De un tiempo a esta parte, la sociedad en su conjunto ha alcanzado un nivel de concienciación sin precedentes sobre la obligación moral de preservar la salud física y mental de nuestros mayores. Hoy somos mucho más conscientes que ayer de los retos y obstáculos que la tercera edad afronta para alcanzar determinados grados de bienestar.

En los últimos años, la soledad no deseada ha entrado de lleno en los espacios legislativos de nuestro país. Por ello, poco a poco surgen determinadas iniciativas públicas, y colectivos sociales que buscan detectar estos casos y proporcionar soluciones que eviten la exclusión, el aislamiento, o las múltiples complicaciones físicas y mentales derivadas de una prolongada clausura vital.

Una circunstancia que se ve sublimada por los meses de confinamiento ordenados en España a partir del 15 de marzo por la pandemia, por no mencionar las reclusiones parciales que se están decretando en la actualidad y las que podrían darse en un futuro próximo si no se da con la manera de frenar la intensidad y el número de rebrotes de coronavirus.

La soledad en cifras

Las personas mayores de 65 años en la Región (233.403 vecinos) representan el 15,6% de la población, y el 18,87% de ellas viven solas. En la ciudad de Murcia, de los 91.000 vecinos mayores de 60 años que viven allí, sólo 30.000 son socios de alguno de los 78 centros de mayores que existen en el municipio, según datos del INE y del Ayuntamiento de Murcia.

En una reciente encuesta de la Fundación La Caixa se concluyó que cerca de un 40% de las personas mayores de 65 años presentan algún sentimiento de soledad emocional (unos 93.200 murcianos, la mayoría mujeres); en el caso de los mayores de 80 años este porcentaje alcanza el 48%. En cuanto al aislamiento social, la encuesta revela que las personas con un menor nivel educativo tienen más riesgo de experimentarlo, frente a sólo el 6,6% de las personas con estudios superiores.

Según los expertos, la pérdida de la red social de amigos empieza a originarse en los hombres entre los 40 y los 64 años mientras que en las mujeres esto sucede entre los 65 y los 79 años.

La restricción de la movilidad y el contacto social tiene importantes repercusiones negativas para las personas mayores. Según la Sociedad Española de Geriatría y Gerontología (SEGG), puede suponer la pérdida de anclajes afectivos y motivaciones, y por tanto la aparición de trastornos afectivos como el síndrome de ansiedad o la distimia (una forma crónica de depresión). A nivel funcional, destaca la aparición de sarcopenia, una enfermedad progresiva y generalizada del músculo esquelético, que genera disminución de fuerza y masa muscular y finalmente del rendimiento físico. El sedentarismo también puede producir síndrome de inmovilidad o el agravamiento de la incontinencia urinaria. En cuanto a la dimensión cognitiva y conductual, se espera que si aumentan las restricciones de contacto social empeoren todos aquellos deterioros ya presentes.

En busca del equilibrio

Por lo expuesto, la SEGG ha solicitado en reiteradas ocasiones a las autoridades sanitarias que busquen «de manera permanente» el equilibrio entre la protección ante el contagio de coronavirus, los derechos de estas personas y la necesidad de facilitar en la medida de lo posible los contactos sociales y las salidas al exterior; además, se deben mantener abiertas todas las vías de comunicación posibles.

Cuando la situación de la epidemia no lo permita, la Sociedad Española de Geriatría urge a todos los agentes públicos y sociales a que incentiven entre las personas mayores el incremento de actividades físicas, sociales y ocupacionales dentro del propio domicilio o residencia.

La gerente de Salud Mental del Servicio Murciano de Salud, María José Lozano, ha ratificado estas complicaciones y asegura que es evidente que «el aislamiento y la soledad generan efectivamente daños y deterioros cognitivos por la falta de estímulos».

Lozano quiso destacar la importancia de la asistencia sanitaria, «tenemos esa parte cotidiana y ordinaria que tiene que ver con la asistencia a los mayores que están solos y que es muy importante; desde una botella de agua que no pueden abrir por falta de fuerza, a la rotura de una bombilla o una avería que no pueden gestionar, los mayores afrontan innumerables obstáculos a lo largo del día que les genera muchas molestias y mucha angustia, y aquí la asistencia de los compañeros de Acción Social es fundamental».

Por su parte, el geriatra y socio de la SEGG, José Ramón Martínez cree importante distinguir entre «vivir solo y sentirse solo, aunque es verdad que la sensación de soledad se puede hacer más presente cuando se vive sin compañía». Martínez apunta que esta sensación se encuentra muy feminizada, «de hecho, más del 70 por ciento de los mayores que viven solos son mujeres, y ese perfil debemos tenerlo en cuenta».

