Las tiendas «de toda la vida» han cumplido un papel esencial durante la crisis sanitaria provocada por el coronavirus. Así lo defienden los panaderos murcianos, que han permanecido «al pie del cañón» durante el estado de alarma para que a sus clientes «no les falte de nada».

Precisamente, la «fidelidad» de los consumidores y el papel de los pequeños establecimientos de barrio durante la pandemia es lo que un grupo de maestros panaderos que regentan locales en toda la Región han querido reivindicar. Coincidiendo con el día de San Honorato, el patrón del gremio, los tenderos decidieron repartir barras de pan a todo aquel que acudiera durante ayer sábado a su panadería. En total, se repartieron más de 1.300 barras entre las once panaderías de Puerto Lumbreras,Los Belones, Molina de Segura, Fortuna y Jumilla que participaron en el evento.

«El pequeño comercio lo tienes cerca de tu casa, te saca de apuros y está dispuesto a ayudarte los 365 días del año», asevera Rufino Tomás, propietario de la panadería Horno Rufino, ubicada en Jumilla. «No hemos cerrado ni un solo día desde que empezó el confinamiento, trabajamos sin descanso», insiste Tomás, añadiendo que «al principio ni siquiera teníamos mascarillas para protegernos porque estaban agotadas, aún así aquí hemos estado, eso sólo lo hacemos nosotros, los comercios de barrio».

Tomás asegura que la crisis del coronavirus ha servido para que la gente torne a las tiendas de siempre; su empresa ha experimentado durante las siete últimas semanas un incremento de las ventas de alrededor del 30 por ciento. Y es que, «los clientes huyen de las aglomeraciones de las grandes superficies, prefieren locales pequeños y tranquilos donde no tengan que cruzarse con tanta gente. Además, saben que nosotros no dejamos las lejas vacías, depositan su confianza en nuestro trabajo y esfuerzo». El Horno de Rufino devolvió ayer una parte del «cariño» recibido por la clientela jumillana en forma de 150 barras de pan.

Una sensación parecida ha tenido durante «estos tiempos difíciles» Juan Álvarez, propietario de la panadería El Guitarrilla, ubicada en el pueblo cartagenero de Los Belones.

Álvarez ratifica que han sido «semanas muy duras» acondicionando «a contra reloj » toda la tienda para asegurarse de que cumplían con todas las medidas de seguridad necesarias y «no fallar a ninguno de nuestros clientes». Y es que las panaderías han sido uno de los pocos comercios calificados de primera necesidad que han abierto de lunes a domingo. «Esto no lo hacemos solo por nosotros sino por todas las pequeñas empresas que no han tenido la oportunidad de subir la persiana hasta ahora en la Región», aclara el panadero, y añade que «tenemos que apoyarnos entre nosotros, las tiendas de barrio necesitan la confianza de los clientes. Por cercanía, por calidad y por trato somos la mejor opción», certifica.

«Llamamos a los clientes por su nombre, nos cuentan sus problemas, les preguntamos por sus familias y eso no lo encuentras en otro negocio más grande», añade Álvarez que insiste en que el futuro de las pequeñas empresas está «en manos de la gente» y se muestra optimista: «Con paciencia y tranquilidad saldremos de ésta, como ya hemos salido otras muchas veces», concluye.