El mantenimiento de la agricultura de regadío en la cuenca del Mar Menor es perfectamente compatible con la recuperación y conservación de la laguna. Esta es una de las principales conclusiones extraídas de un informe de la UPCT, realizado por Victoriano Martínez, catedrático de Ingeniería Agroforestal y director de la Cátedra Trasvase y Sostenibilidad de la Universidad Politécnica de Cartagena, y que fue encargado por la Comunidad de Regantes del Campo de Cartagena con el fin de analizar distintos aspectos relacionados con la hidrología superficial, el drenaje agrícola y el riego recogidos en el Decreto-Ley n.º 2/2019, de Protección Integral del Mar Menor.

Este informe cuestiona además gran parte de las restricciones que plantea en materia de agricultura e hidrología el decreto ley del Mar Menor aprobado por el Gobierno regional en 2019. La UPCT señala que esta norma carece de criterios técnicos a la hora de establecer por ejemplo un límite en los ciclos de cultivo dado que no va a evitar la entrada de nutrientes en la laguna o su concentración en el acuífero del Campo de Cartagena, o cuestiona también la limitación de la actividad agrícola en la Zona 1 de la cuenca del Mar Menor.

La limitación de cultivos en esta Zona 1, que según el decreto deberían ser cultivos de secano, agricultura ecológica de regadío, sistemas de cultivo en superficie confinada con recirculación de nutrientes o agricultura sostenible de precisión, "no tiene acreditación técnica que permita sostener su eficacia real".

Este cambio de cultivos de regadío de secano en la zona más próxima a la laguna "implica fuertes inversiones y/o cambios productivos de gran calado, lo que sin duda afectará a la rentabilidad de dichas actividades". El catedrático señalana además que estas restricciones conllevarían un abandono de las empresas agrícolas: "es de esperar que las empresas agrícolas prioricen su actividad en localizaciones donde no se impongan tantas restricciones a su actividad".

Remarca también que el abandono del cultivo de regadío, "dando lugar al desarrollo de la vegetación natural característica del clima mediterráneo semiárido", provoca una mayor posibilidad de que se generen escorrentías tanto en terrenos con poca inclinación como con pendiente significativa.

Y es que el catedrático afirma que la mayor parte de la agricultura de la cuenca vertiente al Mar Menor se localiza en terrenos relativamente llanos con poca pendiente. Incide también en este aspecto a la hora de valorar las estructuras vegetales de conservación (EVC), cuya implantación es obligada en la totalidad del regadío de la cuenca vertiente. En su opinión, medidas como colocar barreras vegetales y el cultivo según las curvas de nivel se justifican en el decreto ley "por su capacidad de control de escorrentías y que reduciría los riesgos de inundaciones", pero la norma "sobrevalora la capacidad hidrológica" de estas medidas.

No se produciría entonces una reducción significativa de las escorrentías en la zona de regadío de la cuenca vertiente al Mar Menor "dado que en su mayor parte se trata de terreno llano o de muy poca pendiente".

Contaminación por nutrientes

Los regantes del Campo de Cartagena justifican este análisis de la UPCT para aportar información científica que garantice la protección medioambiental del Mar Menor y la permanencia de la agricultura de regadío en esta localización. "De este modo evitar que se tomen medidas arbitrarias y sin justificación científica, con un gran impacto socioeconómico, que ponga en riesgo el empleo de más 40.000 familias, y que no sirvan además para la protección medioambiental de este ecosistema único".

El estudio de la Politécnica considera que el decreto ley pone el foco en el regadío como principal causa contaminante por nutrientes de la laguna, pero critica que no se tenga en cuenta o minimicen otras actividades que también han tenido parte de culpa en el deterioro del ecosistema. Sin embargo, el autor reconoce que el regadío del Campo de Cartagena ha tenido "una importante contribución a los problemas ambientales del Mar Menor".

Añade también el catedrático que la contaminación por nutrientes "no debe servir para argumentar y justificar todos los sucesos negativos que acontecen en el Mar Menor", sino que se debe considerar la posibilidad de otras "causas de origen físico o climático como parece ocurrir en este caso".