Cuando Manuel Moyano, el escritor de origen andaluz y crianza catalana, recaló en nuestra tierra, le llamó la atención la querencia que aquí nos gastamos hacia los nigromantes y asimilados. Ese estupor quedó reflejado en un libro delicioso donde, convenientemente murcianizados, resuenan los ecos de Álvaro Cunqueiro: Dietario mágico: curanderos, zahoríes, videntes e iluminados en la Murcia del siglo XXI. Eso es, el siglo XXI y seguimos buscando atajos a la ciencia. Para que me aclare la situación busco a José Manuel López Nicolás, que, Catedrático de Bioquímica y Biología Molecular y vicerrector de Transferencia y Divulgación Científica, de ciencia y de enseñarla sabe un rato.

Ante la tardanza de la ciencia en encontrar una vacuna para el coronavirus, hay quien puede pensar que la ciencia va más despacio de lo que nos quiere hacer creer.

Niego la mayor. La ciencia no está tardando en encontrar la vacuna contra el coronavirus. El hallazgo de una vacuna contra un virus del que hace poquísimos meses se desconocía su existencia es una tarea ardua y que lleva muchísimo tiempo lograr. A los prioritarios ensayos de seguridad de la vacuna hay que sumarles los de efectividad. Estos llevan varias fases y hay que cumplirlas escrupulosamente o si no, puede haber problemas. Pero iré más allá. En muy poco tiempo, y gracias a la ciencia y al trabajo en cooperación de muchísimos investigadores de todo el mundo, disponemos de información completísima de este virus. Sin esta información de la que ya disponemos en muy poco tiempo, y que en otros casos ha llevado años encontrar, sería imposible encontrar una vacuna efectiva. Resumiendo: la lucha contra la COVID-19 va a pasos agigantados y esto es gracias, en gran parte, a la ciencia.

Dos décadas ya del siglo XXI y la gente continúa creyendo en el mal de ojo y visitando curanderos. ¿Por qué persiste esa creencia a pesar de los impresionantes avances de la ciencia? Para un divulgador de la ciencia, como tú mismo, debe de resultar descorazonador, ¿no?

No. Al contrario. Estoy contento. Es posible que se sorprendan por esta repuesta, pero si echamos la vista atrás se darán cuenta que hace unos años estábamos mucho peor y nadie se cuestionaba cosas tan absurdas como la homeopatía, el reiki, los equilibrios energéticos u otro tipo de anticiencias (me gusta más este nombre que el de pseudociencias). No hace mucho tiempo mucha gente iba a que los trataran curanderos y chamanes, a que les echaran las cartas, a que les leyeran las líneas de las manos o miraran su futuro en bolas de cristal. Pues bien, aunque no se lo crean el número de personas que recurre a las anticiencias ha disminuido significativamente. Hasta existe un plan nacional contra las pseudoterapias promulgado por el Ministerio de Sanidad y el Ministerio de Ciencia e Innovación. Eso hace unos años era impensable. Lo que ocurre es que, como se dice ahora, 'nos puede el ansia', y queremos que toda vaya mucho más rápido. Sin embargo hay que ser paciente y seguir divulgando la ciencia como se está haciendo en este país y en la Región de Murcia. Jamás debemos olvidar que la divulgación científica nos proporciona las herramientas para ser personas más libres, entendiendo la libertad como la toma de decisiones en todos los aspectos de nuestra vida basándonos en el conocimiento y no en mitos, mentiras y engaños. Eso sí, para acabar con la lacra de la anti ciencia no solamente son necesarios los científicos sino también hay que contar con profesores, divulgadores, periodistas, políticos y amantes de la ciencia en general.

Steve Jobs rechazó el tratamiento contra el cáncer y optó por la medicina alternativa. El cáncer se extendió. ¿Cómo se explica que incluso gente de gran nivel educativo y cultural tenga estos comportamientos?

Es una gran pregunta. Lo primero que debemos hacer es dejar de llamar complementarias a unas terapias que no han demostrado tener efectividad alguna. Mientras se las siga llamando complementarias muchas personas pensarán que complementan los tratamientos convencionales de algún modo, cuando no es así, y es posible que mucha gente, al igual que hizo Steve Jobs, intente sustituir algo que funciona por algo que no. El director general de Apple era escéptico de la medicina convencional. Jobs decidió recurrir a métodos alternativos para tratar su cáncer de páncreas, con la esperanza de evitar la operación mediante una dieta especial. Acabó en el quirófano el 31 de julio de 2004. En ese momento el cáncer había avanzado hasta límites imparables y ya no había nada que hacer. ¿Por qué tanto él como otras personas preparadas culturalmente caen en la trampa? Se mezclan muchos aspectos. La desesperación es uno de ellos. En esos momentos hasta las personas más preparadas pueden perder las racionalidad. Pero hay otras razones. Aunque no sirvan para nada muchas de estas creencias apelan a intuiciones humanas universales lo que les da una significativa ventaja respecto a las creencias científicas, que suelen resultar hostiles hacia nuestra visión intuitiva del mundo. Eso las hace más atractivas para muchas personas. Hasta para las más preparadas. Por otra parte las anticiencias se disfrazan de forma muy convincente de ciencia (usan jerga científica, palabras que suenen a ciencia, las venden personas con bata blanca que simulan a médicos y científicos, etc.) para confundir a la gente? y hasta a personas que tienen altos estudios y preparación les cuentan bastante darse cuenta de la diferencia, dejándose embaucar por este tipo de imitación. Finalmente las anticiencias han desarrollado estrategias para esquivar incluso al pensamiento crítico?y Steve Jobs cayo en ellas. Al contrario de lo que piensa mucha gente, las personas que fomentan la anticiencia son muy inteligentes y saben lo que hacen.

