La Comunidad Autónoma ha reclamado indemnizaciones que suman casi 205 millones de euros a los acusados en el caso de la desaladora de Escombreras por los perjuicios que considera produjeron a la Administración regional con el proyecto de construcción de la planta y las obligaciones comprometidas con su arrendamiento.

Así se recoge en el escrito entregado en el juzgado de instrucción de Murcia que investiga los hechos, en el que figuran investigados, entre ellos, el exconsejero de Agricultura y Agua Antonio Cerdá y el exdirector general del Agua Miguel Ángel Ródenas, así como otros exaltos cargos, funcionarios y empresarios, junto con varias sociedades.

En otro juzgado de Murcia se investiga también la posible participación del expresidente Ramón Luis Valcárcel en la gestación de los contratos suscritos por el Ente Público del Agua con las empresas del grupo ACS que son las propietarias de la planta.

El letrado de la Comunidad pide al juzgado que, debido a la "elevadísima cuantía de las cantidades que se reclaman, se deben adoptar medidas cautelares para asegurar la responsabilidad pecuniaria que les puede ser exigida, lo que implicaría, caso de ser aceptada la solicitud, el embargo del patrimonio de los acusados.

De las sumas reclamadas, la de mayor cuantía es la relativa a las aportaciones presupuestarias hechas al Ente Público del Agua (EPA) y a la Entidad de Saneamiento y Depuración de Aguas Residuales de la Región de Murcia (ESAMUR), que suman casi 120 millones de euros.

Le siguen los 74,1 millones de euros en que se calculan los perjuicios futuros del contrato de arrendamiento de la planta.

Sobre ese contrato, suscrito con una de las empresas del grupo ACS y con 25 años de duración, se indica que la Comunidad se comprometía a pagar 600 millones de euros y que si se resolvía el mismo, tendría que afrontar el pago de dicha suma por adelantado.

El escrito comienza señalando que se adhiere a las conclusiones provisionales de la fiscalía, en las que esta acusa por los delitos de malversación de caudales públicos, prevaricación, fraude, fraude de subvenciones y falsedad.

Y añade que los acusados "incurrieron en arbitrariedad, excediendo sus conductas de la mera irregularidad administrativa", para comentar también que los daños producidos a la CARM se originaron al ignorarse la normativa administrativa en el diseño, construcción y explotación de la planta desalinizadora.

Para el letrado de la Administración regional, "la gestión indirecta de aquella habría sido la opción más lógica, atendiendo a las características del negocio".

En cuanto a los convenios suscritos por el EPA con varios ayuntamientos para recibir agua de la desaladora, dice el escrito que "las necesidades hídricas que en ellos se manifestaban no se sustentaban en estudios de ningún tipo".

Sobre ese extremo, indica que según el acta de la reunión del consejo de administración del EPA celebrada en junio de 2017 el entonces gerente de este órgano, Amalio Garrido, señaló durante la misma que el estudio de la demanda por municipios "estaba en curso".

"Y ello, comenta, pese a que era un aspecto clave para cumplir la anunciada condición de autofinanciable o sostenible del proyecto".

Se afirma también que "los órganos de control de la Comunidad, como los servicios jurídicos y la intervención general, fueron, sistemáticamente, dejados al margen de este tipo de decisiones, informes, proyectos y borradores de contratos, comprometiendo, no obstante, caudales públicos, en un claro acto de malversación de los mismos".

Y añade que se acudió al asesoramiento de bufetes privados, hasta el punto de que, recalca, en 2007 se recibieron facturas de hasta tres despachos de abogados, "cuya suma alcanza la astronómica cifra de 267.730 euros".

Sobre ese asesoramiento externo, el letrado de la Comunidad critica que el director de uno de ellos, Andrés Santiago Arnaldos, uno de los investigados en esta causa, no se preocupara de que los fondos públicos fueran tratados adecuadamente, ya que era, además, dirigente de la EPA.

Para el representante de la Comunidad, que lo hace también en nombre de la empresa pública Desaladora de Escombreras, S.A.U., existen indicios que apuntan a que la parte pública y la privada pudieron actuar en connivencia para sacar adelante el proyecto, iniciado en enero de 2006 por dos empresas del grupo ACS con la constitución de la sociedad Desaladora de Escombreras, S.A.