«La única diferencia», dijo Oscar Wilde, «entre un capricho y una pasión eterna es que el capricho dura un poco más». Esa pasión que algunos partidos políticos suscitaron en nuestro país resultó ser poco más que un capricho fugaz. Un capricho que se reabsorbió, en gran medida, en la sólida masa del bipartidismo. El batacazo electoral de Ciudadanos en las últimas elecciones generales lleva a muchos a preguntarse si no estamos ante un nuevo caso de partido político que sufre lesiones irreversibles; un nuevo caso de un catálogo que comienza ya a lucir un fondo nutrido.

En 1977, la UCD, el partido de Adolfo Suárez, que venía de ocupar la presidencia del Gobierno, resulta vencedor con 165 escaños. Reedita la victoria dos años después, ganando tres escaños. Dos años después, bajo los auspicios de Landelino Lavilla, obtiene once diputados. Adolfo Suárez se presentó en 1982 bajo las siglas de CDS, que obtuvo dos diputados ese año, llegaría a los diecinueve cuatro años después, para quedarse en catorce en 1989 y en blanco en 1993. Una historia tormentosa. Cuando un entrevistador dijo a Adolfo Suárez que los españoles le querían mucho, su réplica sonó tan jocosa como amarga: «Que me quieran menos y me voten más».

Existen otros casos llamativos. El Partido Comunista fue arrasado por los socialistas en 1982: de veintitrés diputados a cuatro. Izquierda Unida pasó en las elecciones del año 2000 de veintiún diputados a ocho. Y el de UPyD, al que se conocía, más como un estigma que como una inocua denominación, como 'el partido de Rosa Díez'. En las elecciones generales de 2011 alcanza un 4,70 por ciento de votos y logra cinco diputados. En las elecciones al Parlamento Europeo de 2014 se planta en un 6,51. Superaban el millón de votos. Las elecciones municipales de 2015 suponen un crudo varapalo y en las generales de ese año el partido pasa a ser extraparlamentario. Tanto en el caso de UCD como en el de UPyD se suele hablar de causas endógenas: el partido implosiona.

¿Qué sucedió en UPyD? No ha sido tarea fácil encontrar a protagonistas de la época dispuestos a charlar sobre el tema. Han sido varios quienes, amablemente, han declinado la invitación a departir sobre la cuestión. «No me apetece hablar de naufragios», se justificó uno de los declinantes. Finalmente, recabo el testimonio de dos antiguos dirigentes de la formación magenta en la Región. Aun así, no desean aparecer identificados. Más que mis entrevistados, son mis confidentes.

¿Qué sucedió?, pregunto. «Cometimos errores», contesta uno de mis confidentes, «aunque no los que se nos atribuyen; más bien los contrarios. En todo caso, la causa última de la hecatombe no se debió a esos errores, sino a los aciertos. Sencillamente nos tomamos lo de la regeneración democrática muy en serio y ello nos convirtió en un peligro para demasiados grupos demasiado poderosos. Y nos aplastaron». ¿Y cuáles fueron esos errores que sí se cometieron? Se mencionan dos: el exceso de organización territorial y concurrir a las elecciones municipales de 2015.

Mi otro confidente señala un momento de no retorno: la denuncia ante la Audiencia Nacional de la salida de Bankia a Bolsa y a Rodrigo Rato.

«Esa decisión nos puso en contra a todo el establishment. Pasamos de ser un partido que caía bien a ser descalificado y tachado de personalista y autoritario en su funcionamiento interno (cuando fuimos el primer partido que permitía presentarse a todas las primarias a cualquier afiliado sin necesidad de avales). Rosa Díez pasó a ser una 'lideresa' antipática (había en ello una buena dosis de misoginia) que solo pensaba en ella y en su ego. Y de esto hay buena muestra en las hemerotecas. En poco más de dos años el partido inició una cuesta abajo irreversible».

Nada que ver con Ciudadanos

¿Debió UPyD aliarse con Ciudadanos? «No», contesta de manera taxativa uno de los entrevistados. «Teníamos claro que Ribera, su círculo y sus patrocinadores tenían unos objetivos estratégicos que no tenían nada que ver con los nuestros. A estas alturas creo que ha quedado suficientemente claro para todo el mundo. Además, en ningún momento buscaron realmente una alianza. Era un mero paripé. Lo que de verdad hacían era reclutar en secreto a miembros de UPyD que tenían ya negociados sus puestos en las listas electorales de Cs mientras ocupaban cargos orgánicos en UPyD y cargos públicos obtenidos en nuestras candidaturas. Y no fueron personas aisladas, fue una operación perfectamente organizada». Interviene el otro entrevistado: «A pesar de repetirlo machaconamente los editoriales de los periódicos y los tertulianos más reconocidos, UPyD y Ciudadanos no éramos lo mismo, ni en su forma de crearse, ni en sus posiciones políticas ni en su forma de entender la democracia interna. Había posiciones parecidas, de cierta proximidad, aunque no éramos lo mismo. Pero, insistiendo en que el partido no era personalista, la decisión de no coaligarnos con Ciudadanos no la tomó Rosa Díez en solitario, sino los órganos colegiados del partido, elegidos democráticamente por todos los afiliados».

