«Tú no te pongas en aglomeraciones», aconsejaba la trabajadora de una panadería de la calle Luis Braille a una clienta de avanzada edad, 'armada' con mascarilla y guantes. A partir de las diez de la mañana de este sábado, llegaba el turno de los mayores de la casa. Los runners y ciclistas se retiraban y dejaban el espacio público a disposición de los que son más vulnerables al ataque del temido coronavirus.

Así, los mayores tenían la posibilidad de mirar a sus vecinos cara a cara, no de balcón a balcón. «Al final vamos a caer todos», lamentaba la cliente de la panadería, en conversación con otra señora que guardaba la fila para la pescadería de enfrente. Lo hacía en referencia a la cantidad de gente que, aseguraba, había visto en la calle.

Personas mayores en la Plaza de las Flores, este sábado. A. L. H.

Sentados en la avenida de la Libertad estaban Joaquín Gómez y Gloria Martínez, matrimonio. «Tenemos un poco que salir porque nos ponemos locos, mejor salir un poco a andar», comenta la mujer.

Preguntados por si tienen miedo al 'bicho', Gómez bromea con que «nosotros tenemos miedo desde que nacimos», y añade que «esto es delicado, pero tocamos a una caja y, cuando llega, ha llegado».

Dos señoras, por otro lado, bromeaban sobre cómo llevan el pelo. «Si vamos todas igual, qué más da», considera una de ellas, señalándose a sí misma la raíz, donde repuntan las canas. A escasos metros, en la Plaza Mayor, una peluqería se prepara para abrir, con cita previa: el dueño ha levantado hoy ya la persiana para poner el local a punto.

A la pregunta de si teme ir saliendo a la calle, otro señor, que ha bajado a comprar el periódico a la cuesta de la Magdalena, contesta que «miedo nada más se le tiene a la muerte y, a mi edad, va a venir, con corona o sin corona».

En la plaza de las Flores, aún sin terrazas, los bancos se llenaban de personas mayores, que veían a los más jóvenes pasar, bien con carritos de la compra, bien runners en retirada.

En Cartagena, los mayores de 70 también disfrutaron de su momento de esparcimiento. La mayoría llevaban sin salir de casa desde que se decretó el estado de alarma el pasado mes de marzo, sus hijos y allegados han sido los encargados de hacer los recados de nuestros mayores durante el confinamiento.

Miguel Sánchez y María Esperanza Almansa explicaban que «agradecen» este esparcimiento, pero que para ellos lo más duro es no poder ver a sus ocho nietos. «Esperamos ese rencuentro con muchísimas ganas», apuntaban ambos.

Teresa Ballesta vive sola y ha tenido que pisar la calles «dos veces contadas» para hacer una «compra grande». Confiesa que el salir a andar «es un grandísimo alivio». «Me paso el día aburrida así que aunque no pueda acercarme a nadie, pasear y ver gente me sube el ánimo», confesaba.