El cierre del Centro de Internamiento para Extranjeros (CIE) de Sangonera fue un efecto más de la pandemia de coronavirus. Mientras España vivía en estado de alarma, países como Marruecos y Argelia cerraban fronteras, con lo cual no se podía devolver a su tierra natal a las personas que entraban irregularmente por mar.

Interior prevé la reactivación de los internamientos de inmigrantes una vez que sus países de origen comiencen a abrir sus fronteras a vuelos procedentes de España. Mientras tanto, Delegación del Gobierno ponía en manos de organizaciones humanitarias a los extranjeros. Así se hizo con quienes fueron liberados del CIE de Murcia en marzo. Por ley, el periodo máximo de encierro que permite la ley en estos centros son 60 días, al término de los cuales, si no ha habido deportación, la Policía Nacional los libera.

Decenas de extranjeros salieron a finales de marzo del CIE de Sangonera. Quienes tenían familiares y amigos en la Región, quedaron a cargo de ellos; quienes no, fueron auxiliados por organizaciones no gubernamentales.

Cuando, con el buen tiempo, comenzaron a llegar de nuevo barcazas a las costas murcianas, las oenegés optaron por instalar a los recién llegados en pisos. Lo hicieron así para que pasasen la cuarentena obligatoria, ya que, aunque sus pruebas habían dado negativo en coronavirus, habían estado en contacto, durante el viaje, con personas contagiadas.

Sin embargo, la presencia de los africanos en estos pisos dio lugar a protestas vecinales que fueron subiendo de tono. Vecinos que insistieron siempre en que ellos no eran racistas, sino «ordenados», manifestaron su temor a contagiarse del coronavirus.

Mientras, policías nacionales hacían turnos para vigilar durante las 24 horas del día los pisos en los que estos inmigrantes guardaban la cuarentena. Con la peculiaridad de que, en el caso de bajar uno de ellos a la calle, tampoco podrían arrestarlo, dado que no se le acusaba de delito alguno.

Las protestas vecinales dieron lugar a que se acabase el llevarlos a pisos: se les empezó a trasladar al albergue de El Valle, en Murcia. Cuando no quepan más, habrá que buscar otro emplazamiento.