Obtengo un documento elaborado por la propia formación política: 'Informe sobre la actuación coordinada de Ignacio Prendes y ciertos miembros de UPyD para desarticular las listas electorales de este partido y forzar una coalición con Ciudadanos'. El nombre del archivo con que se me facilita este documento es revelador: 'la traición'. El documento desgrana, a lo largo de veintiuna páginas con tres anexos, los movimientos realizados por Ignacio Prendes (entonces diputado de UPyD en Asturias), Irene Lozano (diputada nacional de UPyD) y otros cargos de la formación para la constitución de un nuevo partido político con el fin de concurrir a las siguientes mediante listas conjuntas con Ciudadanos. Los órganos competentes del partido magenta ya habían descartado tal opción en repetidas ocasiones. El propio informe se sorprende de la detallada información que la prensa publica entonces sobre las maniobras que el partido investigaba. Las pesquisas de la formación política, informe pericial de correos electrónicos incluido, vienen a completar la información periodística, concluyendo que el nuevo partido que se pretende crear «es parte de una estrategia más amplia que contempla la desarticulación de las listas de UPyD y la creación de otra Entidad (la denominada 'Plataforma Encuentro'), cuyo fin es elaborar listas conjuntas con Ciudadanos».

Planes de traición

En el documento se reproduce un correo de Álvaro Anchuelo, entonces diputado nacional, en el que no solo se plantea la necesidad de mantener en secreto toda la estrategia, sino también de que Albert Rivera, líder de Cs, esté de acuerdo. En un anexo del documento aparece un informe elaborado por Rodrigo Tena, entonces diputado nacional, en el que marca una hoja de ruta clara: «Hay que constituir simultáneamente una corriente interna y un partido nuevo. La corriente interna permanece en UPyD y busca cambiar la estrategia del partido para el próximo congreso.

Por su parte, el partido nuevo pacta listas electorales con C's allí donde pueda». En otro documento, obra de Irene Lozano, se analizan de manera específica los casos de algunas comunidades, como la valenciana. Una de las posibilidades que se contempla es que Toni Cantó concurra a las elecciones con Cs: «Si consigue una buena negociación, podría ir en un puesto de salida en sus listas». El informe constituye, en suma, un catálogo de actuaciones desleales hacia el partido al que aún se pertenece.

Una de las ideas más repetidas es la que apunta a la fragilidad de los partidos caudillistas, cuyo peso recae sobre los hombros de una misma persona. Rosa Díez, en este caso. «La dirección», me explica uno de mis contertulios, «era un órgano muy deliberativo en el que discutíamos mucho y tomábamos las decisiones de una manera muy colegiada. Y las políticas que seguíamos se ceñían estrictamente a lo aprobado en los congresos del partido, que eran increíblemente participativos, democráticos y transparentes. Pero daba igual, el mantra del personalismo de Rosa se repetía en los medios sin más fundamento que el mecanismo goebbelsiano de la mentira mil veces repetida, en este caso facilitado por los estereotipos machistas de los que son víctimas todas las maliciosamente llamadas 'lideresas'». Cambiamos de tema y, al poco, me dice que quiere añadir algo: «Rosa Díez aparecía en todas las encuestas como la líder política más valorada. Y que una mujer que lideraba un partido con un solo escaño fuera la más valorada era más de lo que podían soportar». «Lo que se enjuiciaba como liderazgo al referirse a los líderes (hombres) de otras formaciones políticas», afirma el otro entrevistado, «en Rosa se resumía diciendo que era 'mandona', con la carga peyorativa que ello lleva y sin ningún fundamento que lo justificara».

«Máquina de hacer tránsfugas»

¿Hubo alguna 'particularidad murciana' en el 'caso UPyD'? «La particularidad», me contesta uno de mis entrevistados anónimos, «consistió en que Cs aplicó aquí con intensidad su 'máquina de hacer tránsfugas' para acogerlos después, con honores, dentro de su organigrama y en sus listas electorales, dándoles puestos de salida en los lugares más golosos como Comunidad Autónoma y Ayuntamiento de Murcia. Fuimos muy tolerantes con ellos y poco contundentes en la adopción de medidas disciplinarias de orden interno. Respecto a si aquí nos trataba bien la prensa, he de decir que en términos generales sí, creo que muy bien. Aunque en algunos episodios se nos enjuició muy severamente».

UPyD es, a día de hoy, un zombi político. La historia de su declive conforma, como las mejores historias de zombis, una historia apasionante.