El uso generalizado de mascarillas en las calles, para prevenir posibles contagios de coronavirus, es un gran regalo para los delincuentes. Y es que, de esta manera, los amigos de lo ajeno pueden hasta salir de sus casas con el rostro cubierto, sin necesitar un pasamontañas: con el tapabocas obligatorio por ley, basta.

Así las cosas, el arma más eficaz con la que cuentan en estos momentos las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado para tratar de cazar a estos sospechosos es la vigente Ley de Seguridad Ciudadana, una norma que da poder a cualquier policía para obligar a un viandante a mostrar su rostro para identificarle. Antes se usaba esto, por ejemplo, si el ciudadano en cuestión lleva un casco de moto.

Viandantes, fotografiados esta semana en la ciudad de Cartagena. Iván Urquízar

La citada normativa, no obstante, puede ayudar a los agentes a frenar la comisión de un delito o a interceptar a un sospechoso, pero la cosa se complica cuando el delito se ha perpetrado y toca buscar a su autor o autores. Las cámaras de seguridad, grandes aliadas de la Policía para la resolución de los casos, ya no van a captar rasgos faciales: solo se verá a una persona con mascarilla.

Fuentes policiales aseguran que en Murcia ya ha pasado: se han cometido delitos y, al ir a buscar en las imágenes grabadas una pista, simplemente ha aparecido una persona con el rostro tapado. «Es como un pasamontañas, pero no llama la atención», estiman.

Desde Juezas y Jueces para la Democracia en la Región de Murcia destacan que «el uso de la mascarilla dificulta el reconocimiento facial, eso es obvio, pero no lo elimina totalmente, porque a veces las características físicas del autor (envergadura, forma de moverse...) pueden facilitar sospechas o indicios del autor que lleven a identificarlo, unido a otros indicios». «El reconocimiento directo ya no podrá ser, salvo que la víctima lo conozca y lo reconozca por la voz y demás cosas», dicen.

De esta manera, ante un sospechoso «si sólo se tienen los datos físicos, salvo la cara, entrarían en juego el resto de indicios, como el que tenga una explicación plausible de dónde estaba, que tuviera ocasión de cometer el delito...» y, más adelante, ya investigado, las huellas dactilares y el ADN.

«Pero, evidentemente, si la víctima no lo conoce de nada, la ausencia de reconocimiento facial impide el reconocimiento en rueda en fase de instrucción y el reconocimiento en el plenario», admiten desde Juezas y Jueces para la Democracia, al tiempo que puntualizan que «otro aspecto en el que influye la mascarilla es que, si la lleva por cumplir con las normas sanitarias, no puede aplicarse la agravante de disfraz».

Por su parte, la abogada murciana Elena Checa considera que «todos nos hemos tenido que reinventar en tiempos del coronavirus, y con la delincuencia pasa lo mismo». A su juicio, «el coronavirus ha cambiado nuestra forma de vivir y el pasamontañas está siendo sustituido temporalmente por la mascarilla», aunque, destaca, «eso no significa necesariamente que sólo por este motivo vaya a aumentar la delincuencia».

«Pero lo que si es cierto es que las identificaciones serán mucho más complicadas que antes, ya que se puede salir directamente desde casa con el rostro tapado y esta conducta no sólo pasa desapercibida, sino que es obligatoria», detalla la letrada, que apostilla que «lo interesante será ver si la comisión de un delito haciendo uso de la mascarilla supondrá la aplicación de la agravante de disfraz prevista en el artículo 22.2 del Código Penal».

"Hay otros parámetros

Alberto García Vilas, secretario regional de Jupol Murcia, explica que las mascarillas «nos están dificultando la identificación de las personas» sospechosas de un delito, «incluso a la hora de supervisar imágenes en cámaras».

Es más, «las víctimas de, por ejemplo, un robo con violencia, podrían tener dificultad para identificar» al ladrón, aunque «existen otros parámetros de identificación, como la forma de andar, de moverse o la jerga a la hora de hablar, por nivel cultural o por acento».

El portavoz del sindicato policial detalla que «a día de hoy, no se ha disparado la estadística» de delitos «por el simple hecho de que la gente vaya enmascarada».

Alberto García Vilas, de Jupol Murcia.

Valora García Vilas «la profesionalidad de la propia Policía», pues «se ha llegado a detener a muchos» que iban con el rostro tapado, dada «la capacidad de una unidad especializada» en detectar a los sospechosos.

Por su parte, el profesor de Criminología de la Universidad de Murcia y miembro del Colegio Profesional de Criminología de la Región Alberto Pintado cree que con el tapabocas es posible que «el camuflaje camaleónico que necesita un delincuente para buscar su interés sea más favorecedor en la actualidad».

«No obstante, considero que se trata más de una situación asumida por las personas, que posiblemente haya llevado a una relajación en la incertidumbre de ver a cualquier sujeto con el rostro oculto, lo que favorece un descuido y una menor sensación de alerta ante esto, que con que verdaderamente se puede hablar de un aumento de la criminalidad», destaca el criminólogo.

«Eso sí, para cualquier acción delictiva, las oportunidades se valoran como potencialidades; no obstante, esto es valorado tanto por los delincuentes como por los que intentan evitar la delincuencia», destaca al respecto.

«Por tanto, pensemos que es como la ley de la oferta y la demanda: hay quien intenta resurgir ante posibilidad de un nuevo contexto, pero siempre hay alguien que también estudia cómo evitarlo anulando las opciones que presenta el posible e inédito escenario delictivo», manifiesta.