Antonio Sequero afirma con rotundidad que lleva a la Benemérita en el torrente sanguíneo: tanto su abuelo, Joaquín, como su padre, Jesús, fueron guardias civiles. Él nació en Tetuán en 1955 precisamente porque su progenitor había sido destinado a Marruecos. Criado en cuarteles, supo con 16 años cuál era su camino en la vida: seguir los pasos de sus antecesores. Con 19 ya salió del Colegio de Guardias Jóvenes de Valdemoro. Destinado en Murcia, tierra natal de sus padres, desde hace 39 años, ahora mismo es el agente en activo más veterano de España. Mañana, 30 de junio, día de su 65 cumpleaños, se jubila.

A juicio de Sequero, el duque de Ahumada (fundador del Cuerpo) «fue un sabio» que dejó claro, como hoy sigue vigente, que «nuestro principal valor es el honor». El veterano agente rememora, con cariño, cómo, con 15 años de edad, él se sabía ya de memoria los artículos de la Cartilla del guardia civil porque su padre le obligó a aprenderlos. «No salía a jugar si no», detalla. 'El honor ha de ser la principal divisa del guardia civil', dice el primero de los citados artículos.

Imagen del archivo de juventud de Antonio Sequero.

Antonio Sequero piensa que «un guardia civil siempre está de servicio» y explica que, aunque esté de vacaciones o en un día libre, si ve, por ejemplo, un atraco, ha de actuar, de la forma que sea. Para ayudar.

Padre de dos hijos, Iván y Minerva, viudo de Pilar y casado en segundas nupcias con Mª Carmen y abuelo de cuatro nietos, Antonio Sequero echa la vista atrás y rememora que, en su infancia, «la vida en los cuarteles era muy bonita, los niños jugábamos en la calle».

Ha prestado 49 años de servicio en el Instituto Armado y «te puedo jurar que parece que fue ayer (el día que empezó), es una verdad como un templo».

Admite que afronta la jubilación «con mucho nerviosismo y con incertidumbre», puesto que «no conozco otra vida y yo no tengo hobbies», confiesa. El martes 30, su último día, «me gustaría venir, irme y pasar desapercibido», reconoce. Es más, «me dijeron de hacerme una cena de despedida y dije que no quería», cuenta.

«Pasé muchas necesidades»

A lo largo de su carrera «he pasado muchas necesidades», manifiesta. Su primer destino fue Manresa, y ahí le pilló el Golpe de Estado de Tejero del 81. Era un tiempo en que se vivía en los cuarteles y, para salir, había que pedir una autorización. De Cataluña, a Escombreras, al puerto de petroleros; luego, a Cartagena ciudad, donde vivió un atentado de ETA: la banda terrorista puso un coche bomba en el cuartel donde él vivía. Afortunadamente, tanto él como los suyos pudieron contarlo. Sus hijos tenían entonces 11 y 9 años de edad. De la ciudad portuaria pasó a Murcia.

«Cuando yo me vengo aquí a Murcia, no podía pagar un préstamo para una casa», recuerda el hombre, que reside en la vivienda de su difunto padre, en la localidad murciana de La Ñora.

El júbilo le llega «con mis hijos ya casados y emancipados», aunque es consciente de que «tengo un nieto de 14 meses, Lucas, y tendré que echar una mano», comenta, con cariño. «Si puedo poner condiciones, prefiero recoger a Lucas del cole y que mi consuegro, Modesto, lo lleve», apunta, sonriendo.

«No tengo intención de no hacer nada», subraya, «Mª Carmen se irá al colegio, a ella le quedan cinco cursos para jubilarse. Mi consuegro me dijo 'te busco un huerto', pero a mí me gusta ir con él, charlamos...»

Imagen del archivo de juventud de Antonio Sequero.

Quiere seguir pasándose por la Comandancia, aunque sea a echar un café con los compañeros de cuando en cuando. «Mi intención es venir con mi compañero, Francisco Alarcón, que se jubiló el mes pasado», apunta al respecto. Sabe que compañeros que ya se jubilaron antes «al principio vienen; luego, dejan de venir». «De mi época no existe nadie», dice. Es más, «de mi promoción en la Guardia Civil, solo quedamos dos en activo». Y él ha de jubilarse.

Acaba su trayectoria destinado en una oficina de la ciudad de Murcia donde se ocupa «del tema de correspondencia y documentación oficial, de aquí de la Comandancia», manifiesta.

«Siempre fiel a su deber»

En cuanto a cómo ve la situación del Cuerpo en la actualidad, Sequero asegura que antes se podía hasta citar al sospechoso de un hecho delictivo, decirle «a las nueve de la mañana nos vemos en el cuartel» y que el individuo se personase en lugar de escapar de los agentes.

«A la Guardia Civil siempre se la ha respetado, aunque la sociedad ahora haya cambiado», considera el hombre, que recuerda un servicio en Puerto de Mazarrón a finales de los 90 en el cual se vio obligado a «detener a una persona por la fuerza», después de que unos sujetos interceptados con drogas en un coche se negasen a cumplir órdenes de la autoridad.

Y es que, incluso a un sospechoso, Sequero le ha dicho 'por favor, me acompaña', asegura.

La Cartilla del guardia civil también dice que 'las vejaciones, las malas palabras, los malos modos y acciones bruscas, jamás deberá usarlas ningún individuo que vista el honroso uniforme de este Cuerpo'. Y que 'siempre fiel a su deber, sereno en el peligro y desempeñando sus funciones con dignidad, prudencia y firmeza, el guardia civil, será más respetado que el que con amenazas sólo consigue malquitarse con todos».

«Valoro mucho a los compañeros que están en los cuarteles, que son los que están en primera línea», asevera el veterano guardia civil, que durante nueve años estuvo «haciendo exclusivamente conducciones de presos», a los que había que llevar al Juzgado de Guardia tras haber sido arrestados.

«Yo he llevado a violadores, asesinos, etarras y jamás le he levantado la mano a nadie», sentencia un agente que llegó a trabajar con «la capa, el tricornio y las trinchas». «Y, en los servicios nocturnos, con la pistola y el mosquetón», dice.

La incorporación de la mujer al Cuerpo (en 1988, antes solo había varones) la vio «muy bien», ya que «jamás» ha sido machista, asegura. «Soy muy protector», admite, «mi instinto ha sido siempre protegerlas», al tiempo que elogia el trabajo de Mª Ángeles, compañera suya en conducción de presos, «que somos muy amigos».

Le gusta tanto su labor al servicio del Cuerpo, a nivel devoción, que, cuando estuvo un año y pico sin trabajar, por un pequeño problema de una hernia, lo pasó mal. Regresó al servicio con más ganas que nunca y, si lo deja ahora, es por una cuestión de edad.

Hay que tener en cuenta, en este sentido, que los guardias civiles pueden jubilarse más jóvenes, pero Sequero ha optado por apurar hasta los 65 años, pues siente «orgullo de pertenecer a la Benemérita. Solo tiene palabras de elogio. «La Guardia Civil es mi vida. Estoy orgulloso de ser guardia civil y toda mi vida he mirado por el uniforme que llevamos, siempre. La Guardia Civil, como institución, está por encima de todo», indica con convicción.

Antonio Sequero Marín es el guardia civil más antiguo de España y abandona el Cuerpo de la Benemérita en posesión de una hoja de servicios en la que predominan, además de felicitaciones a nivel profesional, condecoraciones varias, todas ellas con un especial significado para él y su familia.