El confinamiento se está haciendo cuesta arriba a la mayoría de los ciudadanos, pero si se vive en solitario es doblemente duro. Así lo creen los voluntarios que se han sumado a la iniciativa puesta en marcha por la junta municipal de la pedanía murciana de Javalí Viejo y en la que está colaborando de forma muy activa la Universidad Católica San Antonio (UCAM), un proyecto en el que la mayor cualidad de los jóvenes que se han sumado es la de saber escuchar.

En Javalí Viejo hay un importante número de vecinos mayores y de ellos una parte viven solos, sin ningún familiar con el que poder hablar, lo que hace que las horas del día se les hagan interminables encerrados entre cuatro paredes. «Nuestra principal labor es que los mayores no se encuentren solos», explica a LA OPINIÓN Norma Casco, vecina y voluntaria que está coordinando al equipo de personas que cada día se encarga de llamar por teléfono a estos vecinos que viven solos. Además, Norma trabaja en el departamento de Ciencias Humanas y Religiosas de la UCAM y lleva el grupo de voluntariado de la Universidad, por lo que si en algún momento faltan jóvenes para hacer estar labor solidaria rápidamente lo soluciona buscando alternativas.

«Al ser un pueblo pequeño nos conocemos todos y sabemos que hay personas que sólo quieren que se les escuche, contarnos sus preocupaciones y desahogarse», asegura esta joven, quien considera que con este gesto «hacemos una labor preciosa, ya que establecemos una relación con ellos y están atentos a que llegue ese momento del día en el que les llamamos».

Los voluntarios se han dividido en dos turnos, unos llaman en horario de mañana y otros lo hacen por la tarde. Estas llamadas contra la soledad comenzaron hace algo más de una semana, cuando tras colaborar llevando la compra o las medidinas a estas personas mayores de Javalí Viejo vieron que muchas les pedían que se quedaran a tomar un café o un refresco. «Nos dimos cuenta de que lo que realmente necesitaban era hablar con alguien, charlar unos minutos», afirma otro voluntario.

La duración de las llamadas depende de cada momento. Mientras que los primeros días estas conversaciones podían durar unos 10 minutos, ahora se van más allá de la media hora muchas de ellas. «El tiempo depende de la persona, siempre intentamos respetar lo que necesita el mayor en ese momento», insiste Norma Casco. Y las conversaciones pueden tratar de cualquier cosa, «nos pueden contar cómo les ha ido el día, recuerdos de su familia o como el caso de un hombre con el que hablo que era profesor y me explica las diferencias entre la educación de antes y la de ahora».

Estos jóvenes consideran que el voluntariado «es una vocación y un aprendizaje para todos». Por ello, Norma Casco espera que esta actuación no se quede en algo puntual sino que se mantenga en el tiempo y «no se rompa el vínculo que se ha creado con estas personas cuando cada uno volvamos a nuestros trabajos, es fundamental mantener el contacto con quienes se encuentran tan solos».