Este profesional gallego afincado en Alicante apunta que «muchas mujeres han dedicado su vida al cuidado de los demás, de sus hijos, de su pareja, de sus nietos... y ahora, cuando llegan a la tercera edad, se convierten en lo que muchos llaman: cuidadoras sin cuidados». José Ramón considera primordial alimentar nuestra red social a lo largo de nuestra vida, pero especialmente «cuando llegamos a los 50», y que le dediquemos tiempo al ocio y a la cultura que nos interese, porque eso aumentará nuestras opciones de disfrutar de una jubilación «llena de estímulos positivos que van a reducir considerablemente el riesgo de soledad».

La psicóloga, especializada en la tercera edad, María Fernández, sostiene que «el mismo concepto de persona mayor ha cambiado, si antes era una figura respetada aparejada a la sabiduría y la experiencia, hoy la se les ha hecho creer que son personas que ya han aportado lo que tenían que aportar, que no cumplen un papel o una función en la sociedad actual».

Esta psicóloga destaca, entre muchas medidas, el contacto de los mayores con personas jóvenes, «incluso niños, les motiva, les hace sentir mejor física y mentalmente». Fernández asegura que se ha comprobado cómo en los centros de mayores o geriátricos donde también se ha instalado una guardería infantil, «el contacto continuo y diario es positivo para ambas generaciones. Los mayores se contagian de la jovialidad y la energía de los más pequeños. Los modelos intergeneracionales, por ejemplo, con los talleres de oficios en centros escolares, son experiencias muy enriquecedoras y una forma de aprovechar el potencial de nuestros mayores».

Armas públicas

Aunque a través de las todas las administraciones públicas se lanzan programas y acciones para detectar estos casos y ofrecerles soluciones, todas ellas reconocen la dificultad de encontrar a esos perfiles que no solicitan ayuda expresamente. En este sentido, programas como 'Siempre acompañados', fruto de un convenio entre el Ayuntamiento de Murcia y Fundación La Caixa tratan de reducir el daño que ese virus silencioso de la soledad no deseada con la creación de redes sociales y la participación de voluntarios, colectivos, empresas e instituciones.

Francisca Romero: Hace frente a la soledad con tres perritas y un loro

Francisca, de 63 años, es natural de Totana, aunque vive en Alguazas. Viuda desde hace un año, sólo recibe la ayuda de una vecina que la visita de vez en cuando interesándose por lo que necesita. Sin hijos, con problemas económicos y sin familiares que la cuiden, sólo puede hacer frente a la soledad con la ayuda de dos perritas, un loro y algunos carboneros que ha 'heredado'. Admite sentir miedo cuando sale a la calle, ya que algunas personas del pueblo no cumplen con las medidas de seguridad.

Margarita Torres: «Prefiero coger el bicho y morir que otro confinamiento»

Margarita (66 años) de Alcantarilla es viuda desde hace dos años y asegura «sentirse muy sola» y, aunque nunca se ha considerado una mujer miedosa, ha descubierto que por las noches «cualquier ruido me hace pensar que están entrando en la casa, me cuesta mucho dormir». El confinamiento lo lleva mal aunque «todavía puedo valerme por mí misma, hacer los recados, la compra, espero conservar esa autonomía mucho tiempo; a veces pienso que prefiero coger el bicho y morir que pasar otra vez por esa situación».

Josema Ibáñez: «No me llevo mal con la soledad, pero a veces...»

José Manuel, que acaba de cumplir 76 años, pasa los días cuidando del jardín de su casa, leyendo el periódico y viendo series o películas de espionaje o bélicas, sus géneros favoritos. «No me llevo mal con la soledad, pero es cierto que a veces echo de menos compartir lo que estoy viendo o leyendo con alguien», asegura. Hace poco sufrió un accidente doméstico, «casi me abro la cabeza al golpearme con el tendedero, y necesité la ayuda de mi hija que es enfermera y vive cerca; ese percance me ha abierto los ojos sobre la importancia de mantenerme en forma y activo, tanto física como mentalmente».

María Campuzano: «En el año 2004 aprendí a utilizar el ordenador»

María Ángeles Campuzano tiene 78 años, cinco hijos, «cada uno en su casa», y lleva viviendo 7 años sola desde quedó viuda. Aunque sabe que muchas otras personas mayores lo pasan mal en soledad, ella considera que lo lleva «bastante bien, hago mis cosas, leo mis libros, y doy mis paseos y mis recados». María es positiva y siempre le ha gustado aprender cosas nuevas, y así, en 2004, aprendió a utilizar y sacarle partido al ordenador, «consulto información que me interesa, veo películas, entro en Youtube, y cuando estuvimos confinados, recibí así las clases de gimnasia que ofrecen en el Centro de Estancias Diurnas de Cabezo de Torres».