«Es un disparate, es una locura, es absurdo». Así califica José Carlos Cano, de la tapería La Abacería, en Cartagena, el pliego de condiciones con las cuales pueden reabrir las terrazas de sus negocios a partir del lunes: los clientes tienen que tener reserva, se acabó lo de tomarse una caña improvisada por la calle, aunque haya sitio en el bar en cuestión.

Se hace así por el excepcional estado de alarma en el que sigue España, que fue decretado en marzo por el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, por la pandemia de coronavirus, que ha dejado ya más de un centenar de muertos en la Región y miles en el conjunto de España.

Hosteleros de la Región consultados por este periódico no descartan que puedan llegar a formarse en las puertas de sus bares colas, las cuales están prohibidas. «Por eso son las citas, para evitar que se acumule gente», indican.

Cano, propietario de un negocio en la calle del Parque de la ciudad portuaria, recuerda que aún «no nos dejan abrir lo que son los locales, solamente las terrazas, y se permite el 50% de la ocupación». En su caso, se le quedan «cuatro mesitas fuera».

Un hombre, en una terraza de un negocio en Los Alcázares, este jueves. Iván Urquízar

Confirma el hostelero que hay que reservar siempre «aunque sea para un café», lo cual da lugar a la circunstancia de que, una persona que haya parado en su trabajo para almozar, por ejemplo, baje a tomar un café y no pueda.

Y también cuestiona el tema de que solo se pueda estar 45 minutos sentados. «¿Qué le pongo, el cronómetro al cliente?», se pregunta Cano, que asegura que, en su caso, «yo no lo voy a aplicar a mi clientela, porque son amigos, es un local muy familiar».

A su juicio, «los asesores de los políticos» que idean este tipo de cosas «trabajan desde sus casas», y pensarían distinto si estuviesen viviendo, como buena parte de los trabajadores de la hostelería, un ERTE.

Por su parte, Ángel Ibáñez, propietario del Café Bar Harrow, en la céntrica avenida Gutiérrez Mellado de Murcia, comenta que abrir las terrazas «como poder, podemos», aunque, en su caso, «tengo licencia para seis mesas y solamente me dejarían poner tres». de ahí que haya solicitado al Ayuntamiento una ampliación, y está esperando que vayan los técnicos, para ver si se la conceden.

Sobre la obligación de reservar, subraya que «el problema es que aquí se está improvisando» por parte de los políticos, con lo cual «no hay nada claro».

Camareros, policías y sanitarios

Apunta que llegó a ponerse sobre la mesa la obligación de que los hosteleros diesen una mascarilla a todo cliente que se sentase en su terraza, algo que finalmente no se hará. Asegura que «el sentir generalizado de todos los hosteleros es el mismo».

Sobre el asunto de que el cliente tenga que estar máximo 45 minutos la mesa, dice que es «una auténtica absurdez, como tantas cosas, porque eso va a crear conflicto con los clientes» «Si es un buen cliente tuyo, ¿lo vas a echar?», se pregunta el hostelero, que lamenta que «tenemos que hacer de camareros, de policías y de sanitarios».

Ibáñez resalta que, en este contexto, «los ERTES están sin cobrar todavía». «Imagínate la que se puede montar aquí el 10 de mayo», manifiesta.

«Si a la gente le da por ir a las terrazas lo mismo que le dio por salir a correr, salimos de la ruina de la hostelería en dos días», comenta Manuel Quijano, dueño del restaurante Quijano, ubicado en la urbanización Altorreal de Molina de Segura. «En la fase 1 se deja de correr y se empieza a beber», bromea el hombre, que tiene abierto el negocio para que los clientes recojan comida y se la lleven a sus casas, y el lunes abre la terraza.

«Gracias a Dios, tengo una terraza muy grande que pertenece a la urbanización, no al Ayuntamiento», manifiesta.

Sostiene Quijano que «tú puedes reservar para tomarte una cerveza, me puedes llamar para eso. Tienes que tener tu reserva para una caña, no te puedes presentarte y sentarse».

No obstante, «el que hizo la ley, hizo la trampa» y, aunque «el cliente está obligado a reservarte siempre», la reserva en cuestión se puede hacer en la misma puerta del bar, al llegar. Basta con llamar por teléfono.

«Tiene que subsistir el negocio: yo no voy a perder una venta porque al tío se le haya olvidado llamarme», asevera el hombre, que tiene claro que «sacan leyes con muchas lagunas».

Además, «tenemos un ERTE y a mis empleados no les han pagado, el lunes tengo que sacar a dos del ERTE o meterles al 50%, y son personas que van a empezar a trabajar sin haber cobrado ni un duro desde que les pagué en marzo», hace hincapié.

Los que aún no van a abrir

Javier Sabater Llamas, propietario del bar Diego en Beniel, dice, sobre las medidas a las que va a tener que seguir, que «nosotros lo que sabemos es de lo que nos hemos enterado por la tele, a mí aún no me han llamado para decirme qué medidas tengo que poner».

Respecto a cuándo planea volver a abrir su local, lamenta que no podrá hacerlo hasta que las medidas se suavicen y permitan un mayor aforo, pues «a mí no me merece la pena abrir en la fase 1, pero es que tampoco en la siguiente: si tengo cuatro mesas fuera y me dejan servir a dos, sin poder entrar nadie dentro, para mí es una pérdida total, no es rentable».

Cuando llegue la fase 3, «sabemos que tendremos que abrir al 50% de capacidad, pero no podemos estar seguros, porque las leyes cambian de un día para otro, hace una semana o así era al 30% y mira ahora, con esto lo único que me queda claro es que mínimo hasta final de mes no abro», manifiesta.

En cuanto a la utilidad que tenga para el bar el regirse por listas de espera o reserva, apunta que «mi bar siempre ha sido de almuerzos y de menú, el que llega coge la mesa, pero ahora es que voy a funcionar con dos mesas fuera y otras dos dentro, y para eso no sé como lo vamos a hacer».

Acerca de si cree que la gente volverá con miedo, prevé que «la gente vendrá con un poco de miedo porque lo que hemos pasado no ha sido ninguna broma y de una forma u otra nos ha afectado a todos».

«Es un bar familiar, entonces no tenemos contratados externos, junto a que el local no está alquilado y con las ayudas hemos podido pasar para subsistir, pero se ve mucha gente que aún no le han llegado y lo han tenido que pasar mal, a poco que haya que pagar el alquiler ya se pueden ir 800 euros y si no entra dinero», comenta el hostelero.