentación en el coche utilizado para el atentado, lo que permitió contactar con su familia y que fuera hallado sano y salvo tras una intensa búsqueda durante horas por la sierra minera.

Siguiendo con el desarrollo de los hechos, los terroristas consiguieron aparcar el vehículo, un Talbot 150, cargado con ochenta kilos de amonal frente a la Casa Cuartel. Posteriormente, a la hora prevista activaron a distancia un dispositivo mecánico que hizo que el coche se desplazara hacia su objetivo pero, por suerte, el bordillo con el que tropezó impidió que el resultado fuera una masacre. La onda expansiva fue de tal magnitud que algunas piezas del automóvil superaron la altura de un edificio de nueve plantas.

Un gran boquete de cinco metros de radio en la pared del garaje donde se hallaba el material móvil de Tráfico y grandes destrozos en la fachada de la Casa Cuartel fueron algunas de las consecuencias de la detonación pero no la única.

Varios edificios de alrededor sufrieron roturas de cristales y daños también en sus fachadas, especialmente el número 59 de la calle Alfonso X el Sabio que, curiosamente, tenía contratado un seguro con póliza por acciones terroristas. Inmediatamente acudieron al lugar dotaciones de Policía Local, Policía Nacional, Bomberos, Cruz Roja, Policía Naval y Protección Civil y varias ambulancias se hicieron cargo de los 17 heridos que fueron trasladados a la Residencia Sanitaria Santa María del Rosell.

Una de las grandes afortunadas fue la auxiliar de clínica, Caridad Colmena, que circunstancialmente habitaba el primer piso, justo debajo del lugar donde explotó el coche, y que sólo sufrió un desgarre de tímpano aunque la habitación donde dormía quedó prácticamente destrozada. De hecho, el bloque 9 de la Casa Cuartel, que era el que ella ocupaba en un primer momento, se apuntaló y desescombró por miembros de una Compañía de Zapadores del acuartelamiento de Los Dolores ayudados por el Servicio Municipal de Limpieza pero finalmente días después fue demolido.

Aunque hubo ofrecimientos diversos para alojar a aquellas personas cuyas viviendas quedaron inhabitables en dependencias de la Armada o en hoteles, finalmente fueron alojados en la Residencia Universitaria Alberto Colao. Como era habitual, la autoría del atentado fue reivindicada pocos días después por la banda terrorista en un comunicado al periódico Egin.

El 11 de septiembre de 1990 fue el día en el que Cartagena pasó a engrosar la lista de ciudades en los que la banda terrorista ETA cometió un atentado; ese acto marcó profundamente la vida de aquellos que se vieron afectados por tal vil hecho y a la sociedad murciana, que sintió de cerca esa violencia.