El Mar Menor se encuentra moribundo por los nitratos de la agricultura. La Región lidera el ranking de peor calidad del aire. Son solo dos ejemplos de cómo la ciencia y la tecnología acaban teniendo repercusiones negativas en nuestras vidas. ¿Qué le contestaría a alguien que dijera que la ciencia ha traído, como mínimo, tantas ventajas como problemas? ¿Seríamos más felices y estaríamos más sanos sin ciencia?

No estoy de acuerdo. El Mar Menor se encuentra moribundo por los nitratos de la agricultura? y por muchas cosas más, entre las que no se encuentran ni la ciencia ni la tecnología. Estas siempre son herramientas maravillosas, pero depende del uso que le den y de las manos en las que caigan. Les pondré un ejemplo. La química puede elaborar un veneno mortal y la misma química puede diseñar el antídoto para salvarnos. Esto que les voy a contar es importante. Hay una frase que se escucha mucho y que suele calar mucho entre la gente. Me refiero a aquella de que 'cualquier tiempo pasado fue mejor'. Pues tampoco estoy de acuerdo. Estamos en la época de la historia en la que tenemos a nuestro alcance mayor número de herramientas para tener una calidad de vida muchísimo mejor que la de nuestros antepasados. Echemos la mirada atrás y pensemos en los grandes problemas que ha tenido la humanidad y que sin la ciencia no hubiésemos podido solucionarlos. La potabilización del agua, la seguridad de los alimentos, el diagnóstico de muchas enfermedades, el diseño de nuevos fármacos? todo ello ha contribuido a que actualmente tengamos una esperanza de vida mucho más alta que la de hace años. Pero más allá de los tratamientos médicos, ¿se imaginan la situación actual por la que estamos pasando debido al coronavirus sin wifi, sin teléfonos móviles para hablar con nuestros familiares , sin ordenadores, sin redes digitales para que nuestros hijos sigan aprendiendo? Todo ello, que hubiese sido impensable hace unos años, ha sido conseguido mayoritariamente gracias al progreso de la ciencia y la tecnología.

¿La ciencia ha avanzado tanto como parece? ¿O aún sabemos muy poco?

Una pregunta no contradice a la otra. La ciencia ha avanzado muchísimo y lo sigue haciendo a pasos agigantados. Lo que ocurre es que cuanto más sabemos más ignorantes nos damos cuenta que somos?y eso es bueno tenerlo en cuenta. En el laboratorio por cada pasito que damos se nos abren infinitos caminos por explorar. De hecho la ciencia no debe perseguir la verdad, sino acercarse a ella (en el caso de que exista) lo máximo posible porque por mucho que nos acerquemos siempre habrá algo nuevo por descubrir. Eso, que para muchos podría sonar a descorazonante por no llegar nunca al final del camino, para los científicos es maravilloso.

La ciencia ha ido evolucionando; es decir, las teorías del pasado han sido sustituidas por otras nuevas. ¿Qué le decimos a un alumno que nos dice que para qué va a estudiarse las teorías de ahora si, total, seguro que dentro de unos años se demostrará que son falsas?

Muy buena pregunta. En mis conferencias o incluso en al aula me la hacen muchas veces. Lo primero que hay que responderles es que no es seguro que las teorías que ahora se explican sean falsas. Ya se verá. Pero lo más importante es hacerle ver a la gente que la ciencia no entiende de verdades absolutas, y ahí reside su gran valor. Los científicos informamos de las evidencias que hay en cada momento de la historia sobre un tema concreto pero no tenemos ningún problema en rectificar, con humildad, nuestras anteriores conclusiones si hay nuevas evidencias. Incluso si contradicen las anteriores. Conforme pasa el tiempo se disponen de nuevas técnicas mucho más precisas y fiables que aportan nuevos datos de los que no se disponía en el pasado y que pueden cambiar las teorías anteriores. Así funciona la ciencia y el método científico. Jamás olviden de que la ciencia duda mientras la pseudociencia afirma tajantemente. Es una más de sus grandes diferencias.