Ramón Laso fue el primer condenado en España por asesinato sin que hubiera ni cuerpo ni restos biológicos ni testigos ni confesión de sus crímenes.

El tribunal sentenció, no obstante, que el hombre tendría que cumplir 30 años de cárcel. Tan solo había un conjunto de indicios tecnológicos y un paralelismo: Laso ya había matado antes: en 1988, se demostró que asfixió a su primera mujer, y dejó su cuerpo en las vías el tren. Por eso sí fue a prisión y, al salir, rehizo su vida.

Era 2009 cuando su cuñado y su novia, Julia, desaparecieron. Ramón alegó que huyeron juntos. Sin cuerpos, la triangulación de su teléfono y la posición de su coche lo condenaron.