«Ya estoy tranquila, ya puedo ver el mar», comenta con desahogo Gema Marín desde su casa de La Torre de la Horadada. La murciana se bajó del tren ayer a mediodía y pisó la estación del Carmen por primera vez en muchos meses. Allí la esperaban sus padres y su hermana. «Hemos roto a llorar, claro. Han sido meses muy difíciles y no veía que este momento fuera a llegar», comenta.

El marido de Gema trabaja como constructor y promotor en la ciudad emirato. Hace un año, el matrimonio y sus cinco hijos decidieron instalarse allí.

«Supongo que aquí -reflexiona- habrá sido igual, pero las noticias que llegaban a los Emiratos Árabes eran muy cambiantes, y eso hacía que la incertidumbre que se acumulaba y arrastraba durante las semanas fuese muy grande: ¿Podré volar? ¿No podré? ¿Podré ver a la familia? ¿Compro billete de ida y vuelta? ¿Me lo venderá la compañía?». Sí, se lo vendió: Emirates, principal operador aéreo de la zona, ofertó una serie de vuelos de repatriación «para Europa y para el resto del mundo». En uno de ellos, Gema y sus cinco hijos volaron anteayer con destino al aeropuerto de Barajas.

Lentitud en los trámites

«Primero -cuenta- había que rellenar un documento del gobierno de allí en el que tú solicitas permiso para poder regresar a Dubái. Lo pedí y no tuve ningún tipo de respuesta. Ese mecanismo no funcionó bien, supongo que por el hecho de que la información de qué se podía hacer y qué no cambiaba cada día». Después todo se desarrolló con mucha más fluidez de la que Gema presumía: «Ha sido hasta rápido: control de temperatura al subir y al bajar del avión, y durante el viaje rellené un documento en el que declaraba dónde iba a estar los próximos 14 días. Luego, las medidas de seguridad con respecto a la distancia...parecen algo aleatorias. En el avión había un asiento de distancia entre pasajeros, pero luego bajamos y nos metieron a todos apretujados en el mismo autobús».

Y, entonces, un día de escala en Madrid: «Llegamos a las cuatro a Barajas y me fue imposible encontrar trenes o coches para alquilar, no había nada».

16 horas más tarde, Gema y sus cinco hijos se subieron al primer tren que salía de Madrid con destino a Murcia. «Para ellos esto ha sido muy extraño -dice-. Aunque hablan inglés, el e-learning les ha costado, porque a un crío le cuesta atender a una clase a través de un ordenador. Son pequeños y al llegar aquí les ha parecido muy raro que la pandemia no estuviera circunscrita al lugar en el que viven. Pensaban que el coronavirus solo existía en Dubái. Así que imagina lo que les ha sorprendido ver a la gente en el autobús o en cualquier taxi usando mascarilla». Entonces, cuando explica que pasará el verano en La Torre de la Horadada y que no volverá a subirse a un avión hasta dentro de unos meses, Gema vuelve a respirar aliviada.