Las nacras del Mar Menor se han 'curado'. El famoso parásito que ha acabado con la mayoría de poblaciones de la Pinna nobilis en el mar Mediterráneo logró infectar a finales del pasado año a algunos ejemplares en el Mar Menor, un hecho que puso en alerta a la comunidad científica y que preocupó bastante por la fragil situación de esta especie en el litoral español.

Un equipo de investigación del Instituto Español de Oceanografía con sede en las Islas Baleares, dentro de la campaña Life Intemares, volvió a sumergirse en la laguna salada a finales de junio de este año y pudo comprobar que las nacras que quedaron infectadas han dado negativo en la presencia de este protozoo haplosporidio. Estos análisis genéticos hechos con biopsias a distintos ejemplares antes infectados los han realizado investigadores del Laboratorio de Investigaciones Marinas y Acuicultura del Gobierno balear.

Una buena noticia que tiene como origen, según avanza a LA OPINIÓN la ecóloga marina Maite Vázquez, en el aumento de los niveles de salinidad tras la drástica bajada de este parámetro con la entrada masiva de agua dulce en la laguna por la DANA de septiembre de 2019. Este nivel de salinidad, que se sitúa por encima de 39 PSU (unidades prácticas de salinidad, en inglés), se ha recuperado progresivamente y ha actuado como un escudo protector contra el patógeno y este "no puede sobrevivir" en un ambiente tan salino.

"El parásito no tenía la capacidad de traspasar esa barrera de salinidad entre el mar Mediterráneo y el Mar Menor", comenta la investigadora, que remarca que "hay ejemplares vivos en zonas con agua caliente, lo que frena la evolución del parásito". Este patógeno libera unas esporas que afectan a las gládulas digestivas de las nacras, impidiendo que pudieran alimentarse. Ahora, aquellas que habían dado positivo en la campaña de noviembre de 2019, han dado negativo tras el paso de los últimos meses y la recuperación progresiva de los niveles de salinidad.

Esta no es la única novedad de las investigaciones que han realizado desde el IEO en las poblaciones de las nacras del Mar Menor. La época reproductiva de la nacra comenzó en mayo y terminará en septiembre. Aprovechando este periodo, el IEO quiere salir al rescate de estas poblaciones en la laguna colocando 45 colectores larvarios que pretenden capturar el máximo posible de ejemplares jóvenes para "saber cuál es el potencial de recuperación de las comunidades de Pinna nobilis que queden en la laguna y poder repoblar esta especie es distintos puntos del ecosistema".

Roman","serif"">Dispositivo de asentamiento larvario (colector) para juveniles de Pinna nobilis.

Con esta técnica, los investigadores pretenden recoger las larvas de nacras que recorren la laguna gracias a las corrientes marinas para "engordarlos", es decir, que logren crecer en un ambiente que no comprometa su supervivencia. "La opción inicial era engordarlos en la columna de agua porque en el fondo marino hay bastantes depredadores". La idea era que crecieran en pequeñas bolsas dentro de los colectores, "pero las condiciones actuales del Mar Menor no son las más óptimas". Por ello, la segunda opción ha cogido más fuerza, y es la de trasladar estos ejemplares cuando se recojan a finales de septiembre a alguna instalación de acuicultura.

La reducción de las poblaciones viene siendo progresiva a lo largo de la última década y tras la crisis eutrófica de 2016 esta se vio comprometida, al igual que en septiembre de 2019 con las fuertes lluvias caídas en la Región. "Hay menos densidad de población, y ahora, aunque hayamos encontrado nacras vivas, tienen un tamaño pequeño". La nacra es una especie que necesita varias años para alcanzar la madurez sexual, y esto preocupa a los investigadores dado que pueden encontrarse con ejemplares cuya capacidad de reproducción no sea la más óptima. "Las tallas de las nacras que quedan en el Mar Menor han disminuido, y un ejemplar joven no es resiliente en este hábitat", señala Vázquez.

Por otro lado, también se han instalado colectores larvarios en Cabo de Palos e Isla Grosa para evaluar el potencial de autorrecuperación de la especie en la demarcación levantino-balear.