«Le llamo porque usted se hizo el test, ¿verdad? Pues mire, le ha salido positivo». De esta forma comienza las conversaciones con los contagiados María Dolores Chirlaque, jefa del Servicio de Epidemiología que dirige el equipo de rastreadores de la Región. Actualmente son 33 profesionales que se encargan de seguir el rastro del coronavirus para frenar los brotes.

Una de las condiciones para avanzar de fase en la desescalada y entrar en la nueva normalidad fue que las comunidades tuvieran capacidad de rastrear los contagios para evitar una propagación descontrolada del virus. A partir de entonces, el nombre de esta profesión se popularizó entre el común de los ciudadanos.

«La gente identifica rastreador con estar todo el día sentado en la mesa llamando teléfono y no solo es eso. Una parte sí que implica llamar y preguntar, pero es una tarea mucho más compleja», explica Chirlaque.

El equipo recibe los datos de los contagiados que se detectan. «Antes de ponerte a llamar por teléfono hay una tarea previa de identificación de la persona que puede transmitir el virus», afirma. Pueden llegar positivos de casos antiguos que ya están controlados o personas que ya superaron la infección y no son contagiosos.

Después de la criba, comienza el contacto con el paciente. Hay que determinar desde qué momento pudo empezar a contagiar.

«Una persona puede ser contagiosa 48 horas antes del inicio de los síntomas. A veces esas 48 horas son un poquito complicadas porque la persona nos dice: 'Empecé con síntomas el jueves, pero ya el miércoles no me encontraba bien'. Ese no me encontraba bien es realmente un síntoma», relata la responsable de los rastreadores.

¿Hasta cuándo trasmite el virus un infectado? Chirlaque apunta que «mientras que la persona tiene síntomas puede ser contagiosa. Si ya han pasado 10 días desde la última PCR positiva y hace más de tres días que no tiene síntomas, ese caso se considera que no transmite. Entonces se le da el alta epidemiológica». Esto significa que esa persona ya no puede contagiar, que es algo diferente al alta médica que se la da su médico en función de otras circunstancias.

La forma en la que encaran la llamada con el paciente es fundamental. «El rastreador tiene que tener empatía con la persona a la que llama para que comprenda lo que estás diciendo y para que lo lleve a cabo», relata Chirlaque, «tienes que hacer tarea de psicólogo y de sociólogo».

Deben comprender las circunstancias laborales y familiares del contagiado, cómo es su casa para saber las posibilidades de aislamiento que tiene e, incluso, sus costumbres.

Búsqueda de ida y vuelta

El estudio de los contactos es la tarea más compleja. Deben localizar, por un lado, a la persona que contagió a ese positivo y, por otro, a las personas a las que ha podido contagiar.

«En la primera entrevista muchas veces no te dan toda la información», asegura Chirlaque. Se da el caso, asegura, de que el afectado no recuerda haber estado en una discoteca en concreto, pero al preguntar al amigo con el que estuvo, te lo cuenta y hay que volver a hablar con el primero.

«Nosotros no hacemos investigación policial, nos da igual si el contagiado ha hecho algo ilegal o no», sentencia Chirlaque, «no buscamos culpables sino la fuente de contagio».